Animales de compañía, los miembros de la familia que mejoran nuestra salud y vida social

Aunque no existe un registro estatal, se estima que en España hay en torno a unos ocho o nueve millones de perros, y cerca de seis millones de gatos.
En los últimos años, el número de animales de cmpañía en España no ha parado de crecer. Centrándonos solo en los perros y gatos, pese a que no hay todavía un registro estatal y las cifras bailan dependiendo de las fuentes consultadas, se estima que en España hay en torno a unos ocho o nueve millones de perros, y cerca de seis millones de gatos. Parar entender la dimensión de estos guarismos, piensen que la población canina y felina española supera a la de las personas de 65 y más años, que según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) registra algo más de nueve millones de personas.
En el caso de los perros y gatos, los datos que se manejan no son precisos por varios motivos, uno de ellos es que, pese a ser obligatorio el microchip en ambos casos, todavía muchos dueños no los identifican. Otra causa que acrecienta este caos es que, en muchas ocasiones, no se notifica la muerte de una mascota si su fallecimiento no ha ocurrido en una clínica veterinaria.
No obstante, existen indicios suficientes que constatan este crecimiento y, entre ellos, quizá el más fiable es que se refiere al volumen de negocio que generan los animales de compañía. Según los datos de la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (ANFAAC), la facturación en nuestro país en cuanto a alimentación de mascotas superó los 2.000 millones de euros, un 4,7% más que el año anterior. Además, el sector veterinario español experimentó un notable aumento en el número de centros, alcanzando la cifra de 7.128 establecimientos en 2023, 236 más que en 2022 (6,892).
En este nuevo contexto social, los perros y los gatos no solo son multitud, sino que además los percibimos como parte de la estructura familiar. Según el Barómetro de los nuevos hábitos y perfiles del petparent en España, elaborado por la consultora Hamilton y la Asociación Española de la Industria y el Comercio del Sector de Animal de Compañía (AEDPAC), casi la mitad (49%) de los hogares tiene una mascota y el 80% de esos hogares los considera de la familia. Es decir, que participan de la vida hogareña como un miembro más, ya sea porque aparecen en las fotos junto al resto de la prole o porque tienen también regalos en las fechas navideñas.
En la actualidad, sabemos, por diversas investigaciones, que la relación que tenemos con nuestros perros y gatos puede aportar beneficios a nivel físico, mental, emocional e incluso social. Por ejemplo, un estudio reciente del marketplace de cuidado de mascotas Rover ha concluido que el 87% de los dueños de perros ha mejorado su salud mental gracias a su compañía.
La influencia positiva de los animales en la vida de sus cuidadores está ampliamente demostrada. No obstante, el primer paso sería entender por qué se produce una conexión tan intensa entre las personas y las mascotas. La veterinaria Alexia Falcó, directora del Proyecto tan amigos –iniciativa que comenzó en 2003, en Tarragona, para que personas en riesgo de exclusión social se beneficiasen de la interacción con perros de centros de acogida–, observa esta conexión como “un vínculo puramente químico, es decir, algo que está en nuestro cerebro reptiliano y que nos provoca bienestar”.
Se trata de un nexo que “aparece de forma espontánea”, asegura Jaume Fatjó, veterinario, y director de la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud en Universitat Autònoma de Barcelona. “Cuando colocas a una persona en contacto con un animal, y no hay entre ellos una situación de conflicto, se establece un vínculo afectivo. Esto sería como el corazón de todo lo que viene después, la esencia de la relación”.
Fatjó dirige un centro de investigación dedicado a estudiar los beneficios de la convivencia entre personas y animales de compañía, y expone que, tras crearse ese primer vínculo afectivo, “lo primero que te dicen las personas que conviven con animales es que se trata de un miembro más de la familia”, una percepción que concuerda con los resultados del informe de Hamilton.
A partir de aquí, cabría preguntarse a qué equivale entonces un perro o un gato en un hogar. ¿Es como un niño?, ¿como un compañero de piso? “Lo que estamos descubriendo es que los animales de compañía tienen un perfil y unas características, tanto por la especie a la que pertenece, como por la forma en cómo se relaciona con nosotros, que los hacen únicos”, asevera Fatjó. En realidad, matiza, el papel del perro o del gato dentro de la relación dependerá, por un lado, de “la manera en que interactuamos con él, las cosas que hacemos, las actividades que compartimos” y, por otro, del “beneficio o del enganche emocional que obtenemos”.
En este plano afectivo, Sònia Sáez, veterinaria y Corporate Communications Manager Purina España, asegura que las mascotas “dan un gran soporte a nuestra salud mental, porque son un elemento motivador”. Para Sáez, en algunas circunstancias, las mascotas pueden ser decisivas, ya que “en personas con problemas graves de salud mental, una depresión, por ejemplo, el animal de compañía es esa razón para levantarse por la mañana”.
La Corporate Communications Manager Purina España pone un ejemplo: “Tenemos un proyecto en hospitales en el que estamos promoviendo que los perros puedan ir al hospital a visitar a personas que están ingresadas más de un mes, o también a aquellas que están en fase terminal, porque estas personas también quieren despedirse de sus animales, porque los consideran parte de su familia”. Y los profesionales sanitarios “están viendo que, a nivel de recuperación, de bienestar y de motivación del paciente, es muy importante que el animal pueda llegar a tener contacto con ellos”.
En esta misma línea, Xiana Costas –@etoloxia en Instagram–, veterinaria etóloga especializada en el comportamiento canino y felino, explica que la conexión afectiva comporta un beneficio palpable, ya que “diversos estudios han demostrado que acariciar a un perro o un gato reduce la presión arterial, el estrés y, por otro lado, aumenta la oxitocina, la hormona del amor, y fomenta los vínculos sociales”. Costas pone el ejemplo de los gatos, que pueden transmitir “compañía y serenidad”, lo que “ayuda a reducir la ansiedad y aporta algo muy valioso: la sensación de no estar solos”. Precisamente, la etóloga incide en la importancia que adquiere su simple presencia en el hogar, ya que “más del 70% de los tutores de perros y gatos sienten que sus animales de compañía les dan apoyo en momentos difíciles, y la mayoría incluso les hablan y les dicen hasta cosas que no contarían a otra persona”. De hecho, señala Costas, “conectamos con ellos al mismo nivel que con nuestros amigos más cercanos e incluso se genera un vínculo de apego equiparable al que se forma en una relación paterno-filial”.
Además, se trata de un beneficio que influye en todos los integrantes familiares. Fatjó desmiente el mito de que los perros y gatos adquieren el vínculo con una sola persona. “Esto es más una creencia popular que una evidencia científica. Dentro de una unidad familiar, un perro, por ejemplo, se vincula con todos los miembros de la familia. Lo que sí es verdad es que ese vínculo puede ser distinto con cada persona”, reconoce. Una característica, dice el veterinario, que “no debería sorprendernos porque es exactamente lo mismo que nos pasa a nosotros con las personas”.
UN ESTILO DE VIDA QUE BENEFICIA A LAS PERSONAS MAYORES
La convivencia con un animal define, hasta cierto punto, el estilo de vida de sus dueños. El cuidado de un perro, por ejemplo, les obliga a salir a la calle con mayor asiduidad e incorporar los paseos como una rutina imprescindible.
La ciencia, de nuevo, nos dice que estos hábitos que generan las mascota son objetivamente beneficiosos para todas las edades, pero especialmente, por sus características vitales, para el colectivo sénior. Precisamente, una nueva investigación del Irish Longitudinal Study on Ageing (TILDA) del Trinity College de Dublín ha revelado que las personas mayores que pasean al perro con regularidad tienen un menor riesgo de sufrir caídas –la probabilidad baja un 40%–, menos miedo a los tropiezos y, en general, menos problemas de movilidad.
En este sentido, la Corporate Communications Manager Purina España remarca que tener una vida física mucho más activa “tiene una relación directa con la presión arterial y con el colesterol, lo que es también muy positivo”. Para Sáez, “realmente estos son unos datos impresionantes, porque no solo hablamos de la parte más emocional”, sino “también del impacto que tiene en problemas cardiovasculares, presión arterial o frecuencia cardíaca”.
No obstante, el director de la Cátedra Fundación Affinity apunta que esos paseos perrunos no solo reportan ganancias en la parcela física, sino también en la social, “porque muchas veces esas rutinas de paseo hacen que la persona también tenga más interacciones; a veces, porque los perros pueden ser un motivo para iniciar una conversación en la calle, en un parque… son un lubricante social que facilita la relación con otras personas”.
Quizá por estos aspectos mencionados, un estudio de varios investigadores suizos, publicado este año por la revista Nature, analizó durante 18 años la relación entre las mascotas y el deterioro cognitivo en personas mayores de 50 años, y la conclusión es que los perros y gatos pueden frenarlo. Concretamente, las personas que convivían con cánidos mostraron un deterioro más lento de la memoria inmediata y diferida, y los dueños de gatos conservaron mejor la fluidez verbal.
Aparte de las evidencias científicas, hay otras cuestiones específicas que atañen a estilo de vida de las personas mayores que podrían ser un incentivo para convivir con animal en el hogar. Un ejemplo es la jubilación, etapa en la que se rompen las rutinas asociadas al trabajo, y que pueden generar inseguridades, desubicar o incluso desmotivar a las personas. ¿Puede un perro o un gato contrarrestar estos posibles inconvenientes?
Para la veterinaria Falcó, “tener un animal siempre es bueno a cualquier edad, pero especialmente si necesitas apoyo emocional o social”. Además, recalca, “te obliga a ocuparte de alguien que lo necesita, y eso siempre es un punto interesante y si cabe más, si la persona está en un momento de cambio, de soledad o de desapego”.
En el momento en que la rutina laboral cesa, opina por su parte Sáez, “se abre un mundo de posibilidades”. No obstante, la directora de comunicación de Purina España advierte que “estamos viendo que también puede ser un momento de desasosiego, porque puede que no sepamos qué hacer o cuál es nuestro objetivo en la vida”, pero “el hecho de tener una responsabilidad mayor, como es otro ser vivo, ayuda a establecer una rutina y nos obliga a salir de la cama, ya sea porque hay que sacarlo a pasear, porque hay que alimentarlo o porque nos viene a despertar”.
Opina de manera similar la etóloga Costas: “Un animal motiva a establecer esas rutinas diarias y nos hace sentir útiles y necesarios. Esto es vital para personas que viven solas. El vínculo con su perro o gato, la responsabilidad de su cuidado y el deseo de que estén bien se convierten en la motivación para mantenerse activas. En otras palabras: un animal puede ser el mejor antídoto contra la soledad y la desmotivación”.
Los perros y gatos hacen que nos sintamos acompañados, pero Fatjó subraya la importancia del acto de cuidar, también valioso en sí mismo. “Es una forma de sentirse útil, de saber que alguien depende de ti, que te necesita. Los seres humanos somos así, somos animales sociales, de manada, de grupo, y el cuidar del otro, de aquel con el que tenemos un vínculo es algo que llevamos dentro y, cuando lo hacemos, nos hace sentir bien”.
Por otro lado, aunque sea una cuestión básica y evidente, a la hora de adoptar a un animal es fundamental pensar en el tiempo que podemos dedicarle. Fatjó relata que “muchas personas te dicen que siempre han querido convivir con un perro, pero por su trabajo, sus obligaciones o porque pasaban mucho tiempo fuera de casa, no tenían las condiciones para poderle dar calidad de vida”. Y precisamente, prosigue, muchos también piensan que “esa barrera desaparece cuando se jubilan”. El tiempo libre que una persona gana cuando se jubila no solo es una oportunidad para aquellos que nunca han convivido con un animal, sino también para los que ya lo hacían y ahora “pueden hacer más cosas con ellos y dedicarles más tiempo”, remata Fatjò.
ANTES DE ADOPTAR
Las personas mayores que quieran adoptar una mascota no solo tienen que tener en cuenta las características del animal –especie, tamaño, raza, carácter…–, también las suyas propias. A pesar de que el colectivo sénior es heterogéneo y no conviene generalizar, algunas cuestiones físicas y vitales sí que los puede diferenciar de otros grupos etarios. “Cuando se habla de la adopción, algo a lo que se le presta mucha atención es al encaje que haya entre ambas partes. Una persona mayor se puede adaptar mucho mejor al estilo de vida de un perro tranquilo, incluso un perro también mayor, que no tiene tanta energía o tanta necesidad de jugar o de hacer una actividad física intensa”, propone el director de la Cátedra Fundación Affinity.
La veterinaria Sáez aconseja en la misma dirección: “Si estamos hablando de una persona mayor activa, que le gusta ir a la montaña cada día, sin problema podrá adoptar un animal activo como puede ser un border collie o un jack russel”. Si no es así, agrega, “entonces buscaríamos un perro más adulto, que invite más a dar un paseo largo que a realizar una actividad intensa”. Además, en el caso de los perros sénior, “ya tienen ciertas pautas de educación desarrolladas y no hay que depositar tanta energía en ellas”. Para Sáez es indispensable tener todo esto en cuenta porque, de lo contrario, “será difícil poder conseguir que congenien ambos estilos de vida”.
Por su parte, la etóloga Costas insiste en que “lo ideal es elegir un animal que se adapte a nuestro ritmo de vida”, y un gato sociable puede ser también una buena alternativa. En el caso de los perros, comenta, “los cachorros suelen necesitar más tiempo y paciencia en sus cuidados y educación y, a veces, no encaja el nivel de exigencia con lo que la persona mayor puede gestionar”. Además, explica que también es importante la raza ya que, “aunque no defina por completo la personalidad del perro individualmente, sí influye en algunas características como el tamaño y la fuerza o la necesidad de actividad física y mental”. Otra cuestión fundamental y que no se suele valorar, asegura Costas, es contar con una buena red de apoyo familiar o vecinal “para esos momentos en que una persona pueda necesitar ayuda”.
La directora del Proyecto Tan Amigos da un último apunte pensando en aquellas personas que puedan tener algún tipo de discapacidad o dependencia. A la hora de elegir al animal, es recomendable “que no vaya en contra de las necesidades que pueda tener una persona con poca autonomía”. Cuando existen problemas de movilidad, “es importante escoger un animal que no pueda causar problemas o lesionarlo”. Al final, insiste Falcó, “no hay que buscar razas, sino buscar ‘individuos’ que se adapten a la vida que tú llevas. O sea, formar un buen tándem”.
NO TODO VALE: EXIGENCIAS Y RESPONSABILIDADES
De la misma manera que la compañía de un perro o un gato reporta ciertos beneficios, adoptar y convivir con un animal también implica compromiso por parte del dueño. La etóloga Costas subraya que “no basta solo con quererlos, debe existir ese compromiso y responsabilidad” porque tendremos que “cuidar su alimentación, su salud, su estimulación mental y compartir tiempo de calidad con ellos”.
Adoptar un animal, destaca costas, requiere “una inversión económica considerable”, lo que “se suma la posibilidad de gastos imprevistos elevados en caso de urgencia veterinaria o si desarrollan enfermedades crónicas”. De hecho, apunta, uno de los motivos más frecuentes de abandono en España se debe a que la familia no valoró bien ese compromiso.
Precisamente, en este contexto de adopción, la palabra familia es más pertinente que nunca. “Para saber si podemos o no incluir un animal en casa, hay que hablarlo con toda la familia”, explica la veterinaria Sáez, ya que debe ser “una decisión consensuada”, porque el cuidado será una cuestión que interpele a cada miembro de la unidad familiar.
Por este y otros motivos, Costas desaconseja “que el animal llegue como un regalo –y menos si es sorpresa–”, porque la adopción debe hacerse “de manera meditada, con consenso y deseo de quien vaya a ser el cuidador principal para que no lo sienta como una carga”.
Se trata de una decisión que nos afecta “a largo plazo”, destaca Fatjò. “Piensa que si todo va bien, va a vivir contigo mucho tiempo, muchos años. Entonces, es algo a lo que uno le tiene que dedicar muchísima atención y que no puede hacer de manera impulsiva”.
Para valorar correctamente sobre la posibilidad de adoptar a un animal, el veterinario propone el ejercicio de “pensar cómo la llegada del animal a casa va a influir en nuestro día a día, de qué manera va a impactar en el estilo de vida que tengamos nosotros y nuestra familia”.
Finalmente surge una última cuestión: ¿Necesitamos formarnos o educarnos para un mejor cuidado del animal de compañía? La respuesta corta es sí. Costas explica que existen “muchas creencias erróneas sobre el comportamiento y la educación canina y felina”. A menudo, prosigue, “los problemas de convivencia surgen porque no cubrimos sus necesidades particulares como especie y porque no sabemos interpretar su comportamiento. Por ejemplo: un perro que gruñe o es agresivo, no lo es porque quiera ser ‘dominante’, muchas veces simplemente está diciendo ‘necesito espacio’, ‘esto me incomoda’ o incluso ‘tengo dolor’. Si no entendemos esa señal y lo castigamos, el problema puede empeorar”. Lo mismo sucede con los gatos, apostilla la etóloga, “cuando agachan las orejas o mueven la cola con fuerza, nos están avisando de que algo no les gusta y si seguimos, por ejemplo, acariciándolos, pueden llegar a morder porque no respetamos su espacio. Aprender a interpretar su lenguaje corporal es clave para tener una convivencia más tranquila y segura para todos”.
El interés en la formación no debería decaer, incluso si ya has tenido experiencias previas en el cuidado de un animal. “A veces pensamos, ‘bueno, yo toda la vida he convivido con perros y con gatos, y ya sé todo lo que tengo que saber’. Y muchas veces lo que acabas comprobando es que, a lo mejor, llevas toda la vida cometiendo los mismos errores. Tener información sobre cómo cuidarlos siempre es importante”, concluye Fatjò.