La apuesta por los ‘senior’ no es una opción
En primer lugar, porque el proceso de envejecimiento galopa desbocado: si en 1990 había 61 mayores de 65 años por cada 100 menores de 16, hoy la proporción se ha invertido, contabilizándose 118 de los primeros por cada 100 de los segundos. Para más inri, la natalidad permanece estancada en valores mínimos, sin vislumbrarse un cambio de tendencia: con una media de 1,3 hijos por familia, estamos lejos del 2,1 necesario para garantizar reemplazo generacional.
Todo ello augura un futuro sombrío para nuestro Estado del Bienestar, particularmente en lo que respecta al mantenimiento de las pensiones. Y, además, pone sobre la mesa muchos retos que debemos afrontar con rotundidad.
Quizás uno de los más importantes es erradicar la discriminación de los profesionales, eliminando las manidas “etiquetas” que tanto nos empobrecen como sociedad. Una de las más importantes sigue siendo la edad: a ella se asocian creencias estereotipadas que asumimos como verdaderas, pero que nunca han sido contrastadas: “no dominará las nuevas tecnologías”, “le costará aprender”, “no tendrá flexibilidad”, “exigirá un sueldo muy alto”.
“Incorporar profesionales senior es la única garantía de sobrevivir al suicidio demográfico”
Estos pensamientos conducen al descarte casi automático del profesional, ocasionando una incalculable pérdida de competitividad.
Tengamos en cuenta que los profesionales senior van ganando peso sobre el total de desempleados (ya representan cerca del 40%). Discriminarles es, por tanto, caer en una absurda contradicción, mientras que incorporarles es la única garantía de sobrevivir al “suicidio” demográfico.
Ahora bien, estaríamos cometiendo un nuevo error si asociamos la contratación de mayores con filantropía o acción social: los senior no deben considerarse un grupo en riesgo de exclusión, sino una fuerza imprescindible que, a lo largo de los años, ha demostrado una gran cultura del esfuerzo y competencias de alto valor. Ellos, que tanto aportaron a nuestra economía hace una o dos décadas, no pueden ser desestimados hoy: no solo les estaríamos fallando, sino que estaríamos desperdiciando un sinfín de competencias y valores, tirando piedras sobre nuestro tejado. La solución estriba en hacerles partícipes de la transformación digital, equipararles a los más jóvenes en materia de formación, conseguir que su experiencia se convierta en un valor añadido.
“Combinar las competencias de los senior con las de los jóvenes, revierte en los proyectos más exitosos”
Las organizaciones con más visión ya están aplicando el intercambio generacional como pilar de competitividad, combinando las competencias de los senior con las habilidades de los más jóvenes.
¿El resultado? Proyectos transversales construidos desde la amplitud de miras, marcados por diferentes puntos de vista y estilos de gestión, que se convierten en los más completos y exitosos. Todo ello a la vez que empoderan a los trabajadores, enriqueciéndoles a nivel personal y profesional.