Rafael Sánchez-Ostiz / Geriatra. Presidente de CEAPs
Sánchez-Ostiz: “Es necesario que las políticas públicas pongan el foco en el envejecimiento de la población como una prioridad”

Pregunta.- Se habla de la geriatría como una profesión de futuro, pero quizá sería más acertado decir “de presente”, a tenor del envejecimiento de la población. ¿Por fin se está reconociendo el espacio que debe ocupar esta especialidad que, debido a dicho incremento de la tasa de envejecimiento, es tan necesaria?
Respuesta.- Sin duda, la geriatría no es solo una especialidad de futuro, sino una necesidad urgente del presente. El envejecimiento de la población ya es una realidad consolidada en España, donde más del 20% de la población tiene más de 65 años y se prevé que este porcentaje siga creciendo en las próximas décadas. Sin embargo, a pesar de la evidencia demográfica, el reconocimiento de la geriatría como una especialidad clave dentro del sistema sanitario sigue siendo insuficiente. Se ha avanzado en algunos aspectos, pero todavía encontramos desigualdades territoriales y una falta de integración efectiva en los diferentes niveles asistenciales. La geriatría es fundamental para garantizar una atención especializada, integral y multidisciplinar a las personas mayores, especialmente a aquellas con pluripatologías y fragilidad.
P.- ¿Diría que supuso la pandemia un punto de inflexión para recobrar a esta especialidad la importancia que, quizá, no se le había dado?
R.- La pandemia de la Covid-19 evidenció de forma dramática las carencias del sistema sanitario y la falta de preparación para atender adecuadamente a la población mayor que vive en residencias. No solo puso de relieve la necesidad de contar con más profesionales formados en geriatría, sino que también dejó claro que el modelo de atención a las personas mayores debía cambiar, priorizando la coordinación entre los distintos niveles asistenciales y reforzando la atención geriátrica especializada. En muchos casos, la ausencia de geriatras en los equipos sanitarios se tradujo en diagnósticos tardíos, abordajes terapéuticos inadecuados y una falta de seguimiento personalizado de los pacientes mayores, lo que agravó la vulnerabilidad de este colectivo. La pandemia fue, sin duda, un punto de inflexión, pero todavía queda mucho por hacer para que la geriatría tenga el papel que merece dentro del sistema sanitario.
P.- Sin embargo, y a pesar de lo imprescindible que resulta para el engranaje de nuestro sistema sanitario, ¿por qué sigue existiendo un déficit en la oferta de plazas en nuestro país? ¿No es contradictorio?
R.- Es una contradicción evidente y preocupante. La oferta de plazas MIR para la especialidad de geriatría sigue siendo insuficiente en relación con las necesidades de la población. España cuenta con un número muy bajo de geriatras en comparación con otros países europeos, lo que genera una sobrecarga en los profesionales existentes y dificulta una atención geriátrica de calidad. Esta situación se debe, en gran parte, a la falta de planificación estratégica en materia de recursos humanos sanitarios y a la escasa presencia de la geriatría en muchos hospitales y centros de salud. Además, persisten ciertos prejuicios sobre la especialidad, considerándola en algunos ámbitos como una rama secundaria de la medicina interna, cuando en realidad tiene un enfoque propio e imprescindible para el abordaje integral de la salud en la vejez.
P.- ¿Cómo consideran desde CEAPs que podría revertirse esta situación a fin de garantizar la cobertura en la atención a las personas mayores? Entonces, ¿qué cambios sería necesario hacer en nuestro sistema sanitario para que la geriatría se posicionase en el lugar que le corresponde?
R.- Desde CEAPs creemos que es imprescindible aumentar el número de plazas MIR de geriatría y fomentar su presencia en todos los niveles del sistema sanitario, desde la atención primaria hasta los hospitales y los centros sociosanitarios. También es fundamental mejorar la coordinación entre los servicios sanitarios y sociales para garantizar una atención integral y centrada en la persona. Es necesario que las políticas públicas pongan el foco en el envejecimiento de la población como una prioridad y que se refuercen las unidades geriátricas en hospitales, residencias y centros de día. Además, sería clave fomentar programas de formación específica en geriatría para otros profesionales sanitarios, como médicos de familia y enfermeros, que también juegan un papel fundamental en el cuidado de las personas mayores
P.-De hecho, hasta hace unos años, la geriatría no estaba incorporada como especialidad en el ámbito de los centros sanitarios de todas las comunidades autónomas –como Andalucía o Euskadi–. ¿En qué medida esta situación ha podido mermar que se le brindase una buena atención al paciente mayor y, por tanto, qué ventajas tiene que ahora ya se haya incorporado?
R.- La ausencia de la geriatría en muchas comunidades autónomas ha significado que, durante años, los pacientes mayores no recibieran la atención especializada que realmente necesitan. Esto ha llevado a una fragmentación del cuidado, a tratamientos no siempre adaptados a la complejidad del envejecimiento y a una falta de continuidad asistencial. La incorporación progresiva de la geriatría en los sistemas de salud autonómicos es un avance significativo, ya que permite una mejor valoración integral del paciente mayor, con un enfoque multidisciplinar que no solo atiende sus patologías médicas, sino también su funcionalidad, estado cognitivo y bienestar emocional. Este modelo de atención geriátrica ha demostrado reducir la hospitalización innecesaria, mejorar la recuperación funcional y, en última instancia, aumentar la calidad de vida de las personas mayores.
P.- ¿En qué momento es recomendable que un paciente sea atendido por un geriatra o, por ejemplo, por un médico de familia o un internista –en el caso de los hospitales? Es decir, ¿cuándo debe el geriatra intervenir en el proceso de atención?
R.- El geriatra debe intervenir cuando un paciente mayor presenta fragilidad, pluripatologías, deterioro funcional o cognitivo, o cuando su estado de salud requiere un enfoque integral que va más allá del tratamiento de una enfermedad específica. En la atención primaria, el médico de familia tiene un papel esencial en la prevención y el manejo inicial de muchas patologías, pero cuando la situación se vuelve más compleja, la derivación a un geriatra es fundamental para optimizar el tratamiento y prevenir la pérdida de autonomía. En el ámbito hospitalario, la presencia de unidades geriátricas de agudos y de ortogeriatría ha demostrado mejorar los resultados clínicos y reducir complicaciones en los pacientes mayores. El internista puede manejar muchas patologías médicas, pero el geriatra aporta un enfoque especializado en el envejecimiento, abordando no solo la enfermedad en sí, sino su impacto en la funcionalidad y calidad de vida del paciente. Por ello, la geriatría debe estar plenamente integrada en la red asistencial para garantizar que las personas mayores reciban la atención adecuada en el momento oportuno.