Tráfico de Libros: la librería de Lavapiés que combate la soledad con cultura y música

La puerta está siempre entreabierta. En la calle de la Sombrerería número 6, en pleno Lavapiés, un barrio madrileño célebre por su diversidad cultural y su tejido vecinal, se encuentra Tráfico de Libros, una pequeña librería de segunda mano que ha logrado abrirse un hueco propio en el mapa de la ciudad.
La historia de este lugar es también la de su propietaria, Luz Serra, la de su familia y la de un barrio que se resiste a la deshumanización. “La idea surgió tras años cuidando a mi padre, que tiene daño cerebral adquirido”, explica Luz. Durante ese tiempo comenzó vendiendo por Internet, pero el proyecto fue creciendo. “Se me quedó pequeño el espacio. Tenía dos opciones: alquilar una nave y centrarme en el online o abrir un local a pie de calle y poder hacer algo por las personas mayores de manera directa. Ganó por goleada la idea del local”.

El resultado es un comercio de barrio que trasciende la lógica puramente mercantil. No se trata solo de vender libros a precios accesibles o de rescatar ejemplares olvidados, también se prestan de forma gratuita a mayores con pocos recursos, se celebran encuentros improvisados y se comparte un piano vertical afinado, de uso libre, que se ha vuelto parte de la identidad del local. “Fue casi un experimento con unos resultados maravillosos”, dice Luz.
En definitiva, su propietaria ha convertido este rincón en “un espacio que invita a la interacción entre mayores y no tan mayores. Un lugar donde cualquiera puede venir en busca de un libro, escuchar música o simplemente encontrar compañía”, resume, reivindicando un modelo de librería que prioriza el vínculo humano por encima de la rentabilidad inmediata. Porque los negocios –sobre todo, los pequeños– tienen una misión más amplia que hacer caja: “Aquí puede venir cualquiera, con dinero o sin él”, señala.
NO ES MARKETING, LOS MAYORES SON LO PRIMERO
Si hay algo que diferencia a Tráfico de Libros de otras librerías es su lema: ‘Los mayores primero’. No es un eslogan vacío: aquí se traduce en prácticas concretas. “Al ser una librería de segunda mano me puedo permitir prestar libros de manera gratuita a las personas mayores que así lo deseen”, explica. “Pero no es solo eso. Muchos vienen aquí a pasar la tarde, se invitan a merendar, charlan mientras la actividad comercial del local sigue su curso. Es un espacio para luchar contra la soledad no deseada”, uno de los problemas sociales más extendidos pero menos visibles en las ciudades, especialmente entre la población mayor”.
Luz conoce de primera mano la vulnerabilidad de muchos mayores del barrio. En más de una ocasión ha tenido que llamar a Servicios Sociales “para meter en circuito a personas que estaban en situación de desamparo”. Ella lo tiene claro: “No es solo vender libros. Creo que la librería tiene que estar atenta a esas realidades”. De este modo, el local funciona también como una especie de pequeño club social improvisado. “Ofrezco un pequeño espacio para venir a charlar, para llevarte un libro prestado y luego otro y otro. ¡Para pedir ayuda! A veces vienen personas que no saben leer y les ayudo con alguna notificación. Para hacer amigos, pasar un buen rato o simplemente encontrar un lugar donde, aunque no vengas a gastar seas cálidamente bienvenido. Se trata de que nadie se sienta excluido”, apunta.

Pero no es solo la librería la que tiene carácter: también su ubicación. Lavapiés es un barrio con fama de combativo, con una mezcla cultural difícil de encontrar en otro rincón de Madrid. “Este lugar tiene y defiende el tejido social que estamos perdiendo poco a poco en las ciudades. Está muy relacionado con la lucha de clases y el apoyo vecinal. Además, es uno de los barrios más ricos culturalmente que puedes encontrar en Madrid”, explica Luz. Elegir este lugar para abrir el negocio no fue casualidad: fue una decisión consciente, “una declaración de intenciones en toda regla”, subraya.
UN NEGOCIO HUMILDE, PERO NECESARIO
Mantener viva una librería en tiempos de Amazon, de grandes superficies y de libros electrónicos no es tarea fácil. Luz Serra reconoce que no es sencillo. “Es un negocio humilde y no tengo intención de que deje de serlo. Creo que sobrevivimos porque evitamos la asepticidad de muchos comercios donde, si no tienes intención de gastar dinero, normalmente, no hay lugar para ti”.
La librería no vive solo del local físico. También mantiene una oferta online que le permite sostenerse con un modelo mixto. “Vendemos a través de nuestra página web y de plataformas como Iberlibro o Todocolección. Compramos libros al por mayor en packs y también recibimos muchas donaciones”, detalla Luz. Eso sí, con ciertos límites: “Lo único que no podemos aceptar son enciclopedias o colecciones muy grandes”.
UN PEQUEÑO DIQUE DE CONTENCIÓN
Tráfico de Libros abrió sus puertas hace casi dos años. Luz hace balance con franqueza: “Han sido, laboralmente, los dos años más duros de mi vida, pero también los más gratificantes”, reconoce.
Durante esta trayectoria, las anécdotas que cuenta son dispares. Recuerda las visitas inesperadas de bandas de jazz o grupos de tango que se pusieron a tocar sin previo aviso o las primeras navidades, “que una señora mayor que venía en busca de compañía pasó la cena de Nochebuena conmigo y mi familia en nuestra casa”.

En el contexto de una gran ciudad como Madrid, donde los comercios tradicionales van desapareciendo ante el empuje de cadenas y grandes plataformas online, proyectos como Tráfico de Libros funcionan como pequeños diques de contención, porque un negocio como este cumple una función que va más allá del comercio: se convierte en una microcomunidad donde se reconocen y cuidan las necesidades de quienes a menudo quedan al margen.
Lavapiés, el barrio del Guernica y del arte urbano, de los sabores tradicionales, con sus cuestas y sus muros grafiteados, sigue siendo una rara avis donde las palabras ‘vecino’ y ‘solidaridad’ no han desaparecido del diccionario y el lugar idóneo para un experimento de este tipo, en el que un libro no es solo un producto, sino una excusa para el encuentro. En estos tiempos que corren, Luz Serra y su insigne librería han hecho una verdadera declaración de guerra contra la indiferencia que llama a la reflexión.