Los servicios de apoyo en casa parece que son y serán una alternativa importante dentro del nuevo sistema de cuidados que se está preparando. “Creo que ahora es el momento de apostar, redefinir y, en coherencia, financiar adecuadamente esta modalidad de atención”, asegura Teresa Martínez. La experta cree que, aunque las residencias siguen siendo necesarias para ciertas situaciones, el futuro de los cuidados de larga duración está en el propio domicilio. “Así lo indica la trayectoria de los países más desarrollados en políticas sociosanitarias, donde las residencias son recursos que se dedican a personas con demencias avanzadas y a personas con necesidades de atención sanitaria complejas o en el final de la vida”.
De esta manera, para la psicóloga gerontóloga, el objetivo no solo debe ser “envejecer en casa, sino ‘envejecer viviendo bien en casa’, evitando que las personas que reciben cuidados pierdan el control de su vida o que las familias cuidadoras tengan que renunciar a sus metas personales”. A su juicio, el camino del SAD pasa, en primer lugar, “por avanzar en la personalización de la atención, consensuado, junto con la persona y la familia, planes de cuidado integral que, partiendo del acercamiento biográfico, apoyen proyectos de vida deseados”. Para ello, “es fundamental que existan figuras técnicas que actúen a modo de gestor de cada situación informando sobre recursos, consensuando apoyos personalizados para cada persona y coordinando todo el proceso y su engranaje”, resuelve.
Martínez destaca el modelo holandés Buurtzorg, que organiza la atención en el domicilio desde equipos de enfermería con un funcionamiento basado en la autogestión de los mismos. Este se basa en una organización de atención domiciliaria que funciona mediante equipos que tienen libertad profesional y son responsables de su propio funcionamiento. Cada equipo está formado por 12 personas y trabaja en un vecindario cuidando a las personas que necesitan apoyo y gestionando el trabajo del equipo. “Un proyecto muy inspirador y sus resultados positivos (calidad de vida, satisfacción y costo-eficiencia) están despertando un alto interés en todo el mundo”, asegura.
Por otro lado, y con un enfoque en el entorno rural, en el horizonte existen, señala Martínez, “posibilidades todavía poco exploradas donde se pueden desarrollar iniciativas inclusivas que contemplen necesidades y las capacidades de los jóvenes, los inmigrantes, las personas mayores, personas con discapacidades, etcétera”.
NUEVAS PRIORIDADES
Cesar Antón argumenta que si le preguntásemos a las personas mayores cuáles son sus prioridades, lo más seguro es que nos contestasen, en primer lugar “el respeto y reconocimiento por ser parte activa en la sociedad y la salud (y en caso de que esta faltase, una buena asistencia sanitaria)”. En segundo lugar, prosigue, “tener garantizada una buena situación económica y patrimonial en la etapa de jubilación; y sentirse queridos y bien acompañados. Además, como se suele disponer de mucho tiempo: disfrutar del ocio y el tiempo libre”.
Desde esta perspectiva, los servicios de proximidad del presente y el futuro a medio plazo, dice Antón, “podrían agruparse en servicios relativos a los cuidados personales, con personas cuidadoras adaptadas a su demanda (por horas, por jornadas completas, para residir en su domicilio, acompañamientos para situaciones sobrevenidas)”.
Otro grupo, indica el ex director del Imserso, sería el de los cuidados de salud, “desde la telemonitorización, la formación y educación en salud, y los servicios de enfermería a domicilio, hasta el acceso a profesionales especializados (médico, geriatra, psicólogo…), de forma presencial o por vídeoconsultas”.
Después estarían otros grupos relativos a la salud física o fisioterapia, a la nutrición, la seguridad (con servicios de teleasistencia unidos a las telecomunicaciones) y el asesoramiento para la gestión del patrimonio u otras cuestiones legales”.