martes, 25 marzo 2025
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Personas mayores y depresión: un diagnóstico infravalorado que suele pasar desapercibido

La edad es un factor desencadenante que provoca que los senior sean más vulnerables a padecer depresión, sin embargo, la concepción estereotipada de una vejez pasiva y triste conlleva que no se les tenga en cuenta
La depresión constituye hoy en día un problema de salud de elevada trascendencia con graves repercusiones tanto para el paciente, como para los familiares y la sociedad en general. Es más, según datos de la Organización Mundial de la Salud, en el año 2020 la depresión será la principal causa de discapacidad en todo el mundo, solo superada por las enfermedades cardiovasculares.
La concienciación social sobre el incremento del peso de la depresión en nuestras sociedades se hace cada vez más patente, sin embargo, asociar esta enfermedad con las personas mayores sigue siendo una tarea pendiente.
Es habitual que se infravalore el número de personas mayores afectadas por una depresión, ya que persiste, en muchas ocasiones, la idea de que es normal que los mayores estén tristes. “Una persona triste es una persona enferma, sea anciano o sea joven. Una persona mayor no tiene por qué estar triste y si lo está permanentemente es porque tiene una depresión. Muchas veces es la propia familia la que no lo detecta, o son los propios profesionales los que consideran que eso es normal”, indica el psiquiatra Luis Agüera, presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría (SEPG).
Además, la frecuente exclusión de personas muy mayores en los ensayos clínicos farmacoterapéuticos sobre depresión, y la práctica inexistencia de información disponible referida a este segemento de la población, hacen que el diagnóstico de depresión en personas mayores pase muchas veces desapercibido.
La depresión, aunque no se manifiesta de forma homogénea en todas las personas, se caracteriza por la presencia de la ya citada tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa, falta de autoestima, cansancio, trastornos del sueño, o falta de concentración. Estos síntomas son muy similiares en personas mayores y adultos más jóvenes, sin embargo, las primeras suelen tener mayor número de dolencias corporales, de tipo dolor o disfunción digestiva.
Otra de las diferencias notables entre los grupos de edad, tal y como indica el doctor Agüera, es que las personas mayores que sufren algún tipo de trastorno depresivo tienen un mayor riesgo de suicidio. De todas las personas mayores que se suicidan, el 90% tenía una depresión. “Los mayores utilizan métodos más contundentes cuando hacen un intento de suicidio, no se toman pastillas sino que se tiran por una ventana. Y cuando toman pastillas es más difícil reanimarlos en urgencias que a una persona más joven”, asevera el psiquiatra.
Aparte de factores de estrés psicosocial como, por ejemplo, el duelo, la soledad o la pobreza, la edad avanzada constituye un claro elemento de riesgo de depresión.
“La edad por sí misma, y también por el propio envejecimiento del cerebro, convierte a las personas en más vulnerables, es decir, que en principio las personas mayores serían más vulnerables a padecer depresión con desencadenantes de similar intensidad. Aunque hay personas mayores que siguen manteniendo una resistencia grande y que no tienen esa vulnerabilidad, aunque tengan grandes problemas”, explica el presidente de la SEPG. 
Otro de los componentes asociados a la depresión en las personas mayores es la demencia. Haber tenido un cuadro depresivo es un factor de riesgo para la demencia, ya que se registran más casos de demencia en personas que han sufrido previamente una depresión.
“Cuando una persona tiene una demencia, sobre todo en los primeros estadios de la enfermedad, tiene un riesgo como de un 50% de tener un episodio depresivo”, añade Luis Agüera. Sin embargo, tal y como comenta el psiquiatra, esto no quiere decir que todas las personas que han sufrido depresión vayan a tener demencia, aunque sí recomienda vigiliar de cerca el funcionamiento de la memoria, por si pudiera haber en un futuro algún problema de tipo cognitivo.
Por otra parte, según un reciente estudio internacional, la depresión y otros cambios de conducta pueden aparecer en personas que posteriormente desarrollarán la enfermedad de Alzheimer, incluso antes de que empiecen a tener problemas de memoria.

Psicofarmacología
Las personas mayores y los adultos jóvenes responden de forma bastante similar a los tratamientos farmacológicos, aunque los mayores suelen tardar más tiempo en recuperarse. “En este momento tenemos fármacos muy eficaces para la depresión en el anciano. Toleran muy bien los fármacos más modernos, mucho más que otros para otras enfermedades que padecen las personas mayores ”, detalla el doctor Agüera.
Sin embargo, algunas investigaciones relacionan el consumo de ansiolítcos con el riesgo de padecer Alzheimer. Concretamente un estudio franco-canadiense determinó que el consumo de benzodiazepinas durante más de tres meses está asociado a un riesgo mayor de padecer Alzheimer, pudiendo llegar hasta el 51%.
Otra opción, en los casos de depresión menos grave, es la psicoterapia, una disciplina “muy útil” en palabras del psiquiatra, pero con escasez de profesionales especializados en personas mayores. Asimismo, el ejercicio físico juega un papel muy importante en la prevención y curación de una depresión.
“Hay investigaciones muy sólidas en este sentido que hablan del efecto favorable sobre el estado de ánimo del ejercicio físico, del ejercicio aeróbico. Y esto es algo que se utiliza poco pero que es muy eficaz y barato, aunque en una depresión grave hace falta tomar fármacos”, opina el presidente de la SEPG.
La depresión es una enfermedad que tiene recaídas, que tiende a ser crónica. Por lo tanto, personas que empezaron a tener una depresión con 20, con 30 años, pueden recaer perfectamente de mayores. Por otro lado, hay personas que tienen un primer episodio depresivo cuando ya son mayores, y manifiestan problemas fundamentalmente cerebrales, más orgánicos, como puede ser la vascularización cerebral.
Por todo ello, hay que estar alerta y romper con el estereotipo de una vejez pasiva, aburrida, sin alicientes, y cuando se detecte alguna señal acudir sin miedo a los especialistas.

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