CATEDRÁTICA DE MEDICINA PREVENTIVA Y SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE Y MIEMBRO DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN BIOMÉDICA EN RED DE EPIDEMIOLOGÍA Y SALUD PÚBLICA (CIBERESP)
María Teresa Ruiz Cantero: “Aunque en la investigación se ha avanzado muchísimo, del conocimiento que ya existe a la práctica profesional hay distancia”

PREGUNTA.- ¿Qué impacto ha tenido y tiene en la salud femenina el sesgo de género?
RESPUESTA.- Desde el momento en el que se ha empezado a hablar de este asunto, a principios de los 90, ha aumentado mucho la evidencia científica sobre cómo las enfermedades –muchas de ellas, no todas– se manifiestan, en cuanto a signos y síntomas de manera diferente en mujeres que en hombres, que esto es muy útil para que los médicos lo aprendan, los estudiantes de medicina lo aprendan, de tal manera que cuando se encuentren ante una misma enfermedad, pero que se manifiesta de manera diferente en síntomas o signos clínicos, piensen en un diagnóstico diferencial correcto, en definitiva.
Esto ya ha mejorado mucho, hay mucha evidencia científica que va a contribuir a disminuir los sesgos de género de atención sanitaria, aunque, en general, no se enseña todavía en las universidades. Una avance es, por ejemplo, el asunto del infarto. Hay universidades que sí que ya lo tienen incorporado, esta manera diferente de manifestarse en mujeres que en hombres, y eso hará que los estudiantes de medicina, una vez médicos, pues sí que piensen en que puede ser un infarto, aunque no sea como el de libro, que es ese típico de dolor precordial en la zona izquierda del corazón, con irradiación a brazo, y eso es típico en los hombres, pero no es tan típico en las mujeres. Esto se tiene que estudiar en medicina, en los grados, para que cuando la mujer acuda con un dolor precordial o con una sensación de malestar, no piensen que es ansiedad, sino que piensen que puede ser un potencial infarto.
Y este que es el ejemplo más conocido, porque más se ha estudiado, pero lo podemos extender a muchas otras patologías. El impacto podría ser mayor en cuanto a evidencias científicas que ya existen, pero al no enseñarse las carreras de medicina de una manera sistemática en todas las asignaturas clínicas, pues la realidad es que luego cuando los médicos ya están en la práctica profesional, todavía no, ese conocimiento todavía no se ha aprendido, pues tampoco lo practica. Así que siguen perviviendo los sesgos de género en el diagnóstico y en la terapia.
P.- De todas maneras, sí se ha avanzado algo…
R.- En la investigación, seguro, aunque no al 100%. El pasado mes de abril salió un artículo publicado, de una revisión hecha en las mejores revistas científicas de oncología, y llegaban a la conclusión de que solo un 30% de los estudios analizaban las células teniendo en cuenta el sexo, si era célula macho o hembra. ¡Solamente un 30% de los estudios identificaban en la investigación si era célula macho o hembra! En el otro 70% todavía estudian solo el sexo de las células machos, o solo hembras, pero por otro lado. Dependiendo de la patología, no se estudia de una manera sistemática. Aquí tengo que decir que la medicina con perspectiva de género va a ser útil a hombres y mujeres, precisamente. En este estudio, quienes salen perdiendo son los hombres, porque las mujeres tenemos una respuesta inmunitaria muchísimo más fuerte que ellos. De tal manera que estudiar cómo es la respuesta inmunitaria con detalle, la respuesta inmunitaria de las células femeninas, en este caso, iba a ser muy útil para poder, con ese conocimiento, utilizarlo en mejorar la respuesta masculina, la respuesta inmunitaria de las células macho, y con qué tipo de terapias o de manejo de las mismas. Es decir, que la perspectiva de género es como la medicina basada en la evidencia, que tanto se habla de ella, pero desagregando ese tipo de evidencia, que sea mucho más precisa en un sexo y en el otro.
Por tanto, aunque es verdad que en la investigación se ha avanzado muchísimo en evidenciar los sexos de género, del conocimiento que ya existe a la práctica profesional hay distancia, esa es la realidad. Yo diría que a los médicos y médicas cada vez les suena más este tema, pero al no estar metido sistemáticamente dentro de la ciencia universitaria, no se evitan los sesgos de género en la práctica profesional.
P.- ¿Por qué un tratamiento para un mismo diagnóstico clínico puede tener consecuencias positivas, negativas o neutras según el sexo?
R.- Esta es una línea un poco periférica a la mía, pero que se cruza constantemente, la de los sesgos de género en los ensayos clínicos. Las mujeres y los hombres tenemos diferente farmacogenética, porque somos genéticamente diferentes; diferente farmacocinética, los fármacos se mueven de diferente manera en el organismo; y diferente farmacodinamia. En un estudio que hice financiado por el Instituto de la Mujer entre médicos de diferentes comunidades yo les preguntaba: ¿Vosotros dais el mismo tratamiento a mujeres que a hombres? Sí, sí, muy a menudo, me decían. Pero, ¿sabéis que hay diferente farmacocinética, farmacodinamia y farmacogenética según el sexo? Por ejemplo, la cinética hace que en el organismo de las mujeres las células grasas se acantonan. En los hombres también, si tienen grasa, por supuesto, pero tardan más en liberarse, tardan más en salir de las células, por lo tanto, tardan más en hacer efecto, y luego están más tiempo en el organismo hasta que se excretan. Y es que, normalmente, se prescribe, sobre todo, en función de peso y talla, pero no en función de la farmacocinética, ni farmacodinamia, ni farmacogenética, porque los protocolos, no lo dicen.
Me pregunto por qué no se incorpora en las guías clínicas las diferencias por sexo, en la manera de enfermar y en la respuesta a los tratamientos.
P.- ¿Es la sociedad consciente y está suficientemente informada sobre esta realidad?
R.- Diría que no. Además, creo que con la ampliación del concepto de género, por más que yo apoye la necesidad de estudiar la diversidad afectivo-sexual y sus consecuencias en la salud, me parece que lo que ha creado es mucho caos en cuanto a entender, o saber diferenciar, el concepto de sexo y género, en definitiva.