martes, 15 julio 2025
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DIRECTOR DEL LABORATORIO DE NEUROCIENCIA CLÍNICA DEL CENTRO DE TECNOLOGÍA BIOMÉDICA DE LA UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID Y PROFESOR DE LA ETSI DE TELECOMUNICACIÓN

Bryan Strange: “Los ‘superager’ son personas que tienen 80 años o más con una memoria de una persona de 50”

El doctor en Neurología Cognitiva lleva estudiando cómo se forman las memorias emocionales desde hace más de 20 años. Sin embargo, sus investigaciones se centran ahora en los llamados superancianos: mayores a los que el paso del tiempo parece no afectarles de la misma manera que al resto de los mortales. Nos cuenta qué han descubierto

PREGUNTA.- Antes de abordar el tema de los superager, su trabajo se centra en entender los mecanismos de la memoria y los cambios cerebrales asociados al envejecimiento o a enfermedades como el Alzheimer. Usted dice que el cerebro es muy selectivo a la hora de memorizar un evento: retiene mejor los hechos extraordinarios o con mucha carga emocional. ¿Sabemos por qué?

RESPUESTA.- Pienso que es una cuestión de eficiencia. En nuestro día a día es imposible recordar todo lo que nos pasa, por lo que el cerebro ha desarrollado diferentes mecanismos para priorizar qué es lo que vale la pena formar como recuerdo. Una de mis líneas de investigación se enfoca en que, efectivamente, hay diferentes circuitos dentro del cerebro que ayudan con este proceso de selección.

Parece ser que hay diferentes vías: por un lado, recordar algo emocional, como sería un accidente de tráfico y, por otro, algo que no tiene carga emocional, pero te sorprende, por ejemplo, ir conduciendo por la Castellana de Madrid y ver un elefante. Por la vía emocional, hay una estructura en el cerebro que forma las memorias, es decir, recuerda lo que hicimos anoche, en nuestro último cumpleaños… Esa estructura es el hipocampo, que se llama así porque su forma recuerda al caballito de mar. En los años 50, se descubrió que, si esa zona resulta dañada, entonces se produce una amnesia.

Luego, hay una estructura que está justo enfrente del hipocampo que se llama la amígdala –por su forma de almendra–, y es muy importante para detectar amenazas en nuestro entorno.

Llevo estudiando cómo se forman las memorias emocionales desde 2001 y he comprobado que hay un acoplamiento entre la amígdala y el hipocampo. La amígdala organiza la actividad del hipocampo durante la codificación de algo emocional y eso necesita adrenalina, en concreto, noradrenalina. ¿Por qué lo sabemos? Te pongo un ejemplo: si te menciono palabras como ‘profesor’, ‘médico’, ‘banquero’, ‘asesino’…, tu memoria va a recordar mejor la palabra ‘asesino’ que cualquiera de los otros oficios. Sin embargo, si te suministro un fármaco que bloquea el efecto de la adrenalina, ese beneficio de memoria no lo tendrás al mismo nivel.

P.- Es importante que las personas accedan mejor a algunos recuerdos, pero también lo contrario, olvidarlos, porque algunos hechos traumáticos no conseguimos sacarlos de la memoria, ¿no?

R.- Sí. Hay otro proceso que he estudiado bastante en el pasado que se llama reconsolidación. En el estudio de memoria existe un dogma que dice que una persona tiene, primero, un aprendizaje o codificación inicial; luego un periodo de consolidación, que es como la fijación de la memoria en el cerebro; y finalmente llega el recuerdo.

La memoria, una vez recordada, necesita reconsolidarse, pero si, justo en ese momento, una persona recibe un tratamiento como la anestesia general, podemos influir para que la memoria no se consolide. Esta es una línea de investigación que estamos viendo ahora y cuyo objetivo es buscar nuevos posibles tratamientos para el estrés postraumático, los trastornos de ansiedad o las fobias.

Por otro lado, en otros experimentos, estamos viendo también que, cuando te pasa algo sorprendente, esto guarda relación con el sistema de dopamina en el cerebro, es decir, va por otra vía, es el sistema mesolímbico. Entonces, la sorpresa tiene más que ver con la dopamina, y la emoción, con la adrenalina, pero todo concluye en el hipocampo, en la modificación de la actividad del hipocampo.

P.- Con los años, el cerebro se atrofia y nos volvemos física y mentalmente más lentos. Sin embargo, existes personas a los que esto no parece afectarles de la misma manera. Se trata de lo que la neuróloga Emily Rogalski denominó: superagers (superancianos). ¿Qué es lo que define a estos superancianos?

R.- Hay varias líneas de investigación sobre lo que es el buen envejecimiento, por lo que se puede definir de diferentes maneras. En el caso de la definición del Northwestern de la Universidad de Chicago, los superager son personas que tienen 80 años o más con una memoria de una persona de 50. Esto se basa en pruebas neuropsicológicas estandarizadas, por eso sabemos cuál es la puntuación. Hay también algunos matices: un superager no debería ser ‘súper’ en todo, ya que en otras pruebas neuropsicológicas como la fluidez con números o su habilidad semántica, por ejemplo, deberían estar en un rango normal para su edad.

P.- Los primeros estudios de la neuróloga datan de 2012 y usted los descubrió en un congreso en California. ¿Qué es lo que le pareció tan interesantes?

R.- Yo estaba trabajando en una cohorte de individuos mayores en el proyecto Vallecas para buscar factores que predecían la conversión de un estado normal a uno de demencia en fase inicial, fase preclínica, y, por alguna razón, no había muchas personas en esa cohorte que estuvieran desarrollando demencia. Por este motivo. pensé que igual era buena idea mirar el lado opuesto, porque también podemos saber mucho de la enfermedad de Alzheimer o de la demencia buscando factores de protección. Pensé: ¿Qué tienen estas personas para que no solo no desarrollen un trastorno de demencia, sino que tampoco envejezcan a un ritmo normal?

De la misma manera que con 40 años no puedes correr igual que cuando tenías 18, en el cerebro pasa un poco lo mismo: hay algunas cosas que vamos mejorando con los años, pero muchas otras que van empeorando. Así que empecé por mirar si había factores asociados con la prevención del envejecimiento, no solo del Alzheimer. Era importante tener una muestra de estos superager y también tener datos longitudinales, es decir, hacer un seguimiento en el tiempo para saber si estas capacidades eran o no de nacimiento. En el primer artículo que escribimos en el Lancet Healthy Longevity decimos que la corteza, esa parte de la materia gris, tiene más volumen en los superager, porque su tasa de atrofia de la materia gris es más baja.

P.- En esa muestra identificaron a 64 mayores como superancianos (de 1.213 personas), lo que parece una proporción enorme, ¿no?

R.- Casi se me cae el café de la mano cuando me lo dijo mi estudiante [risas]. Yo había regresado de Los Ángeles y quería comprobar si había superager en el proyecto Vallecas. Le dije que buscase a personas con una serie de criterios y, a los pocos días, me dijo que había encontrado 64. Claro, este fenotipo es raro, por eso se llama ‘súper’ y aún así ya hemos encontrado más, porque esa solo fue la primera búsqueda.

P.- En sus estudios ha observado algunas tendencias en los hábitos de vida de los superager. ¿Qué factores ambientales están detrás?

R.- Sabemos es que estas personas tienen una muy buena salud mental. Ni los superager ni los controles [adultos mayores típicos] tenían diagnóstico de depresión o ansiedad. Los superager también se mueven más rápido, tanto en pruebas de marcha como en el movimientos de dedos, que es importante porque involucran diferentes partes del sistema motor en el cerebro. Luego, se observa una serie de cosas esperadas: un buen control de la hipertensión y de la glucosa.

Algo curioso es que los superager son personas más musicales, lo que incluye empezar a tocar un instrumento a edades avanzadas. Además, han tenido una vida activa en la mediana edad, tanto física como cognitivamente.

También descubrimos cosas que no esperábamos: los superager no tienen una tasa más alta de educación, no hacen más ejercicio que los adultos mayores típicos, aunque se mueven más rápido, y no realizan actividades sociales con más frecuencia.

Esto último, en otras entrevistas en Norteamérica, ha llamado mucho la atención. Yo les explicaba que llevaba más de diez años viviendo en España y veía que, en Madrid, todo el mundo era muy sociable. Aquí las personas no se quedan en casa, mira lo que pasó en el apagón. Si los comparamos con otros países, las personas españolas son muy sociables y esa actividad basal no nos permite distinguir entre adultos mayores típicos y superager. En Norteamérica también me preguntaban por la dieta. Nosotros hicimos una búsqueda exhaustiva de temas alimenticios y tampoco había diferencias. Aquí, por lo general, se come muy bien. La fruta, la verdura, la legumbre y el pescado que llega es excelente y no se come mucha comida rápida.

P.- Comenta que los superager tienen niveles más bajos de ansiedad y de depresión, e investigaciones anteriores sugieren que estos estados pueden ser factores de riesgo para la demencia. ¿Significa esto que controlando esos parámetros podríamos retrasar una demencia o son solo una consecuencia de ser superancianos?

R.- Es una muy buena pregunta. Para poder contestarla habría que hacer un ensayo clínico y comprobar si personas que, aunque en el diagnóstico no manifiesten niveles de ansiedad y depresión (simplemente tengan esos niveles más bajo), con algunos tratamientos –ya sean psicológicos o farmacológicos– tienen más probabilidades de ser superancianos respecto a las que reciben un placebo. Para eso necesitas un estudio randomizado, controlado, doble ciego… es difícil.

Entonces, la realidad es que, de momento, puede ser algo de su genética o de su ambiente, pero no lo sabemos.

P.- Algunos superancianos no tenían un estilo de vida saludable aparentemente, lo que sugiere que podrían intervenir otros factores moleculares o genéticos. ¿Sabemos algo al respecto?

R.- Lo estamos buscando. Se trata de un fenotipo raro, no hay muchas personas así, y hay muchas moléculas que podrían ser candidatas, es una combinación de moléculas. El paso siguiente sería crear un consorcio internacional para realizar un macroestudio y mirar este tipo de factores.

P.- El sueño es también relevante: no se trata de dormir ni mucho ni poco, sino lo suficiente. ¿Qué es dormir lo suficiente?

R.- A mí me encantaría despertarme todos los días sintiendo que he dormido lo suficiente [risas]. El sueño es el momento en que nuestro cerebro realiza las ‘tareas del hogar’, es decir, para el mantenimiento estructural y también a nivel molecular. Entonces, si no se duerme bien, o se pasa un periodo sin dormir, se produce una acumulación de proteínas que no queremos que estén ahí.

Por otro lado, una cosa es la falta de sueño y otra, la falta de sueño de calidad. Ya sabemos que la apnea del sueño es un factor de riesgo para la demencia, también para problemas cardíacos y de memoria. Esto es así porque no llega el suficiente riego de oxígeno al cerebro y no descansas.

P.- Comentó que los superager son “más musicales” y quería que me explicase cómo influye la música en este sentido, porque es conocido que las personas con Alzheimer, que no recuerdan ni siquiera su nombre o no conocen a familiares cercanos, sin embargo, parecen recordar la letra o las melodías de algunas canciones. ¿Por qué sucede esto?

R.- A mí me parece impactante lo del Alzheimer y la memoria musical porque, aparentemente, esta memoria musical está en otra parte del cerebro. No se sabe exactamente dónde, pero no es tan dependiente del hipocampo.

La música es como otro idioma, son símbolos que se traducen en movimientos, y eso es una actividad bastante completa para el cerebro, para mantener diferentes funciones en marcha. Por eso pienso que eso debe nutrir la reserva cerebral que tenemos cuando llega el proceso de degeneración.

P.- ¿Sus estudios servirán para predecir antes posibles demencias o prevenirlas? De momento, lo que estamos mirando es una caracterización de factores que previenen la pérdida de memoria con la edad. Esto nos ayuda a explicar lo que está pasando en una persona con demencia.

En ese primer artículo que te comenté antes, junto con otra información que estamos a punto de publicar, argumento que, lo que hay que pensar es que los factores de riesgo para la demencia comparten elementos con los factores de riesgo para la pérdida de memoria con la edad. Tenemos que pensar en cómo mantenemos todos los cerebros en el nivel de un superager.

¿Cómo logramos eso? Una vía es la de la demencia, que sería esa acumulación de proteínas que ya conocemos: amiloide y tau, y la actividad de las células inmunológicas que se llaman microglía, que son los tres principales problemas en Alzheimer junto con pérdida de sinapsis. La otra vía es la del proceso de envejecimiento. ¿Solo hablamos de prevenir el Alzheimer o también el proceso de envejecimiento? Algunos factores de riesgo para la demencia se solapan con los factores protectores para ser superager: la salud mental, el ejercicio y el control de la glucosa y la hipertensión. Si podemos combatir los factores que hacen que el cerebro envejezca, estaremos en una mejor posición para tratar una demencia.

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Horacio R. Maseda
Horacio R. Masedahttps://entremayores.es/
Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información empresarial de entremayores y la edición de Euskadi.

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