domingo, 9 marzo 2025
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El robot social, la tecnología que se está gestando y que promete cuidarnos

El campo de la robótica no es nuevo, tampoco en el sector sociosanitario, pero los últimos avances en la inteligencia artificial generativa han disparado las expectativas sobre esta herramienta asistencial. ¿En qué fase está? ¿Qué retos y riesgos plantea?

Vivimos rodeados de máquinas y de sistemas electrónicos complejos que nos ayudan en casa o en el trabajo; dispositivos que nos facilitan algunas tareas o que, simplemente, nos entretienen. Su labor asistencial está cada vez más presente, casi como un cuidador invisible que aparece y desaparece a nuestro antojo. En realidad, esto es, más o menos, lo que plantea el sector sociosanitario para los cuidados del mañana, un futuro en el que el robot social puede ser la solución a la escasez de profesionales o al imparable envejecimiento de la población. ¿En qué fase nos encontramos? ¿Son los robot sociales la próxima revolución en la atención? Y, si lo son, ¿qué desafíos plantean y cuáles son los riesgos?

En la actualidad, uno de los debates más enconados del sector versa sobre el rediseño del modelo de cuidados de larga duración. Los diversos actores implicados –empresas, Administraciones públicas, investigadores…– discuten en estos momentos sobre cuál debería ser el enfoque a la hora de cuidar. En este contexto de transformación, surgen tecnologías pujantes que, aunque llevan años entre nosotros, cada vez están más presentes en la cotidianidad del día a día. Hablamos, por ejemplo, de la inteligencia artificial (IA) y de su integración en diversas tecnologías como los asistentes virtuales, los chatbot o la domotización de una casa.

La IA se usa ya para el análisis de patrones de comportamiento, para el diagnóstico y la prevención de enfermedades o para detectar posibles emergencias. Esta tecnología también forma parte de otra tendencia que puede convertirse en una realidad a medio plazo: la robótica social, es decir, el uso de robot diseñados para interactuar con las personas y que serán un apoyo en las tareas de asistencia, compañía o rehabilitación.

Ane San Martín, doctoranda en el área de Interacción Humano-Robot y especializada en la personalización de interacciones en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), apunta dos principales ramas a la hora de aplicar la tecnología en los cuidados. Por un lado, el sector “se centra en los robot asistenciales (el robot social), porque al final la idea es que estos puedan tener una comunicación diaria con las personas, algo esencial si, por ejemplo, están solas o para su uso en residencias, donde hay escasez de cuidadores y se necesita más ayuda”. No obstante, San Martín señala que es igual de necesario “otro tipo de tecnologías para la monitorización o de detección precoz de los cambios en las personas”. En este caso, se refiere al uso de dispositivos que puedan percibir, por ejemplo, si una persona está cada vez más triste y, por este motivo,necesite una mayor asistencia, o que detecten si está teniendo cada vez más caídas o accidentes en su hogar, o que indique un deterioro neurodegenerativo.

La investigación de San Martín se especializa en IA y realidad aumentada (RA) –esto es, tecnología que aporta información digital sobre el mundo real a través de dispositivos como unas gafas inteligentes, una tablet o un móvil–. Su trabajo consiste, sobre todo, en mejorar la comunicación bidireccional que se produce entre la tecnología y la persona usuaria. “Cada vez se introducen más robot en la vida cotidiana, en nuestro entorno de trabajo, y mucha investigación se enfoca en su automatización. Sin embargo, creo que había una parte que se estaba dejando de lado y que era saber cómo se sienten las personas en esa interacción. Todo mi trabajo se enfoca en mejorar la comunicación humano-robot”.

Si queremos que el nuevo robot social asista a las personas, primero es necesario que ambas partes se comprendan mutuamente. El objetivo, explica la ingeniera electrónica, es conseguir “una comunicación mucho más natural, que el robot nos entienda a través de nuestras señales sociales, nuestro estado cognitivo afectivo, y conocer nosotros también qué está en la mente del robot”.

Para comprender los cuidados que están por llegar, y en el que el robot social parece reservarse un papel protagonista, primero habría que definir exactamente en qué consiste esta rama de la robótica y conocer qué es lo que puede aportar en el futuro. Eduardo Zalama, catedrático de la Escuela de Ingenierías Industriales de la Universidad de Valladolid y Asesor científico del Centro Tecnológico Cartif, explicó durante su intervención en la II Feria Internacional de Innovación y Tecnología al Servicio de los Cuidados (Fitecu), celebrada a finales del mes pasado en Zamora, que se trata de “robot con una capacidad de interacción similar a la de las personas, o al menos ese es el objetivo: que sean capaces de entender nuestro lenguaje, de interpretar escenas, imágenes y, de alguna forma, de tener un cierto comportamiento humano”.

Por tanto, la finalidad de la robótica social es conseguir una tecnología que tenga en cuenta tres aspectos: la percepción, la cognición y la acción, es decir, debe ser capaz de percibir el entorno y entenderlo, de razonar y tomar decisiones, y de ejecutar las acciones. “Gracias al desarrollo en los tres últimos años de los modelos de lenguaje de gran tamaño (LLM) –ChatGPT, DeepSeek– y de los modelos de lenguaje visuales, ahora la IA es capaz de reconocer el diálogo”, asegura, y esto es un gran avance, porque “muchos desarrollos previos utilizaban herramientas y agentes conversacionales muy limitados en el universo del discurso”.

Es decir, se ha progresado mucho en la percepción y la cognición, y ahora el desafío es pasar a la acción, que el robot social sea capaz de llevar a cabo movimientos complejos, como podría ser algo tan sencillo como coger un vaso de agua o manipular una prenda, que todavía entraña su dificultad. “Se hace complejo porque, cuando empiezas a interaccionar con el entorno, las cosas no suceden como están planificadas”, reconoce el catedrático.

Pablo Gómez:“En los foros se crean compañeros de viaje para superar los retos”

Un ejemplo de lo que se persigue es el proyecto EIAROB –en el que trabaja la Universidad de Valladolid, la Fundación Cartif, la Fundación Asprodes, Intras y la Consejería de Familia de Castilla y León–, que tiene el reto de llevar los robot sociales a casas y residencias para dar soporte a las personas, también para resolver otro de los grandes problemas de la actualidad: la soledad no deseada. Para ello, la iniciativa desarrollará un sistema de inteligencia ambiental –conformado por actuadores, sensores y robot sociales– que permita la monitorización y la supervisión de actividades de las personas usuarias.

Otro ejemplo incipiente se pudo ver en directo en la propia Fitecu: el robot social humanoide G1 de Unitree, un prototipo todavía prematuro, ya que de momento no tiene integrada su propia IA, pero que en el futuro promete desempeñar diversas tareas, entre ellas, las asistenciales.

Dario Samaniego, CEO Synergy Tech –distribuidor oficial de estos robots de Unitree en España–, explicó en Fitecu que el desarrollo de este tipo de tecnología está más extendida de lo que pensamos, con unas 87 empresas en todo el mundo trabajando en los próximos robot humanoides, que nacen para asistir a las personas, “pero que no tienen la intención de sustituirlas”, matizó.

Un momento en la presentación del robot social humanoide G1 de Unitree, en la pasada edición de Fitecu.

LA PERSONALIZACIÓN, UNA DE LAS CLAVES

La tecnología no solo es un elemento beneficioso para los usuarios, también lo puede ser para los propios prestadores de servicios, que tienen que hacer frente a escollos como la citada falta de profesionales, cuestión agravada, además, por el progresivo envejecimiento poblacional.

Pablo Gómez, presidente del clúster Soluciones Innovadoras para la Vida Independiente (SIVI), señala que hay un desafío enorme: “Saber con qué recursos prestamos los apoyos, porque todos somos conscientes de que la escasez de recursos humanos es algo que va en aumento”. Gómez lo ejemplifica con las dos ediciones que han organizado de Fitecu, en las que el foco ha apuntado a los dos extremos de la cadena: “Hace dos o tres años se hablaba de los beneficios para el usuario, pero también están los beneficios para el trabajador, para la eficiencia del prestador de servicios, lo que permite poder maximizar los recursos humanos existentes, suplirlos o complementarlos cuando no los hay. En ese sentido, yo creo que la tecnología juega un papel clave”.

Guillem Alenya, director del Instituto de Robótica e Informática Industrial, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), en su intervención en Fitecu, argumentó que existe una dualidad de objetivos dependiendo del interlocutor: “Cuando salimos del laboratorio y preguntamos a los usuarios, lo que nos dicen es que quieren vivir mejor y en su casa. Y cuando preguntamos a los cuidadores, lo que nos comentan es que quieren mejores herramientas y tener más formación para poder interactuar con ellas”.

Para cumplir con estos propósitos, ¿qué características habrá que tener en cuenta en el diseño de los robot sociales del futuro? “Los investigadores tienen que encontrar los agujeros de las tecnologías, es decir, qué es lo que nos falta todavía”, comenta Alenya. Su equipo se ha fijado en dos propiedades que deberán poseer: por un lado, la personalización, para que el robot se adapte a lo que cada uno quiere, y, por otro, la explicabilidad, que el robot pueda explicar su propio comportamiento.

En esa misma linea opina la ingeniera electrónica del MIT, para la que esta personalización es fundamental. Lograrla pasa por desarrollar unos robot que entiendan nuestro lenguaje gestual y corporal. “Los humanos nos expresamos con señales que no son explícitas, por gestos, miradas, pero estos son diferentes en cada persona. Entonces, todavía falta mucho para conseguir modelos que sean capaces de interpretar a cada individuo, para conseguirlo deberían ir aprendiendo con las propias personas”.

Otra cuestión capital para San Martín es incentivar al usuario para que use el robot social durante un tiempo prolongado, por lo que tiene que ser lo suficientemente atractivo para que no se aburra a corto plazo. ¿Cómo se puede conseguir un mayor interés? “En robótica, todavía no hemos llegado a ese punto de analizar cuándo se empieza a cansar la persona de una tecnología o cómo podemos hacerla atractiva. El ejemplo podría estar en los móviles y las aplicaciones, en los que conseguimos esa atractividad insertando factores que van cambiando un poco la experiencia, pero lo suficiente para que sea algo nuevo y que la persona quiera seguir interactuando”. Otra posibilidad, aporta San Martín, es que “simplemente observemos que ese robot es útil. Es decir, si el robot me ayuda a hacer algo que yo por mí misma no soy capaz de hacer, al final se convierte en una herramienta imprescindible”.

Otra característica en la que coinciden varios expertos es su capacidad para camuflarse en el entorno. Según Andrés Pazos, Country Manager de Alexa (Amazon España), “al final, todos los componentes se tienen que integrar y esta IA debe hacer la función de malla o de cerebro del hogar. La tecnología debe de ser transparente: que aparezca cuando se necesite y que luego desaparezca, sea un robot social o un sistema de domótica”.

Una veredicto que es compartido por Javier Pascual Soriano, experto Human-Centred Robotics, director del Campus de Tecnología, Innovación y Ciencias Aplicadas de UDIT y CEO Singular Things, que alude directamente a lo que les reclaman los usuarios finales y el resto de agentes del sector (empresas, cuidadores…): “Piden que la tecnología no los estigmatice, por lo que debe estar mimetizada con el entorno”. Pone el ejemplo del trabajo que desempeña su equipo en el diseño de moda, “con textiles inteligentes, hilos conductores… para literalmente ocultar la tecnología en la ropa y que nadie tenga que ponerse una pulsera o un collar. Queremos que con la camiseta de todos los días ya se estén midiendo pulsaciones u otras constantes, incluso el azúcar”.

Finalmente, un lugar destacado en este diseño de la robótica del futuro lo ocupa también la humanización. La investigadora San Martín advierte que hay que humanizar a las máquinas, pero sin alcanzar el ‘valle inquietante’, término acuñado por el experto en robótica Masahiro Mori, que afirma que cuando las réplicas son excesivamente parecidas al ser humano, estas causan una respuesta de rechazo. “En cambio, podemos desarrollar un robot que se vea claramente que es un robot, pero humano en su forma de hablar”. Aplicado a los cuidados sucede lo mismo, añade la ingeniera del MIT, “si una persona no se encuentra bien, necesita respuestas empáticas o una ayuda ‘más humana’. Es decir, hay que humanizar las respuestas del robot, pero no necesariamente su aspecto físico”.

La innovación tecnológica debe ser “social” y atender las necesidades de todas las personas

Pese a que la idea del robot social ya está en marcha, el director del Instituto de Robótica e Informática Industrial todavía la intuye lejana. “Lo que sí que vamos a ver a corto plazo son robot especializados en tareas concretas, pero muy útiles para la sociedad”. En Fitecu, por ejemplo, habló de un robot que su equipo ya están probando en hospitales para darle de comer a los pacientes que no tienen movilidad, y otro que ayuda al personal médico y enfermero a medir la fragilidad, un tema sanitario estrechamente vinculado a las personas mayores en el que está insistiendo mucho en los últimos años desde la Organización Mundial de la Salud.

Mientras esperamos al robot social, otra solución que parece avanzar de forma exponencial es la IA generativa, por lo que quizá los primeros asistentes ya los tendremos pronto en el hogar, pero de una forma incorpórea. “Vamos a ver unos asistentes conversacionales mucho más naturales y abiertos, con conversaciones predictivas, que se anticipan, por lo que el sector de los cuidados se va a poder beneficiar mucho”, asegura el Country Manager de Alexa.

REGULACIÓN, USO DE DATOS Y OTROS RIESGOS

La robótica social, y el resto de tecnologías que confluyen a su alrededor, también entrañan riesgos, unos peligros que ya se atisban y que es necesario prever al mismo ritmo que progresan y se instalan en nuestros hogares.

El presidente del clúster SIVI estima que una cuestión importante ante las nuevas tecnologías es exigir una regulación adecuada. “Ahora estamos en un momento clave con respecto a la regulación de la inteligencia artificial, más cuando hay un modelo americano y anglosajón más liberal, modelos asiáticos más restrictivos, y Europa, que está un poco debatiendo y conformando su modelo”. En este sentido, Gómez remarca que el sector debe “estar a la altura para poder garantizar todos los avances que se han hecho en la ética de los cuidados”, aunque tampoco hay que “ser demasiado restrictivos, dejando que el sector pueda avanzar y desarrollar”. Si se logra, añade Gómez, “podemos motivar no solamente a los investigadores, sino a las personas que luego pueden transformar esa tecnología en innovación, y llegar a mercados desde una perspectiva económica y a las personas desde el punto de vista humano y social, que es el que nos interesa”.

Otro elemento que subrayan los expertos se refiere a los riesgos que genera la gestión del dato. “La IA nos va a dar herramientas, nos va a dar soluciones de personalización, de ayuda a la prevención, etcétera, pero en tanto en cuanto tengamos datos de calidad. Para eso hay que registrarlos, pero también saber qué datos hay que registrar”, comenta el presidente del clúster SIVI. De lo contrario, añade Gómez, “estaremos utilizando una IA basada en datos de terceros, que nos alejarán de la personalización o de la adaptación a los territorios o las comunidades que nos van a ocupar a cada uno”.

Por su parte, Zalama arguye varios inconvenientes técnicos para la robótica como, por ejemplo, “la falta de madurez de la tecnología, por encontrarse en una fase inicial”, o “su sostenibilidad, ya que la robótica todavía es cara, un problema que esperamos resolver con la escalabilidad, en el momento que se fabriquen muchos elementos y se reduzcan los costes”.

El catedrático también prevé otras contingencias como los posibles vínculos emocionales que se podrían generar entre el humano y la máquina, “pudiendo llegar a engancharnos, como nos sucede ahora con los móviles”; o el riesgo de deshumanización. “¿Estamos sustituyendo la afectividad del cuidador o el familiar por el robot?”, se pregunta Zalama, que pone como ejemplo la percepción que tienen algunas personas hacia la tecnología: “Nosotros hemos tenido experiencias en residencias en las que hemos preguntado a las personas mayores si querían tener un sistema de videoconferencia para comunicarse con sus familiares, y su respuesta era que no les gustaba mucho la idea, porque significaba que vendrían menos a verlas”.

Para Zalama, cuando se observa una nueva tecnología, es importante ver los peligros, pero también las oportunidades, las dos caras de la moneda, “porque una simple videoconferencia también nos puede conectar con otras personas que están solas en sus casas”. Todo depende de cómo utilicemos la tecnología y qué necesidades vendrán a mitigar los futuros robot sociales.

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Horacio R. Maseda
Horacio R. Masedahttps://entremayores.es/
Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información empresarial de entremayores y la edición de Euskadi.

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