Perros y gatos, una relación dispar

Cuando hablamos de la relación entre animales y personas, solemos meter a todos en el mismo saco, concretamente, en el saco de las ‘mascotas’, sin diferenciar entre perros o gatos, pero ni lo beneficios que nos reportan ni la forma de relacionarnos con ellos es la misma. Eso sí, a nivel afectivo no hay diferencias. “Perros y gatos son dos especies muy distintas tanto desde el punto de vista de la biología como de su pasado evolutivo o su comportamiento. Sin embargo, en los estudios se ha visto que el enganche emocional y su beneficio emocional percibido es totalmente comparable”, explica Jaume Fatjò.
¿Dónde está entonces la diferencia? “La diferencia está en la puesta en escena”, resume el veterinario. Es decir, evidentemente, “no vas a relacionarte de la misma manera con un perro que con un gato, ni ellos se relacionan igual contigo. Un perro tiene una forma de ver el mundo muy diferente de nosotros, pero también de un gato, ambos tienen unas necesidades, prioridades y motivaciones diferentes”.
Por ejemplo, los gato tienen “un apego muy importante con el territorio físico”, explica Fatjò, “necesitan que este contenga una serie de elementos para poder ser felices, es decir, no es llegar a casa, soltar al gato y ya está. Los felinos no salen nunca de ese territorio, entonces tiene que ser un lugar que le permita mostrar muchas conductas que para ellos son importantes, como puede ser perseguir cosas o cazar”.
Por ese motivo, pese a que el vínculo que se crea con el dueño es similar, las diferencias comienzan en la relación que establecemos con ellos. “Los perros son grandes aliados para mantenernos activos y sociales”, indica la etóloga Xiana Costas, “pero si necesita un ritmo de vida incompatible con la nuestra, lejos de ser positivo puede ser una preocupación más”.
Por el contrario, los gatos, dice Costas, “encajan mejor con quienes buscan tranquilidad y afecto en casa; aportan calma y compañía, pero no hay que olvidar que aunque no salgan a pasear, también requieren tiempo y trabajo para tener sus necesidades de actividad y juego cubiertas y así evitar problemas de comportamiento y de salud”. Es decir, “No se trata de qué animal es ‘mejor’, o da ‘menos trabajo’, sino de cuál encaja mejor con nuestra manera de vivir”.