Las aplicaciones de citas: una herramienta ‘millenial’ que puede cambiar la forma de ligar de los mayores

Un estudio de la EAE Business School señala que el 41% de las personas de entre 50 y 59 años recurre a estas plataformas para buscar relaciones.
Las aplicaciones de citas no son una novedad. Apps conocidas como Tinder o Grindr llevan entre nosotros más de una década, por lo que su uso a nivel mundial no solo se ha extendido en estos años, sino que también se ha normalizado.
En España, por ejemplo, según el último análisis de GfK DAM (2025), las app para ligar siguen creciendo: el número de personas que acceden a estos site supera ya los 4,7 millones de usuarios mensuales, un 17% más respecto al año anterior. Según ese mismo estudio, el perfil de las personas usuarias de aplicaciones de citas sigue siendo mayoritariamente masculino (más de un 70% son hombres) y millenial (38%), aunque las personas mayores son cada vez menos ajenas a esta moda.
Pese a que los 55 es la edad a la que comienza a decaer la afinidad y el tiempo dedicado a las dating app, el informe Apps de citas: ¿apogeo o declive? de EAE Business School apunta que dos de cada cinco personas encuestadas de entre 50 y 59 años, el 41%, ya recurre a estas plataformas para buscar pareja u otras relaciones. Además, según datos de 2019 del Instituto Nacional Estadística (INE), en España hay más de seis millones de solteros que superan los 50 años de edad y, de acuerdo con el estudio Love Connection, elaborado por TNS para la plataforma Ourtime, un 27% busca pareja a través de una de estas aplicaciones de citas.
Precisamente, aunque no haya estudios específicos a partir de cierta edad –lo que puede implicar cierto sesgo etario–, otro aspecto que evidencia que los sénior participan en las aplicaciones de citas es que el propio mercado ya cuenta con algunas app dirigidas exclusivamente a mayores de 50 años. La más conocida en nuestras fronteras es la mencionada Ourtime, aplicación perteneciente al grupo Match, del que también forman parte otras populares marcas como Tinder, Meetic, OkCupid o Hinge.
La especialización es un síntoma de la demanda incipiente, pero también de que jóvenes y mayores utilizan la tecnología de distinta manera. “Hay diferencias en el uso porque para los jóvenes esta forma de relacionarse es lo natural, lo que han conocido siempre. Para los mayores es algo nuevo”, señala Mariano Urraco, doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. El colectivo sénior echan mano de esta tecnología “como una alternativa, como una posibilidad que se suma a las que ya tenían por su bagaje biográfico”.
Por lo tanto, para Urraco, esta “esperable resistencia” por parte de los mayores a utilizar aplicaciones de citas “puede llevar a los desarrolladores de app a segmentar más todavía el mercado y dirigirse específicamente al colectivo”. El sociólogo se refiere a nuevos espacios centrados en los elementos que le preocupan a las personas mayores, “como puede ser la seguridad y el miedo a las estafas, que es lo que previsiblemente los está manteniendo todavía alejados de este tipo de tecnologías”.
Este apunte del doctor no va desencaminado, ya que el propio informe de la EAE Business School afirma que la seguridad es una de las principales demandas de los usuarios, ya que siete de cada diez se han sentido inseguros en alguna ocasión mientras usaban estas aplicaciones de citas.
De una manera similar, el estudio de EAE revela que los objetivos también varían según el género, es decir, hombres y mujeres buscamos relaciones diferentes por estos lares. El sector masculino se inclina hacia encuentros más casuales, mientras que el femenino prefiere una pareja estable.
Viniendo de generaciones en la que los roles estaban mucho más marcados de lo que los están en la actualidad, ¿existen muchas diferencias entre los hombres y mujeres mayores en el uso de estas aplicaciones de citas? Urraco estima que sí, porque “la educación, los recursos y la legitimidad para manejarse en determinadas esferas es también desigual entre hombres y mujeres de estas generaciones”. Según apunta el sociólogo, “se observa que hay todo un proceso acelerado de alfabetización en redes sociales por parte de las mujeres mayores en comparación con los hombres, los cuales tienen un uso de Internet más solitario”. Urraco se refiere a que los varones suelen dedicarse a consumos más individuales, como podría ser leer la prensa, y ellas, a cuestiones más sociales.
Más allá de las distinciones de uso entre generaciones o en cuanto a género, otra cuestión relevante es entender cómo las dating app están cambiando la manera en que nos relacionamos. “El mero hecho de que sea una relación mediada por la tecnología, que no sea cara a cara, que no se esté viendo a la persona, ya supone un cambio radical con respecto a formas anteriores”, señala Urraco. No obstante, de nuevo, el doctor explica que los sénior vuelven a estar en desventaja, porque no es el canal al que están acostumbrados a la hora de entablar una amistad o iniciar una relación romántica. “Siempre han tenido otro tipo de estrategias para conocer personas y ahora, de repente, esta mediación tecnológica les supone una novedad y un entorno distinto al que tendrán que adaptarse”.
Para el sociólogo, hay que tener en cuenta también un aspecto social que puede estar ralentizando su incorporación: “Se sigue considerando que determinadas formas de ligar están mejor vistas que otras, y seguramente para las personas mayores, que están acostumbradas a un contacto cercano y personal, estos entornos sean demasiado fríos”. No obstante, matiza, es cuestión de tiempo que las empresas que están detrás de esas aplicaciones de citas “entiendan esto y adapten su diseño y su funcionamiento hacia este tipo de preocupaciones”, las cuales son decisivas a la hora de que una persona decida o no utilizar una determinada tecnología.
En este sentido, Noemí Casquet, periodista y escritora especializada en sexualidad, opina que el inconveniente relacionado con la brecha tecnológica es un estigma social que las personas mayores pueden revertir. “Ha cambiado la forma de relacionarnos, pero mi abuela utiliza Instagram o WhatsApp a la perfección. Simplemente, tenemos que tener la paciencia de enseñar a una persona una nueva fórmula”. La periodista explica que, “una vez pasamos esa barrera”, las app de citas pueden ser una herramienta interesante también para las personas mayores.
¿QUÉ PUEDEN APORTAR LAS DATING APP AL COLECTIVO SÉNIOR?
Según una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en 2019, a través de las aplicaciones de citas, las personas usuarias muestran, de media, interés por 11 personas al mes, y reciben interés de otras 12. Además, en las app intercambian mensajes mensualmente con siete personas de media y consiguen quedar con dos. Por lo tanto, en cierta medida, estas herramientas cumplen con su cometido de conectar a personas, quizá la primera baza a su favor si lo que se busca es aumentar el círculo de amistades, una relación esporádica o encontrar a la idealizada media naranja.
“Este tipo de tecnologías pueden cambiarlo todo”, asegura Casquet. “Al final, somos seres que necesitamos de la sociedad, necesitamos del contacto, de la conexión y creo que, en muchas ocasiones, se nos olvida que cuando nos vamos haciendo mayores, también nos vamos aislando”, añade.
Al contrario de lo que se suele pensar, el colectivo sénior no es el grupo etario que más sufre de soledad no deseada. Según el último barómetro de 2024 que elabora el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, los niveles más elevados los sufre la juventud, una cifra que disminuye a medida que aumenta la edad, hasta llegar el grupo de 75 y más años, donde la prevalencia vuelve a aumentar.
Esto no quiere decir que la soledad no afecte a las personas mayores, al contrario, una encuesta de Fundación La Caixa, en 2021, que entrevistó a más de 14.000 sénior que acudían a sus centros sociales y de ocio, constató que al menos el 64% experimentaban, en alguna medida, sentimientos de soledad no deseada. Además, el 14,8% de la muestra calificaba este aislamiento de grave o muy grave.
“Pasamos por un hecho muy traumático que se aborda muy poco: la pérdida de amistades, de tus padres, de familiares… un duelo colectivo e individual que es absolutamente ignorado a nivel social”, explica la periodista. En esta soledad y en este aislamiento, continúa, “necesitamos encontrar a otras personas, porque tal vez nuestros círculos hayan cambiado, y el trauma que genera eso (cuando nuestros hijos ya han crecido y tienen su vida o cuando perdemos a nuestra pareja y estamos cada vez más aislados) no nos tiene que quitar las ganas de vivir, nos tiene que potenciar la necesidad de contacto social”.
Obviamente, las aplicaciones de citas no son la solución a la soledad, pese a que puedan servir, en ocasiones, para encontrar pareja o nuevas amistades. Ángela Aznárez, psicóloga general sanitaria y sexóloga, remarca que estas herramientas “pueden abrir nuevas ventanas y vías de estimulación para la persona mayor, tanto a nivel cognitivo como a nivel social, pues aunque no sustituye el contacto físico y presencial, sí que lo complementa”. Para Aznárez, las aplicaciones de citas pueden suponer “una gran fuente de estimulación cognitiva, de entretenimiento y, además, de socialización. Pueden abrir nuevas posibilidades, que van más allá de tener que ir al programa de Juan y Medio o conocer gente en el centro de día al que acudan”.
Urraco también se muestra optimista con las posibilidades que ofrecen estas aplicaciones. “La tecnología, en general, siempre está muy denostada: la asociamos mucho con imágenes distópicas y con un futuro frío e impersonal, pero también tiene muchas ventajas, sobre todo en cuanto a acercar a las personas entre sí y establecer puentes para que gente que de otra manera estaría más sola o aislada, incluso pueda entrar en contacto con otros que están en una situación parecida”. El sociólogo pone un ejemplo: “Antes del desarrollo de este tipo de tecnologías, una persona que se quedaba viuda en un pueblo pequeño y no tenía posibilidad de contactar con nadie más, pues sentía mucha soledad. Hoy en día, gracias a la existencia de esta tecnología, puede estar en contacto con más personas y sentirse más arropada”. Podría extenderse este caso también a los mayores que viven en una gran ciudad, porque en la soledad se da una paradoja curiosa: mientras que en la juventud, el aislamiento es mayor cuando se reside en las zonas rurales y menor, en las urbes; en el colectivo sénior sucede a la inversa, la soledad crece en las grande ciudades y se mitiga en los pueblos.
LAS ‘CONTRAINDICACIONES’
A las redes sociales, en general, se les suele achacar aspectos negativos, algunos relacionados con la superficialidad, otros con la adicción a las pantallas. Las app de citas tampoco se libran de las ‘contraindicaciones’, sobre todo si se abusa de ellas. La mencionada encuesta de la OCU distingue entre varias tipologías de usuario en función del tiempo que invierten en las app durante la semana. Así, un 20% las usa para ligar ocasionalmente (menos de una vez a la semana), y un 32% mantiene una intensidad media-baja, entre una y cuatro veces por semana, e invirtiendo hasta una hora al día. Sin embargo, un 11% llega al nivel medio (más de una hora al día), un 30% tiene un perfil intensivo (de cinco a siete días semanales y hasta dos horas al día), y un 10%, superintensivo, dice emplear más de dos horas al día. Teniendo en cuenta estos datos, una de cada tres personas encuestadas reconocieron estar “enganchadas” a estas aplicaciones, y hasta el 75% ha decidido darse un respiro y abandonarlas temporalmente.
Además de esta sobreexposición, el propio diseño de estas herramientas pueden generar cierta frustración. “Generalmente, suelen ser una especie de escaparate muy reducido sobre cada persona, es decir, que solo se muestra una breve descripción y un par de fotos, y en base a esa mínima cantidad de información decidimos si deslizamos a la izquierda o a la derecha”, comenta Aznárez, que en el argot de las dating app, arrastrar con el dedo hacia la izquierda es rechazar y hacia la derecha, revela tu interés. Si ambas personas se muestran interesadas, eso es lo que se conoce como ‘hacer un mach’, con el que pueden empezar a chatear. “A veces la experiencia se vuelve muy frustrante al no hacer todos los matches que a uno le gustaría o al sentir que tiene poco ‘éxito’; esto puede tener un gran impacto sobre la autoestima”, asegura la psicóloga. “También se corre el riesgo de recibir ghosting”, añade, que se refiere a la práctica de desaparecer y cortar la conversación sin dar explicaciones y de manera abrupta.
En particular, Aznárez no encuentra un perjuicio añadido en estas aplicaciones por el hecho de ser mayor, aunque debido a que la tecnología es más popular entre las generaciones más jóvenes, reconoce que “tal vez, se encuentren con pocas personas en su rango de edad y eso les pueda hacer tirar un poco la toalla”.
Las expectativas a la hora de usar las dating app plantean otro posible inconveniente, ya que muchas veces estas son muy altas. El estudio de la OCU determinó que ante la motivación de hacer amistades, las app cumplieron las expectativas de las personas usuarias en un 40%. Un porcentaje que baja si el interés está en encontrar pareja estable o tener citas románticas, un 32% y 36%, respectivamente. No obstante, hasta un 50% satisficieron sus expectativas ante el objetivo de tener encuentros sexuales sin compromiso.
“Creo que es importante saber relativizar, no darle excesivo peso e importancia a lo que pueda venir de la app, ya que es algo bastante impredecible”, asegura la psicóloga y sexóloga Aznárez. “Es importante flexibilizar expectativas –continúa– e ir con la mente abierta y curiosa, a ver qué sale de ahí”. Al menos, indica Aznárez, en esta ocasión, al revés que sucedía con el componente tecnológico, el colectivo sénior parte con ventaja, porque “el bagaje de las personas mayores puede ayudar a hacer este ejercicio de darle la importancia justa y no generar demasiada presión sobre el tema”.
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Una opinión con la que concuerda Casquet, que señala la “sabiduría vital” de las personas mayores, fruto de la experiencia, “lo que les lleva a ver las red flag –en español, banderas rojas, que son aquellas señales o comportamientos que indican un posible problema o peligro en una relación– mucho más rápido que las personas más jóvenes”.
Urraco también destaca una cualidad para rebajar las expectativas: la prudencia. Aunque el sociólogo entiende que no se puede generalizar, metiendo a todo el colectivo en el mismo saco, “los mayores, generacionalmente, tienen un componente de prudencia muy arraigado. Es decir, no suelen ser una población impulsiva, ni que se deje arrastrar fácilmente por arrebatos. Mantienen siempre ese punto más prudente, más analítico, más de sopesar las situaciones antes de tomar decisiones”.
Por su parte, Casquet menciona otros riesgos de las dating app, entre ellos, uno que ella denomina como adicción al conformismo: “Es decir, que a la mínima, como tenemos un gran escaparate de personas, esto nos haga pensar que tal vez haya alguien mejor en la aplicación”. También se pueden producir otro tipo de dependencias, explica la periodista especializada en sexualidad, “la adicción a la validación constante”, que genera el tener un perfil y exponerte al público. También, continúa, existe la posibilidad de que “el contacto se quede ahí, en el mundo tecnológico, y no vaya al físico, y que esto nos aísle más todavía al estar chateando con una persona”. Casquet Advierte que “no podemos reducir todo a las aplicaciones, estas solo son un paso para volver a conectar con las personas”.
Finalmente, el sociólogo de la UCM vuelve a señalar la estafa como una amenaza latente: “Por desgracia, es indudable que la tecnología también se utiliza para cometer todo tipo de delitos y, además, esto genera muchísima inquietud en el colectivo mayor”. Urraco opina que “muchos mayores estarían encantados de utilizar tecnología para relacionarse, buscar amigos, buscar compañía de cualquier tipo y, sin embargo, no lo hacen por miedo y ese es el principal peligro”.