Pregunta.- La FEMP reivindica “situar las políticas para mayores en el centro de las políticas municipales. Es un debate y un desafío internacional porque, tal y como establece el paradigma de la OMS, las políticas, servicios y estructuras relacionadas con el entorno físico se diseñan y reorganizan para promover una cultura de inclusión”. ¿El planteamiento de la ‘Ciudad de los 15 minutos’ sería válido para superar las desigualdades sociales e impulsar esa cultura de inclusión?
Respuesta.- El espacio público, sobre todo en las ciudades mediterráneas, fue concebido como lugar de asociación y de desarrollo de la vida económica, política y cultural; estaba simbólicamente asociado a los hombres, que eran los que participaban en estas actividades, mientras que los espacios privados eran el ámbito de los cuidados, más comúnmente asignado a las mujeres.
Poner los cuidados de nuestros mayores en el centro del diseño y de las políticas urbanas implica repensar la ciudad a partir de los espacios comunitarios, colectivos y públicos de convivencia, para lo cual es necesario contar con equipamientos y servicios públicos próximos, dignos y accesibles.
Desde la FEMP estamos convencidos de que plantear la ciudad para grupos vulnerables, como mayores e infancia, por medio de un diseño urbano más humano e inclusivo, resultará positivo para toda la ciudadanía.
P.- ¿Llevar los servicios esenciales a un entorno cercano mejoraría la calidad de vida?
R.- Efectivamente, estamos convencidos de que contar con los servicios esenciales en un entorno cercano mejora exponencialmente nuestra calidad de vida. Es importante recuperar la proximidad como valor urbano, que invita a pasear, ir despacio, disfrutar de la ciudad y de la posibilidad de establecer conexiones sociales significativas. La proximidad refuerza la cohesión social y la sensación de conexión con la comunidad, que es fundamental para combatir el aislamiento y la soledad.
P.- El diseño de las ciudades desempeña un papel clave para favorecer las relaciones entre personas. Si se apostase por este modelo de proximidad, ¿podrían reducirse los índices de soledad?
R.- La proximidad favorece la movilidad activa e independiente de las personas mayores, mejorando su salud física y mental. Por otro lado, la ubicación estratégica de servicios y comercios locales, así como contar con aceras amplias y accesibles y calles peatonales, pueden fomentar la interacción del vecindario al promover el uso del espacio público y el encuentro casual. Por ello, un diseño urbano que priorice la proximidad y la interacción social puede desempeñar un papel importante en la reducción de la soledad no deseada, especialmente entre las personas mayores, al crear entornos que fomenten la conexión y la participación comunitaria.
P.- ¿Qué ejemplos de ciudades ya trabajan con éxito en esta transformación?
R.- Las ciudades integradas en la Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores han desarrollado, desde un enfoque participativo, iniciativas para mejorar la accesibilidad y reducir los tiempos de desplazamiento. El protagonismo de los mayores a la hora de establecer prioridades y proponer soluciones es determinante para que los cambios resulten factibles y sostenibles.
En otro ámbito, las ciudades que forman parte del programa ‘Ciudades Amigas de la Infancia’ también llevan a cabo iniciativas que favorecen un acceso seguro a los centros educativos y al conjunto de las instalaciones culturales y de ocio concebidas para el disfrute de la infancia.
Estos ejemplos muestran que, desde las necesidades de tramos de edad distintos, se pueden proponer soluciones en beneficio de un bien compartido. Creemos que las entidades locales que se asocian en redes de interés común están poniendo en marcha iniciativas innovadoras para fortalecer la vida en comunidad, el disfrute de los espacios públicos y la convivencia intergeneracional en nuestros pueblos y ciudades.