martes, 16 septiembre 2025
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Personas mayores y adicciones: un problema creciente del que no se habla

Conductas sociales ampliamente consolidadas o la bien vista prescripción médica han convertido al alcohol y a los psicofármacos en consumos que pueden derivar en comportamientos tóxicos entre el colectivo sénior. Falta más formación e información

Sin alarmismo, pero sí llamando a las cosas por su nombre, este mes, nuestro periódico ha querido tocar un asunto que no protagoniza muchos titulares. Y la mejor manera de iniciarlo es por el motivo que nos sugiere Felisa Pérez Antón, vicepresidenta de UNAD, la Red de Atención a las Adicciones: “No se está abordando el tema con transparencia, con claridad y con lógica”. Hablamos de las adicciones en la población mayor, una problemática creciente y como se repetirá a lo largo del reportaje, muy a menudo, invisibilizada. De eso también da fe Pérez Antón: “Hay una necesidad tremenda de investigar y de saber qué es lo que tenemos que hacer”.

De los pocos datos de que disponemos nos habla David López Gómez, médico especialista en Psiquiatría y director de menteAmente. “Según una encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad sobre adicciones en mayores de 65 años (ESDAM 2019-2020), las dos sustancias más consumidas en el último mes fueron el alcohol (el 47% de los encuestados) y los hipnosedantes (el 25% de los encuestados), ambos por encima del tabaco (10% de los encuestados)”.

David López Gómez: “No solo debemos tratar las adicciones, también debemos prevenir su aparición”

Javier Martín Nieto, secretario de la Red Internacional de Adultos Mayores Preventores (RIAMP), coincide en esas sustancias, pero añade que “en los comportamientos adictivos también influyen las modas, y es evidente que los distintos grupos etarios responden a diferentes modas. En estudios más recientes, estamos viendo que la ludopatía es algo más alta en estas edades”.

Por lo tanto, vamos acotando algo el asunto.

Las drogas ilegales no son lo relevante aquí, y como sugiere López Gómez, “es muy interesante desglosar por género estas cifras en mayores de 65 años, ya que los hombres consumen más alcohol y las mujeres más hipnosedantes. Estos datos hablan de la prevalencia del consumo de sustancias potencialmente adictivas, pero no son prevalencias de enfermedad. No todas las personas que consumen estas sustancias tienen una adicción, pero nos ayuda a entender en qué sustancias poner el foco y explorar un consumo perjudicial o adictivo en nuestros pacientes”, apunta.

Esta visión nos lleva a recordar el novedoso y casi único estudio que existe en nuestro país sobre esta problemática: Personas mayores y adicciones: un diagnóstico de Lares y UNAD con perspectiva de género, que luego dio forma al Libro blanco de las adicciones en personas mayores. El resultado fue un exhaustivo trabajo que puso los pies en la tierra de una realidad poco visibilizada. Este manual de 2023 es fruto de dos años de investigación por parte de ambas redes –Lares y UNAD–, que, además de datos cuantitativos, incorpora una serie de historias reales que hacen comprender los factores de riesgo y las consecuencias físicas, emocionales y sociales que enfrentan estas personas y, en especial, las mujeres, que están aún más invisibilizadas y estigmatizadas, ya que “sufren una mayor penalización social por el hecho de ser mujeres y consumir”, apunta Felisa Pérez.

En las mujeres está más extendido el consumo de hipnosedantes, medicamentos que son muy eficaces, pero “cuya prescripción debe limitarse a casos donde son estrictamente necesarios y su duración debe ser breve”, puntualiza el psiquiatra David López Gómez. / FREEPIK

Además, el libro blanco recoge una serie de propuestas para mejorar la atención de estas personas que pasan por formar a profesionales en envejecimiento y adicciones, crear recursos específicos, adaptar los ya existentes desde una perspectiva integral, realizar terapias de apoyo psicológico de mayor duración y frecuencia, así como crear protocolos para la atención de las entidades y fomentar el estudio y la investigación en este ámbito, poniendo el foco en las mujeres.

Esto nos da un hilo del que tirar y que nos lleva a ver con esperanza las futuras conclusiones que arrojará el Proyecto MAGNA (Mayores Adicciones Género Navarra), una iniciativa que toma como referencia las conclusiones del libro blanco, que nació a finales de 2024, fruto de la colaboración de la asociación Antox, la Universidad de Navarra y Lares Navarra, y cuyo objetivo es investigar las adicciones en personas mayores en la comunidad foral y abordar sus necesidades, poniendo un énfasis especial en la perspectiva de género. La propuesta se está llevando a cabo gracias a la colaboración del Programa Innova, impulsado por Fundación Caja Navarra y Fundación La Caixa. Se trata, sin duda, de un proyecto innovador centrado en la investigación, la formación y la sensibilización, con un enfoque que integra la perspectiva de género y pone en el centro el bienestar de las personas mayores.

ALCOHOL E HIPNOSEDANTES

El alcohol por tradición y por ser una costumbre social, y los psicofármacos, porque los receta el nada sospechoso médico, son las sustancias adictivas más generalizadas entre el colectivo sénior. Como explica Martín Nieto, “según la definición clásica y consensuada, las adicciones son un trastorno mental crónico y recidivante, es decir, que alterna periodos de consumo –y no nos referimos solo a sustancias–, más descontrolado, con períodos en los que se abandona o reduce el consumo. La adicción genera cambios en el cerebro que llevan a que la persona consuma de forma compulsiva a pesar de las consecuencias negativas físicas, psicológicas y sociales”.

Si nos ceñimos a las personas mayores, quizás la única diferencia es que “las sustancias psicoactivas que consumen son recetadas por los médicos, algo que no suele ocurrir en otras edades”, puntualiza el secretario de la RIAMP. Sobre este asunto, el psiquiatra –también autor del libro Hablemos de los psicofármacos (Arpa, 2024)–, subraya que “en las mujeres está más extendido el consumo de hipnosedantes, que son un grupo de medicamentos que incluye a las benzodiacepinas (Orfidal, Lorazepam, Lexatin, Valium). Estos medicamentos, con un mecanismo de acción similar al del alcohol, son muy eficaces para el tratamiento agudo de la ansiedad y el insomnio. Sin embargo, si su uso se prolonga en el tiempo, pueden resultar potencialmente adictivos”.

Y es que en España, la prescripción de benzodiacepinas es mucho más elevada que en otros países similares en cuanto a prestaciones sanitarias. En este sentido, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) presentó, a finales de 2024, los resultados de una encuesta realizada entre la población general de entre 18 y 70 años –con el respaldo del Consejo General de la Psicología de España–, La vida sin tranquilizantes es posible, revelaron que cuatro de cada diez participantes en la muestra que consumían benzodiacepinas lo hacían a diario. En opinión de David López, “esto es debido a que nos hemos concienciado tarde del riesgo potencial de estos medicamentos y de que su prescripción debe limitarse a casos donde son estrictamente necesarios y su duración debe ser breve (de días o semanas)”.

CIRCUNSTANCIAS QUE INFLUYEN EN SU CONSUMO

Nos preguntamos si hay factores que puedan contribuir a generar este tipo de comportamientos tóxicos entre el colectivo sénior. El secretario de la RIAMP no lo cree así, porque “en la mayoría de los casos, las adicciones se generaron antes de llegar a estas edades”. Sin embargo, sí percibe “que existen circunstancias que favorecen o dificultan la vida sana y saludable”, no sin antes recordar que “los programas de reducción de daños han permitido la llegada a edades avanzadas de personas, consumidoras de drogas, que hace algunas décadas fallecían”. En su opinión, “vivimos en sociedades altamente medicalizadas, donde las pastillas ‘mágicas’ parecen la solución para problemas de salud, pero también para problemas sociales, psicológicos o comportamentales. Además, debemos añadir otras circunstancias como el dolor, la soledad no deseada, el estigma, la presión social, algunos miedos, o la intoxicación, por citar solo algunos”, que se dan en estas edades.

En el caso del alcohol, según el director de menteAmente, “una sustancia muy consumida, con frecuencia en exceso, la realidad es que está muy normalizado” y la vulnerabilidad en las personas mayores a la misma lo atribuye “al miedo a la muerte, la soledad o la frustración ante pérdidas funcionales”. También sugiere que “el deterioro cognitivo puede desinhibir a las personas y hacerles perder la noción de cuánto han bebido o el riesgo que entraña beber”. Sin embargo, puntualiza que “debemos de ser conscientes de que el consumo de alcohol es un factor de riesgo para el deterioro cognitivo de origen vascular. Por otra parte, las benzodiacepinas, en principio, están contraindicadas cuando hay un deterioro cognitivo porque puede agravar la sintomatología”, concluye.

Javier Martín Nieto: “La principal característica de la RIAMP es la de centrarnos en el papel de los mayores como agentes de salud orientados a la prevención”

 

PISTAS PARA SU DETECCIÓN

Detectar una posible conducta adictiva en las personas mayores es complejo. Según Martín Nieto, “el hecho de que suelen estar muy medicadas, dificulta y complica la sintomatología tradicional de los comportamientos adictivos. Aquellos síntomas de aviso descritos para los jóvenes no nos sirven en este caso”.
Para López Gómez, “en el caso del alcohol, muchas personas no son conscientes de que beben en exceso ni de que afecta tanto al hígado como al cerebro. Aunque los valores analíticos del hígado estén bien, el alcohol puede afectar a los reflejos (riesgos de caídas y accidentes de tráfico), a la memoria y al estado de ánimo (provocando depresión o irritabilidad)”. En cuanto a las benzodiacepinas, “es muy complicado detectar el problema porque ni el anciano ni su entorno sospechan que un fármaco prescrito por su médico pueda ser perjudicial. La somnolencia diurna, la lentitud motora, los problemas de memoria, el habla pastosa o la apatía pueden ser indicadores de que las benzodiacepinas pudieran ser perjudiciales”, señala.

Es aquí donde cobran una gran relevancia acciones como las que lidera la UNAD con su Escuela de Pacientes, que esta primavera celebró su tercera edición. Como señala Felisa Pérez Antón, “se trata de una formación dirigida a los profesionales y a los voluntarios que tienen contacto con estas personas mayores, y donde se abordan, entre otras cosas, la detección del uso o abuso de determinados fármacos, de alcohol o de otro tipo de drogas”.

Pero el representante de la Red Internacional de Adultos Mayores Preventores añade un apunte interesante sobre la detección. “La mirada edadista, predominante, tampoco ayuda a detectar esta problemática. Un mayor cuidado sobre las personas mayores, una mayor implicación de ellas sobre los tratamientos a los que se les somete, son elementos que permitirían contribuir a un mejor diagnóstico”.

Cuatro preguntas que podrían dar una buena pista

 

¿ESTÁN EL SISTEMA Y LA SOCIEDAD PREPARADOS PARA ESTO?

La respuesta es unánime. “No”, alto y claro. “Pero no solo en estas situaciones –subraya el secretario de la RIAMP–. El progresivo envejecimiento de las sociedades occidentales, y España no es una excepción, es un futurible conocido y anunciado, pero no se están tomando decisiones para prepararnos para ese futuro que seguro va a llegar. Ya estamos reaccionando tarde. La famosa pirámide de población que todos aprendimos en la escuela ya no existe, eso tiene enormes implicaciones y no nos estamos preparando para ello, y no me refiero solo a los sistemas sanitarios o sociales, sino a todo: la economía, la educación, en fin, todo nuestro mundo”.

Para la vicepresidenta de la UNAD, “el tema de las drogas es una realidad en general, muy silenciada, invisibilizada y nadie quiere meterse en este tema. Cuesta muchísimo porque las cosas no son fáciles pero si pensásemos que la inversión en prevención va a ser mucho mejor que después las consecuencias que tenemos… Estas personas pasan por hospitales, prisiones, muchas de ellas viven situaciones de precariedad que deben atender los servicios sociales, etcétera”. Y añade que hay “poca prescripción social, quiero decir, no tenemos comunidad, falta conocimiento”.

En definitiva, Felisa Pérez Antón pone el acento en que “España tiene políticas de drogas, pero tiene políticas de drogas, sobre todo, para el que viene a tratamiento, el que se lo detecta, el que tiene la familia, el que le acompaña, el que le empuja… Para estos vamos teniendo una red de atención, pero para aquellos que van quedando al margen, o los mayores que están en sus domicilios, no se están tejiendo unas políticas adecuadas, ni en prevención ni en detección”.

Felisa Pérez Antón: “En temas de drogas, existe una crítica social absolutamente destructiva, no se quiere saber nada y menos, invertir”

 

LO QUE HABRÍA QUE HACER

En la esfera pública, hablar de adicciones y vincularlo a las personas mayores es casi un desierto. No es un tema agradable y cuesta aproximarse al mismo por la falta de estudios exhaustivos y en profundidad. Como medio de comunicación, cuya función también es la de servicio público, queremos situarnos al lado de las entidades de referencia y unirnos a sus demandas: hace falta un análisis más riguroso, más formación entre cuidadores y sanitarios para detectar posibles conductas de riesgo, y por supuesto, una divulgación pedagógica de la deriva que actitudes adictivas pueden generar en nuestro bienestar.

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Emma Vicente
Emma Vicentehttps://entremayores.es/
Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información de salud e internacional de entremayores y la edición de Castilla y León.

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