miércoles, 12 marzo 2025
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Entornos amigables con la edad o cómo adaptarse a una población que envejece

A punto de cumplirse una década desde que echara a andar la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores, España ocupa una posición privilegiada: es el segundo país, después de Estados Unidos, con más territorios que han iniciado el camino para constituirse en comunidades en las que los mayores puedan integrarse y vivir de la forma más autónoma posible. Ello, pese a que embarcarse en el proceso requiere un alto grado de compromiso
“Piensa globalmente, actúa localmente”. Esta frase, cuyo origen se remonta a los primeros años del siglo XX en el marco de un manifiesto sobre planificación urbanística y que hoy se aplica a todo tipo de movimientos activistas políticos, medioambientales y sociales, bien podría definir también el espíritu de la Red Mundial de Ciudades Amigables con las Personas Mayores. Influir en el territorio propio, adaptar las comunidades y los entornos a las circunstancias y demandas de las generaciones mayores y promover su participación en el núcleo social que las rodea para que sigan siendo y sigan contando, con la mayor autonomía posible, una vez superado el retiro profesional. Ese es el camino, dicen los expertos, para afrontar el “tsunami demográfico” que se avecina, el protagonizado por la población mayor de 60 años, que para 2050 habrá pasado de representar el 11% del total de la población mundial (2006) al 22%. 
En 2015, se cumplirán diez años desde que la OMS presentara su proyecto de Red Mundial de Ciudades Amigables con las Personas Mayores, una propuesta que se dio a conocer en el marco del XVIII Congreso Mundial de Gerontología y que se recibió con una gran acogida. No en vano, un organismo internacional de referencia estaba dando un paso al frente para llamar la atención sobre las necesidades crecientes de un grupo de población también creciente que vive mayoritariamente en unos entornos urbanos que no han sido desarrollados pensando en ellos.
La iniciativa de la OMS, tal y como recuerda Mayte Sancho, directora científica de la Fundación Ingema, fue “innovadora”, pues “proponía un nuevo abordaje desde el paradigma del envejecimiento activo, otorgando a las personas mayores el protagonismo y liderazgo en la consecución de una sociedad para todas las edades”.
El punto de partida fueron las ciudades porque estas, según reza el documento “Global age-friendly cities: a guide”, publicado en 2007 por la OMS, “son el centro cultural, social y de actividad política, la clave para el desarrollo de nuevas ideas, productos y servicios que influyen en otras comunidades y, a la larga, en el mundo entero”. Al mismo tiempo, suponen una demarcación territorial de proximidad capaz de ofrecer las estructuras y servicios de apoyo necesarios para garantizar el bienestar de los ciudadanos y, en este sentido, la población mayor requiere un apoyo particular para compensar los cambios físicos y sociales vinculados a la edad. Hoy, sin embargo,   se han desarrollado exitosamente experiencias que proponen un acercamiento a este modelo desde entornos supramunicipales: territoriales y a nivel de país. 

La red española
¿En qué punto se encuentra hoy en día el proyecto Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores, particularmente en España? “Sin duda, en estos nueve años de andadura desde que se lanzó el programa, el avance ha sido extraordinario. El apoyo de la OMS, como organismo internacional de referencia, y de todos los municipios y entornos que se han sumado a esta iniciativa, tanto a nivel internacional como nacional, ha sobrepasado todas las expectativas generadas y ha supuesto una enorme apuesta por un programa versátil y flexible que se adapta a todo tipo de entornos, en el que el objetivo común es generar un movimiento ciudadano de innovación y corresponsabilidad social para mejorar la amigabilidad de los entornos con las personas mayores como protagonistas”, explica Mayte Sancho.
Precisamente, ella fue una de las primeras personas que se puso manos a la obra en la implementación del proyecto en España, coordinando junto con Elena del Barrio la adhesión de Donostia-San Sebastián a la Red Mundial. Fue el primer municipio español en hacerlo, pero hoy son ya 36 las ciudades que han iniciado el proceso de amigabilidad, además de un territorio, el País Vasco, que presentó  oficialmente en el mes de julio el proyecto “Euskadi Amigable”.
Que haya un total de 36 municipios adheridos al programa de los más de 8.000 que existen en España podría parecer una cifra floja, pero, de hecho, España se encuentra en una situación privilegiada en cuanto a ciudades amigables con las personas mayores. Es, según el registro de la OMS (datos de mayo de 2014), el segundo país del mundo con mayor número de municipios adheridos a una red constituida, en la actualidad, por 200 ciudades de 26 países de todo el mundo, solamente superado por Estados Unidos (38). “El programa nacional español de ciudades amigables, que está coordinado por el Imserso, ha generado un enorme interés por el enfoque de ciudades amigas con los mayores. En los últimos años se han sumado cerca de 40 ciudades y comunidades españolas, que cumplen con el firme compromiso de ser más amigables con la edad. Esto abarca desde las grandes ciudades, como Madrid,  Barcelona y Zaragoza, hasta pequeños pueblos en el País Vasco”, explica Lisa Warth, del Departamento de Envejecimiento y Ciclo de Vida de la OMS, el ógano encargado de coordinar la Red Mundial.

Compromiso e implicación de todas las partes
Ello, además, pese a que embarcarse en un proceso como este no es nada sencillo. “El desarrollo de este tipo de iniciativas exige un fuerte compromiso de los diferentes agentes implicados porque es un proceso complejo”, afirma Sancho.
“El concepto de ciudad amigable con la edad se basa en el Marco de Envejecimiento Activo de la OMS. Se promueve el envejecimiento activo mediante la adaptación de las estructuras y servicios para que sean accesibles e inclusivos con las personas mayores que tienen diversas necesidades y capacidades. Esto incluye los espacios públicos y edificios, hay que conseguir que sean seguros y accesibles; transporte y vivienda, para que sean asequibles y estén adaptados a las necesidades de las personas mayores. Además, las ciudades amigas de los mayores se comprometen a seguir promoviendo la participación activa de las personas mayores en la vida comunitaria, proporcionando oportunidades para la participación social y ciudadana, el empleo y el voluntariado y la promoción de una interacción respetuosa e incluyente entre las generaciones. Apoyo comunitario y de salud de calidad y servicios de atención social son igualmente un componente importante de estos entornos”, detalla Warth.
Para abarcar todas estas cuestiones, el proyecto “tiene que estar interiorizado por el gobierno local, y es muy recomendable que sea compartido por todos los grupos del plenario municipal, y en ningún caso ha de ‘instalarse’ en una concejalía; el trabajo es conjunto de las diferentes áreas de la organización municipal, con un enfoque transversal no sumatorio; las estrategias de colaboración deben incluir actores variados, haciendo necesario, por tanto, un convencimiento de liderazgo relacional; y todo ello ha de estar fundamentado en una visión del envejecimiento en relación con el conjunto de generaciones que viven en el territorio”, aclara Mercè Pérez Salanova, directora académica del proyecto “Barcelona, Ciudad Amiga de las Personas Mayores” y en la actualidad responsable del programa Ciudades y Territorios Amigos de las Personas Mayores de la Diputación de Barcelona.
“En el nivel operativo, es importante el rigor en las diferentes acciones, el diagnóstico, el diseño, las actuaciones o los indicadores, pero no hay que confundir rigor con rigidez. El proyecto puede ser viable transcurriendo por rutas diversas, ya que no hay solo una. Lo que resulta insoslayable es mantener la lógica de la amigabilidad y la coherencia con la implicación de las personas mayores y el enfoque del envejecimiento”, añade esta experta.
Sobre esta cuestión, Luis Martín Pindado, vicepresidente 3º del Consejo Estatal de las Personas Mayores y presidente nacional de UDP, ambos organismos representados en el grupo de trabajo para el desarrollo del proyecto  Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores en España, recuerda que la iniciativa “establece mecanismos de control y verificación, pero deben ser los ayuntamientos, y los ciudadanos, los que estén convencidos que el plan es bueno para las localidades y para sus habitantes”. En este sentido, Pindado  defiende que “lo bueno del proyecto es que, si se realiza correctamente, se consigue una hoja de ruta personalizada para cada municipio, ya que son los ciudadanos de cada municipio los que determinan qué carencias han detectado y qué posibilidades de mejora se plantean para la consecución de un envejecimiento activo y pleno en todos los aspectos contemplados”.
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La participación es clave
“Si un ayuntamiento recela sobre la participación, desconfía de su eficacia o la reduce a celebrar reuniones periódicas para informar sobre lo que está haciendo o lo que prevé hacer... es mejor que no se plantee iniciar este proyecto”, destaca a este respecto Mercè Pérez Salanova.
Dos de las ciudades españolas con un mayor recorrido en el proyecto y que son, a todas luces, ejemplo de buenas prácticas en la implementación de entornos amigables con las personas mayores son las ya mencionadas Donostia y Barcelona. Y, probablemente, parte del éxito de ambas resida, precisamente, en que partían de una situación de ventaja en cuanto a la promoción de la participación de sus ciudadanos, el pilar fundamental sobre el que se sustenta la Red de Ciudades Amigables. En el caso de la primera, el Plan Estratégico del Ayuntamiento guipuzcoano hacía referencia a “objetivos como fortalecer el sentimiento de ciudad, y apostaba a favor de las participación activa de los diferentes sectores sociales, económicos y ciudadanos”, detalla Mayte Sancho.
Por su parte, Barcelona tenía una larga experiencia en la participación de los colectivos de personas mayores y, de hecho, el proyecto fue impulsado por el Ayuntamiento con la colaboración del Consejo Asesor de Personas Mayores. Para Pérez Salanova, “esta característica fue una fortaleza desde el inicio del proyecto y ha sido un nutriente básico en todo el trayecto”.
Y es que las áreas de mejora de cada comunidad se conocen, como recuerda Lisa Warth, “preguntando a quienes mejor las saben: las propias personas mayores”. “La participación significativa de este colectivo en la evaluación de la amigabilidad de una comunidad y la identificación de prioridades para la acción es el pilar central del enfoque de este proyecto”, añade la coordinadora de la Red en la OMS.

El futuro
Luis Martín Pindado, el máximo representante del colectivo en el Consejo Estatal de las Personas Mayores, es optimista ante el avance de la Red en España, aunque plantea la necesidad de dirigir más medios a ello. “Creo que podríamos ampliar el número de municipios que se adhieran a la Red de Ciudades Amigables si encontramos un apoyo que nos permita disponer de técnicos cualificados que impulsen el proyecto en los ayuntamientos. Estos, por sí solos, tienen difícil incorporar más trabajos a la gestión municipal con los recursos reducidos de que disponen”, explica, al tiempo que añade que “una alternativa podría ser la empresa privada, y ya estamos trabajando en esta dirección”.
En cualquier caso, si algo ha conseguido la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores es traer al debate público la conveniencia y oportunidad de construir una sociedad apta para todos, independientemente de la generación a la que pertenezcan y las experiencias que se están desarrollando en la actualidad servirán no sólo para mejorar los entornos sobre los que se está actuando, sino también para sensibilizar sobre esta cuestión a sus vecinos y, en fin, a toda la sociedad. “Queda mucho camino por recorrer, sí, pero es un camino que nos conduce a ciudades y comunidades donde los mayores de mañana vivirán mejor”, concluye Pindado.

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