domingo, 9 marzo 2025
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Geriatra. Director general de IDEA

Sánchez-Ostiz: “La promoción de la desinstitucionalización es éticamente incorrecta y peligrosa, pues solo ve una cara de la moneda”

Hablamos con el director general de IDEA sobre cómo ha evolucionado modelo de atención en España que, opina, ha sufrido “una tendencia a la despersonalización de los cuidados. Tenemos que apostar por recuperar la esencia del sector como la de implantar estrategias de atención centrada en las personas (ACP)”. Además, repasamos con él los retos a los que se enfrenta el sector en un momento decisivo: “Promocionar única y exclusivamente los servicios domiciliarios, como si se enfrentasen a los recursos asistenciales, es no entender el proceso de atención”, asegura

Pregunta.- Su trayectoria es inseparable de las personas mayores, tanto es así que actualmente está al frente de la Asociación Navarra de Entidades Asistenciales y de la empresa IDEA. ¿Diría que uno de los temas que más urge atender es el cambio del modelo asistencial que históricamente hemos tenido en España?

Respuesta.- Primero, por cómo ha evolucionado la sociedad española en cuanto al envejecimiento poblacional resulta evidente y absolutamente urgente abordar un nuevo modelo de cuidados. En segundo lugar, las estructuras familiares han cambiado. Venimos de un modelo social donde la familia se hacía cargo de la situación de dependencia en sus ascendientes, con independencia de sus necesidades. Hoy tenemos un mundo más global (hijos que ya no viven donde lo hacen sus padres) y menos poblado (cada vez las familias son más reducidas), que hace irremediablemente necesaria la existencia de, cada vez más, plazas asistenciales. Actualmente el papel de la familia se difumina, aparecen recursos intermedios y los servicios de soporte domiciliario resultan a todas luces insuficientes; sin perder de vista que, en líneas generales, opino que la sociedad está perdiendo los principios y valores básicos como la solidaridad, la dignidad o el valor del cuidado. Los centros residenciales surgen cuando ya no es posible cuidar en casa. En tercer lugar, somos cuidados por personas de otros países que se tienen que integrar en nuestra cultura y el perfil de persona que ingresa en un centro o en un servicio se vuelve cada vez más complejo con presencia de múltiples patologías, deterioro mental, soledad, ausencia de soporte social, etcétera.

P.- Llevamos años hablando de implantar modelos más personalizados. ¿Cree que los centros residenciales ya están dando un viraje hacia esa tendencia?

R.- Es evidente que las cosas están cambiando y que desde hace ya algunos años, y más evidente desde la pandemia, los centros residenciales están realizando un gran esfuerzo por mejorar sus infraestructuras y sus diseños, modificar su forma de trabajar, formar a sus profesionales y hacer centros más hogareños donde las personas sean el centro del proceso de atención. Llevábamos años hablando del modelo de atención centrada en la persona, hasta que llegó la pandemia y lo aceleró todo. Nos trajo un modelo más personalizado y personalista. Personalizado en la medida en que todos los actores del sector (regulador, inversores, gestores, etcétera) buscan que los centros residenciales parezcan más un hogar y menos una “institución a secas”. Esto lo vivimos en los requerimientos constructivos, de personal, de operativa propia de los centros. Por otro lado, considero que es personalista por una exigencia de la propia sociedad; somos más exigentes como consumidores en todas nuestras decisiones, desde la entidad bancaria, el colegio de nuestros hijos o el restaurante de fin de semana. En todos los ámbitos nos hemos vuelto igualmente responsables y, en el caso de los centros residenciales, no han tenido más remedio que ir adecuado sus servicios a este cambio social con un buen servicio acorde al precio que pagamos, transparencia en las condiciones y mucha comunicación.

P.- ¿Podemos afirmar que las residencias, de manera generalizada, no están concebidas de la misma manera que hace unos años?

R.- Cuando hablamos de residencias podemos cometer el error de generalizar. Hay centros en los que siempre se ha trabajado unos modelos asistenciales en los que ha primado la calidad asistencial y multitud de personas se han encontrado como en casa, bien cuidadas hasta el final. Centros de todos los tamaños y ubicaciones que han sido injustamente tratados por los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto a raíz del periodo de pandemia. Estamos en un periodo postpandemia que está provocando cambios normativos acelerados con objetivos que, en cierta medida, ya se cumplían en centros con independencia de su tamaño y/o distribución y en los que hay que distinguir estos centros con una gran tradición en España y por otros centros que venían de modelos asistencialistas en los que primaba la organización asistencial y la personas tenían a que adaptarse al centro con una clara despersonalización de la atención. El fin verdadero a perseguir debe ser siempre la calidad asistencial, no el tamaño o la distribución, que pueden ser, o no, canales hacia el fin, pero nunca el fin en sí mismo.

P.- IDEA nació para “mejorar la calidad de vida de las personas con un enfoque ético de los cuidados”. ¿En qué consiste el modelo de atención y gestión asistencial que han creado?

R.- Nuestro propósito corporativo de mejorar la calidad de vida de las personas con un enfoque ético de los cuidados es nuestra razón de ser. Este propósito se completa con unos principios y valores, que son la cadena de transmisión de nuestro propósito. Estamos trabajando en que cale como lluvia fina en todos los niveles, desde el personal de servicios generales al personal de dirección. Este propósito nos ha llevado a diseñar un modelo propio de atención en centros residenciales: residencias con sentido. Residencias con sentido, en síntesis, es un modelo de gestión basado en los proyectos de vida de las personas que asume el propósito como eje vertebrador. Esta “lluvia fina” marca la diferencia y nos está sirviendo como elemento aglutinador, de fidelidad y de compromiso de las personas que conformamos IDEA.

P.- ¿Ese enfoque ético había sido olvidado a la hora de atender a los sénior?

R.- Sin duda, en general, en nuestra sociedad hace tiempo que no pone la ética en primer lugar. En cambio, no me gustaría decir que en nuestro sector se ha perdido, ni mucho menos. Tenemos la suerte, y la responsabilidad, de atender a las personas en la última fase de su vida. Estoy seguro de que de forma general, quienes prestamos el servicio buscamos hacerlo de la mejor manera, comprometidos con el respeto a la vida humana hasta el final. Por otro lado, el sector de los cuidados se ha movido al ritmo de los cambios normativos. Asistimos a un incremento de la intervención pública que, en principio, no es ni buena ni mala, pero que bajo mi punto de vista encorseta a las organizaciones y las hace más rígidas promoviendo que las personas se adapten a los centros a los procesos, indicadores, ratios, normativas, protocolos, etcétera. Esto ha podido provocar una tendencia a la despersonalización de los cuidados, tenemos que apostar por recuperar la esencia del sector como la de implantar estrategias de atención centrada en las personas (ACP) o la reciente metodología que la Diputación de Álava está promoviendo en sus centros de atención centrada en las relaciones (GIZAREA), pueden ayudar sin duda a promover que las organizaciones se adapten a las personas y no que las personas sean las que se tengan que adaptar.

Rafael Sánchez-Ostiz.

P.- Siguiendo la filosofía de estas ‘residencias con sentido’, ¿una de las claves para garantizar una adecuada atención es que las personas podamos decidir cómo deseamos ser cuidados?

R.- Para nosotros el proyecto vital de cada persona mayor lo asimilamos a recorrer un camino y en concreto trabajamos el paralelismo con el Camino de Santiago en el que cada uno lo recorre solo o acompañado, interactúa con personas de otros lugares, otros intereses u otras culturas, en los que hay días de cuestas arriba y otros de cuestas abajo, con sol viento o lluvia y con un objetivo vital que se asemeja a llegar a Santiago de Compostela. Los profesionales nos constituimos en compañeros de camino que acompañamos a las personas mayores en definir y concretar sus objetivos vitales, siendo facilitadores y en los que la familia o las personas más cercanas se constituyen como parte esencial del proceso de atención buscando la excelencia en la atención. Y la excelencia en el cuidado implica no solo aspirar a un nivel asistencial de altísimo nivel, sino tratar de permear en lo más profundo del ser humano: su sentido de vida. Así es como, mientras tratamos de estar a la vanguardia asistencial, elegimos apostar por los proyectos de vida como modus vivendi en nuestros centros. Lo llevamos a la práctica a través de grandes pilares: conocer a cada persona y su proyecto de vida, respetar su autonomía y valores, potenciar su capacidad e intereses y apoyar su proyecto de vida a través de actividades significativas.

P.- Uno de los retos que tenemos es la atención a la dependencia. ¿Considera que es necesario ofrecer más recursos –y más flexibles– para contribuir a facilitar la labor de los cuidadores?

R.- Resulta ineludible articular una continuidad de centros y servicios socio sanitarios bien coordinados que acompañen a las personas en la génesis del proceso de dependencia desde las estrategias de prevención hasta los cuidados al final de la vida. Es evidente que los recursos de soporte domiciliario resultan indispensables y en este ámbito incluyo la atención primaria sanitaria que atiende ala mayor parte de personas mayores. Por otra parte, no me gusta hablar de cuidadores formales e informales cuando la familia es y va a seguir siendo el pilar fundamental del sistema de cuidados de nuestro país. Hacemos muy poco por dar soporte a las familias cuidadoras que ante una situación de emergencia y desestabilización trasmiten un SOS que muchas veces queda sin una respuesta adecuada. Ofrecer una amplia cartera de servicios desde los centros como plataforma de servicios o promocionar distintas formas de abordar la dependencia es una visión acertada, pues apoya y ayuda a las familias y, sobre todo, se dirige a las personas mayores, reforzando su capacidad de elección. Aprovecho para ensalzar la grandísima labor de las familias. En IDEA siempre defendemos que ellas son un pilar fundamental en el sistema y proceso de cuidado de las personas mayores.

P.- ¿Qué otros retos deben centrar el debate del sector hoy y que son ineludibles?

R.- Es indispensable y urgente hablar de tres grandes desafíos. En primer lugar, la infrafinanciación crónica del sector que nos lleva a que se dedican recursos insuficientes para responder a una demanda creciente por lo que todo incremento se absorbe por una curva de envejecimiento en continuo crecimiento. Llegar al 2% del PIB no tiene que ser algo utópico o aspiracional sino una demanda justa, si queremos dar respuestas de calidad a estas necesidades. Aunque suena a tópico, esto se concreta de manera muy sencilla: en la actualidad no existen recursos públicos suficientes para dar respuesta a las necesidades de cuidados, por lo que la colaboración público-privada es absolutamente indispensable. Cada año fallecen innumerables personas en su casa esperando una plaza en una residencia o recibir una prestación. Como he comentado, lo más grave es que la tendencia poblacional nos permite anticipar una creciente demanda, y en el poder público por ahora solo encontramos legislación, no recursos. En segundo lugar, asistimos a una crisis del sistema de cuidados, las familias lo tienen cada vez más difícil para desarrollar su labor cuidadora con carencias evidentes en productos y servicios domiciliarios de soporte, formación en cuidados o la implantación de recursos intermedios como los centros de día. Por otro lado, es evidente que no existe prácticamente ningún control en la prestación de los cuidados por cuidadores no profesionales, podemos afirmar que esa prestación es un agujero negro y que las familias se apañan como pueden, no hay más que reflexionar que solo el 5% de personas dependientes mayores de 65 años viven en una residencia y que otro 20% lo hacen en sus domicilios con servicios de soporte muy escasos. El tercer gran desafío es el papel que juegan los servicios sanitarios públicos en la atención a las situaciones de dependencia y complejidad. La dependencia tiene su origen en una o varias enfermedades, por lo que resulta ineludible la intervención del sistema sanitario. No es una pataleta, es un derecho que tenemos reconocido: un derecho a una sanidad pública, gratuita y de calidad independientemente de donde vivamos, ya sea en casa o en una residencia.

P.- Gobierno y comunidades acaban de acordar una inversión para impulsar la transformación del modelo de cuidados apostando por la desinstitucionalización. ¿Qué opinión le merece?

R.- Considero que este enfoque es algo que los profesionales del sector siempre hemos defendido: en geriatría siempre se ha mantenido la máxima “en casa hasta que sea posible y en la residencia cuando sea necesario”. Sin embargo, promocionar única y exclusivamente los servicios domiciliarios, como si se enfrentasen a los recursos asistenciales, es no entender el proceso de atención. Por otra parte, el afirmar que las personas quieren envejecer en casa es una auténtica falacia. ¡Por supuesto que queremos envejecer en casa! Pero lo que no podemos anticipar son las complejidades de la dependencia que a todos nos llega y lo que no podemos obviar es la enfermedad silenciosa de la soledad no deseada. La promoción de la desinstitucionalización es éticamente incorrecta y peligrosa, pues solo ve una cara de la moneda: qué menos que promover en igualdad de condiciones una pluralidad de recursos o sistemas asistenciales, para mantener la capacidad y libertad de elección de las personas mayores.

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Marta S. Massó
Marta S. Massóhttps://entremayores.es/
Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información de nacional de entremayores y la edición de Galicia.

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