martes, 9 septiembre 2025
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Javier Yanguas / Gerontólogo. Director científico del programa de Personas Mayores de Fundación La Caixa

Yanguas: “El cuidado tendría que ser una prioridad nacional. Me asusta que no sea considerado como tal”

Cuando los volcanes envejecen es el título del libro que acaba de publicar el gerontólogo Javier Yanguas, una reflexión que pretende dar voz a una experiencia que es común y que, asegura, “no se habla de ella a pesar de que millones y millones de personas cuiden”. Además, con el director científico del Programa de Mayores de Fundación La Caixa nos adentramos en los modelos que proponen desde esta entidad para trabajar en un nuevo enfoque de la vejez

Pregunta.- Acaba de publicar Cuando los volcanes envejecen, unas páginas que seguramente suponen las más personales de todas las que ha compartido a lo largo de su carrera. ¿Cómo fue el proceso de escritura de este libro?

Respuesta.- Entendía que, por un lado, había tenido una trayectoria profesional en el mundo del cuidado: trabajé diez años con la unidad de cuidado Alzheimer de Fundación Matia y ayudé a crearla. Allí atendimos a muchas personas con enfermedad de Alzheimer y también a sus familiares. Y, por otro lado, con mi hermana, nos tocó cuidar a mi madre. Partiendo de ambas cosas, decidí escribirlo, porque me parecía que había algo bonito que contar que tenía que ver con alguien que trabaja profesionalmente en el ámbito del cuidado y que un día le toca cuidar a su madre. Me parecía que yo tenía, por así decirlo, esa doble experiencia. En ese momento te das cuenta de las distancias enormes que hay entre que alguien venga a tu despacho a recibir ayuda, acompañamiento, consejo, lo que sea, y cuando te toca a ti hacer las cosas en casa. Es decir, las diferencias entre teoría y práctica. Cuando los volcanes envejecen es una historia personal del cuidado, pero también profesional, pero creo que es dar voz a la experiencia de millones de cuidadores que se pueden reconocer en este libro.

P.- En esa doble vertiente que hablamos, Javier, ¿existe un momento en el que cambia la visión sobre las tareas del cuidado que tenías hasta entonces? Es decir, ¿hay algo que al vivirlo en primera persona transforma lo que pensabas?

R.- Sinceramente, creo que deberíamos de hablar menos de lo que no conocemos en profundidad. Ese es un buen resumen. Considero que hay cierta frivolidad cuando, por así decirlo, no tienes esa experiencia personal. El filósofo catalán Francesc Torralba tiene un libro precioso que se titula No hay palabras, que habla de la muerte de su hijo, que falleció en un accidente de montaña. Salvando la distancia evidente entre ambos libros, sí se aborda algo común, que es el hecho de tener experiencia personal de las cosas o solo haber leído y haber trabajado. Y es que cuando te confrontas con la realidad, esta te supera y te da un golpe. Por decirlo de otra forma, me he dicho a mí mismo que voy a hablar menos de lo que no tengo experiencia y hacerlo menos de lo que no sé. Hay que reconocer las cosas con humildad y saber que a veces queremos saber cosas que en realidad no sabemos. He querido reflexionar sobre el cuidado a través de la experiencia propia y otras experiencias ajenas. Hay una fuerte base autobiográfica, pero también está cosido de la experiencia de otros muchos cuidadores. No es la biografía del cuidado que hicimos en mi familia, no es eso. Es un libro que pretende dar voz a una experiencia que es común, que no se habla de ella, a pesar de que millones y millones de personas cuiden.

P.- ¿Cree que es urgente, por tanto, reivindicar un poco el valor real de los cuidados, no?

R.- Llevamos ya tanto tiempo reivindicando el valor de los cuidados… Sigue siendo algo oculto, de segunda, tercera o cuarta división. Algo que no tiene ética, algo de mujeres, algo que es el motor de la vida, pero que nos cuesta reconocer. Nos cuesta reconocer qué significan lo cuidados y, si son profesionales, están mal pagados. Nos parece que con que estén vestidos y alimentados sería suficiente, pero no hablamos de la dulzura, la compasión, de que sean cuidados amables… Por eso he intentado dar voz a esos cuidadores que no pueden hablar, a ver si por fin conseguimos reconocer un poco a la experiencia de estas personas y valorarla.

P.- ¿Por dónde considera que debe empezar esa transformación a esa mirada que seguimos teniendo de los cuidados?

R.- Es urgente dignificar el papel del cuidado en términos profesionales: mejorando la formación, las sueldos, las condiciones laborales, etcétera. Y necesitamos, en términos familiares, abrir la puerta para que los cuidadores puedan expresarse, reconocer la importancia de esa tarea y valorarla. Necesitamos comprender que el cuidado es una parte esencial de la vida y que, sin ellos, no somos nada. Tenemos que aceptar que necesitamos cuidados porque somos seres vulnerables. Veo tan claro que el cuidado tendría que ser una prioridad nacional, que me asusta que no sea considerado como tal. Vamos hacia una sociedad envejecida en la que vamos a necesitar cuidarnos los unos a los otros.

P.- Avanzamos hacia una sociedad, considero, individualista, pero hay determinadas cuestiones, como esto de lo que estamos hablando, que requiere, yo creo, una solidaridad colectiva…

R.- Yo lo que veo es cada vez gente más ensimismada, cada vez relaciones más de coste-beneficio, relaciones sin empatía, nos pensamos que el yo es lo más importante y eso es una tontería. Somos porque somos algo nosotros cada individuo porque hay otras personas en nuestras vidas a las que nos debemos. Esto explica mucho lo que sucede con la soledad y contextualiza el aislamiento que tenemos.

P.- Se acaban de anunciar cambios en la Ley de Dependencia ye habla mucho de la incompatibilidad de algunas prestaciones, de agilizar las ayudas, pero tanto de los cuidados. ¿Qué opina al respecto?

R.- No he leído en detalle lo que se ha aprobado y tampoco tengo una opinión clara, pero en general tengo claro que es evidente que esto no ocupa un lugar preponderante. En la Agenda de Presidente de comunidades autónomas no aparecía el cuidado como los temas principales. Esa es la realidad. Si creemos que de los 15 o 20 primeros temas más importantes que hay en España uno no es el cuidado, creo que vamos mal. Necesitamos proyectar esto de otra manera e invertir y dignificar el sector.

UNA NUEVA MIRADA DE LA VEJEZ

P.- Más allá de los cuidados, cambiando un poco de tema. Desde este periódico seguimos desde sus inicios el Programa de Personas Mayores de Fundación La Caixa. ¿Cómo define el modelo para entender la vejez que proponen desde este programa?

R.- Se trata del programa más antiguo de Fundación La Caixa y en la actualidad estamos inversos en dos líneas muy claras de trabajo. Una tiene que ver con buscar nuevos enfoques de vida, con mirar la vejez. Hasta ahora la hemos mirado como una parte residual de la vida, esa vejez que ahora para muchas personas dura dos o tres décadas y nosotros estamos intentando verla de otra forma, es decir, como un espacio de desarrollo personal y de contribución al bien común. Estamos intentando hablar del sentido y la importancia de una vida con sentido y propósito, no solo hacer, hacer, hacer, sino realmente que las personas puedan llevar, si económicamente y en términos de salud están bien, una vida lo más plena posible. Y estamos trabajando en modelos que nos ayuden a trabajar en este nuevo enfoque de vejez y a asumir la complejidad, las diferencias y heterogeneidad que tiene. La vejez tiene distintas etapas que hay que mirarlas de forma diferente; por ello estamos intentando generar metodologías de trabajo, cambiando y renovando los centros de mayores de Fundación La Caixa para que atiendan a esta nueva longevidad, dando respuestas distintas que vayan más allá de la actividad y tengan que ver con el ser y el poder desarrollarte. La otra línea en la que estamos trabajando tiene que ver con las relaciones y la soledad que antes comentábamos. El cuidado es un tipo de relación, pero nosotros tenemos también el programa ‘Siempre Acompañados’ que tiene que ver con empoderar a las personas para retomar, digamos, para generar esa arquitectura relacional y también que nos ayude a empoderar a las personas para que cada uno sepa gestionarse sus relaciones y la soledad, a la vez que construimos comunidad y a la vez que capacitamos a las personas.

P.- Considero que el hecho de empoderar a los mayores, más allá de proponer actividades, es un reto mucho más ambicioso, de manera que sepan ellos enfocar esta vejez de otra manera. ¿Está de acuerdo?

R.- Sí, desde luego. Al final el empoderamiento es una cosa personal. Nosotros facilitamos que la gente pueda adquirir esas capacidades y recursos personales, y lo hacemos desde una mirada personalizada. Y es que el envejecimiento activo tiene que ver un poco con esa mirada homogénea de la vejez. Si creemos que la vejez es heterogénea y diversa, tenemos que hacer cosas que sean personalizadas, sin olvidarnos que estamos dentro de una geografía, un contexto, una comunidad… y que nos debemos a los demás. Y por otro lado, algo que para mí es importante es la cocreación. Es decir, que estos nuevos enfoques no se hagan sin los mayores, como hemos hecho, sin las personas mayores, que es lo que hemos hecho hasta ahora, sino que se haga con los ellos, con su opinión y participación.

P.- ¿Cómo es esa participación de los mayores de la que hablamos?

R.- Pues se hace en todos los niveles del cambio que estamos desarrollando, tanto a nivel de diseño de los distintos proyectos, como a nivel de implicación en estos cambios. Nos lo hemos tomado muy en serio y en el diseño del propio enfoque de cómo entender la vejez contamos con los mayores. Llevamos años y años trabajando, escuchando, debatiendo con las personas mayores de toda España y hemos utilizado desde encuestas hasta grupos de discusión, entrevistas en profundidad… Esto también nos ha ayudado a modular el discurso, o sea, a ser humildes cuando hablamos de la vejez e integrar y asumir esa heterogeneidad. Cada persona tiene que poder vivir su vejez desde su proyecto de vida, sus propios valores y desde lo que cada uno considera que es bueno, pero sí que tenemos la obligación de propiciar ese encuentro y esos lugares de reunión para que se den las relaciones y la solidaridad entre las personas. Creo que no hay un único enfoque de vejez, hay muchos. Y necesitamos generar una mirada que reconozca este hecho. Uno se jubila de la actividad laboral y eso no obliga a jubilarse de los desafíos de la vida, para nada, sino que uno puede jubilarse de la actividad laboral y seguir teniendo compromisos y responsabilidades sobre lo que le sucede a uno mismo, a los que están en su entorno, y también una idea del legado. Es decir, estamos aquí para mejorar esta sociedad y yo creo que en sociedades que envejecen, la vejez no puede mirarse solo a sí misma y sus reivindicaciones, por muy legítimas que estas reivindicaciones sean. Tenemos que salir de nosotros mismos y mirar cooperar en el bien común. Jubilarnos de la actividad laboral no es jubilarnos de la vida y de sus retos, ni de los retos que tiene esta sociedad.

P.- ¿Continúa siendo un problema esa visión de la vejez como algo homogéneo?

R.- Ahora se jubilan las generaciones del baby boom, ya han empezado a jubilarse y son las más formadas de la historia de España. Las mujeres son las más independientes de la historia de España. Los modos de vida y convivencia de estas generaciones han cambiado enormemente. ¿Por qué se están vaciando muchos centros de mayores? Porque las generaciones que vienen no encuentran en esos centros eco a cómo quieren vivir la vejez. Entonces, el paradigma del envejecimiento activo, que es del año 2002 de la Asamblea de Madrid ya tiene 23 años de existencia, y estaba pensado para los que envejecían en aquel momento. Las personas que tenían entonces 70 años ya tienen 95 y están vivos. Por eso necesitamos esos nuevos abordajes. Antes la vejez duraba una década o década y pico, y ahora dura dos o tres décadas. Esa extensión de la vida supone también cambios dentro del propio ciclo vital. En general, lo que se está dando es una proyección de la adultez. O sea, son personas que creen que su espacio madurativo no ha terminado, que están en pleno desarrollo personal. Es decir, tengamos en cuenta esta heterogeneidad. ¿Cómo les vamos a decir a las personas lo que tienen que ser? ¿Cómo vamos a decir a estas generaciones que son plenamente democráticas, que han vivido, que han estudiado, que ahora vamos a tomar las decisiones por ellas? Necesitamos nuevos acercamientos para nuevos momentos. Estoy completamente de acuerdo con lo que decías: uno de los grandes problemas es que seguimos viendo a las personas mayores como hace décadas y no somos capaces de innovar en este sentido. Creo que hay que cuestionar y entender bien qué es lo que quieren estas nuevas personas mayores y también, insisto, responsabilizar al colectivo de las personas mayores de lo que sucede en la sociedad. Es decir, la vejez no puede ser la tierra prometida del descaso. Claro que es importante el placer, pero creo que en estas sociedades que envejecen, los mayores tienen que participar para alcanzar estos retos porque tienen capacidades para ello. En sociedades que van a ser dentro de poco, dentro de unos cuantos años, el 25% de la sociedad española va a ser mayor de 65 años, ¿cómo vamos a montar una sociedad en la que a las personas mayores no se les tenga en cuenta? ¿De verdad queremos esa sociedad? ¿Nos la podemos permitir? Creo que de todo esto tenemos que hablar y no lo estamos haciendo por múltiples intereses.

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Marta S. Massó
Marta S. Massóhttps://entremayores.es/
Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información de nacional de entremayores y la edición de Galicia.

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