El cuerpo de la mujer vive diversos cambios a lo largo de su vida que están fuertemente marcados por dos eventos: la llegada de la primera menstruación y la desaparición de la misma. Ambos acontecimientos suelen ir acompañados de dudas y de un proceso de adaptación, sin embargo, en torno a la menopausia, es decir, al cese de la menstruación, suele haber multitud de prejuicios y desconocimiento.
La menopausia no es otra cosa que un proceso en el que la mujer pierde, de forma progresiva, su función ovárica. Esto provoca, a su vez, un descenso de la producción de dos tipos de hormonas femeninas: los estrógenos y la progesterona.
Un proceso en tres fases
Esta etapa se caracteriza por el hecho de que en cada mujer se produce de un modo diferente y a una edad variable, aunque dentro de unos parámetros. Normalmente, se suele acotar el momento de la llegada de la menopausia entre los 48 y los 50 años.
Este fenómeno se suele producir en tres fases: la premenopausia, la menopausia y la postmenopausia. Se conoce como climaterio al conjunto de las tres etapas.
La primera fase es de transición hacia la menopausia. Al producirse de modo progresivo, suele durar unos cinco años. Sin embargo, desde la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (Aeem) afirman que la duración de este periodo varía en función de cada mujer. En este sentido, apuntan que suele ser más breve y precoz en mujeres fumadoras y que sufren estrés y en aquellas que han sido operadas de útero y ovarios.
La última menstruación es la que marca el inicio de la segunda fase, la menopausia. En este momento la mujer deja de ser fértil.
Por último, se vive la postmenopausia. Esta es la etapa anterior a la vejez y, según la marca de productos de higiene femenina Ausonia, suele durar de uno a seis años.
Cada mujer, un tipo de menopausia
La variabilidad entre cada mujer marca sin duda el estudio de esta etapa. Sin embargo, hay aspectos que, en mayor o menor medida, afectan a todas las mujeres.
Según la Aeem, durante este momento de la vida se suelen producir sofocos, insomnio, ciclos irregulares, cambios en la figura, osteoporosis, alteraciones en el estado de ánimo, cambios en la vida sexual y afecciones cardiovasculares.
Los sofocos provocan, de modo repentino, calor y ansiedad. Estos causan un aumento del flujo sanguíneo en cuello, cara y tórax. Sus consecuencias son los sudores y las palpitaciones. Los cambios bruscos de temperatura, el consumo de alcohol y el estrés emocional suelen ser, según la Aeem, los causantes de este tipo de síntoma.
Íntimamente ligado a los sofocos está el insomnio, ya que los primeros impiden un correcto descanso durante la noche.
Por su parte, los cambios en la figura se producen a causa de variaciones en el metabolismo. Esto ocasiona un aumento de la grasa corporal. Cuando la mujer tiene 20 años, la grasa suele representar el 26% del total de su cuerpo y cuando se encuentra en los 40, un 33%. Sin embargo, si su edad ronda los 50 años, esta supone un 42%. La vida sedentaria es, a menudo, la principal causante de este cambio y puede desencadenar en problemas cardiovasculares y diabetes.
La pérdida de masa ósea –osteoporosis– a causa de la descalcificación de los huesos es también frecuente durante la menopausia, ya que se produce una reducción de la protección que ejercían las hormonas que en esta etapa descienden su producción. Su principal consecuencia es un mayor riesgo de fracturas.
Desde la Aeem apuntan a la importancia de una detección precoz de esta dolencia, que se realiza a través de la densiometría ósea de columna, lumbar y fémur. Esta la recomiendan en mujeres que hayan vivido menopausia precoz –antes de los 40 años–; fumadoras; con bajo peso; con antecedentes familiares con osteoporosis; que estén inmovilizadas con frecuencia; que estén sometidas a tratamientos prolongados con anticonvulsivantes antiácidos, corticoides, hormona tiroidea y ansiolíticos; y mujeres que, entre otras cosas, padezcan anorexia nerviosa, insuficiencia hepática, diabetes Mellitus Inmunodependiente, Mieloma Múltiple y Enfermedad Obstructiva Pulmonar.
Los estrógenos, hasta la llegada del climaterio, controlaban el riesgo de sufrir enfermedades vasculares. Su menor producción tiene su consecuencia inmediata: un aumento de las probabilidades de padecer estas dolencias, equiparando el riesgo, incluso, a los valores que suelen presentar los varones.
La falta de estrógenos suele provocar también sequedad vaginal, lo que puede afectar a la vida sexual de la mujer. Sin embargo, desde la Aeem apuntan que la falta de lubricación en el coito es fácilmente tratable. Además, destacan que la disminución de la libido y falta de apetito sexual no se produce en todos los casos, ya que depende también de factores educacionales y sociales.
Según la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (Sego), en España, el 45% de las mujeres que ha finalizado su etapa fértil padece síntomas de atrofia vaginal. Irritación, ardor, sequedad vaginal, dispareunia (dolor durante las relaciones sexuales) o incontinencia urinaria son algunos de los molestos síntomas que estas mujeres pueden sufrir.
Desde Ausonia plantean un ranking de los principales síntomas que sufren las españolas durante la menopausia: el 48,2% de ellas sufre sofocos; el 41,5% dolor articular; el 32,6% sequedad vaginal; el 32,5% disminución de la libido; el 28,5% sudores nocturnos; entre el 20 y 2l 25% presentan aumento de peso, ansiedad, insomnio continuado, cambios de humor y flacidez en la piel; entre el 15 y el 20% estrés, irritabilidad, fatiga, sequedad ocular, pérdidas de orina y pérdidas de memoria a corto plazo; y el 15% picores, pérdida de autoestima y depresión.
Pero, ¿por qué no todas las mujeres perciben del mismo modo los síntomas de la menopausia?. El doctor Plácido Llaneza, presidente de la Aeem, hace hincapié en que en esto “influyen muchos factores”.
“Sabemos que en determinadas culturas, la actitud hacia la menopausia es diferente a la que tenemos en los occidentales y esas mujeres suelen tener menos síntomas. La obesidad también parece influir, así como el modo en que la menopausia ocurre. Cuando la menopausia es brusca como consecuencia de la extirpación de los ovarios por alguna indicación médica, los síntomas menopáusicos suelen ser más frecuentes y severos”, explica.
¿Existen tratamientos eficaces?
Según datos de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia, solo el 1% de las mujeres recibe tratamiento durante la menopausia, cuando lo necesita el 20%. “Somos conscientes de que existe una discordancia entre los datos científicos que poseemos sobre la eficacia y la seguridad del tratamiento hormonal de la menopausia y la percepción que tienen de él muchas mujeres que lo consideran peligroso, por lo que a menudo sufren síntomas que alteran su calidad de vida, cuando esta terapia puede aliviarlos”, aclara el doctor Llaneza.
Asimismo, el presidente de la Aeem afirma que existe cierta reticencia por parte de algunos médicos a la hora de recetar tratamientos a las mujeres con síntomas severos. “Algunos médicos han malinterpretado los resultados del estudio WHI que relacionaban un tipo de terapia hormonal de la menopausia en un grupo de mujeres de una edad media de 63 años con un aumento del riesgo de cáncer de mama. Estos resultados se extendieron a todas la terapias y a todas las mujeres menopáusicas”.
Sin embargo, comenta, “hoy en día, 15 años después de la publicación de aquellos datos, hay que explicar que estamos seguros que para las mujeres menores de 60 años o en las que han transcurrido menos de diez años desde la última regla, que presentan síntomas menopáusicos y que no tengan contraindicaciones para el uso del tratamiento hormonal, la relación entre riesgo y beneficio es favorable para el tratamiento”.
Plácido Llaneza aclara que estos tratamientos, aunque no son “mágicos”, sí pueden ser muy efectivos para tratar los síntomas de la menopausia. A pesar de ello, antes de implantar cualquier medicación, el experto señala que es preciso llevar una vida saludable.
“En primer lugar hay que considerar que para todas las mujeres con síntomas de la menopausia y a cualquier edad, son recomendables una serie de medidas higiénico-dietéticas como llevar ropa suelta, beber bebidas frías, evitar la comida picante y mantener una temperatura ambiente más baja para evitar los sofocos. Un estilo de vida saludable manteniendo un peso corporal adecuado, realizando ejercicio físico regular y adaptado, y evitando los hábitos tóxicos también es esencial”, explica.
“Si estas medidas no fuesen capaces de controlar los síntomas, la terapia hormonal clásica con estrógenos y progesterona o nuevos tratamientos como Duavive, son muy efectivos cuando se cumplen las condiciones que hemos señalado”, destaca.
“Aparte de las medidas y tratamientos citados, otros fármacos pueden estar indicados para el control de síntomas específicos que también son muy comunes como puede ser la disminución del deseo sexual o el dolor durante el coito. En este campo disponemos de nuevos tratamientos como el Ospemifeno o los tratamientos vaginales locales que mejoran la calidad de vida de las mujeres. Si existe una osteoporosis hay varios tratamientos que han demostrado que pueden reducir el riesgo de fractura”, apunta.
Sin embargo, insiste, “hay que aclarar que la terapia hormonal debe de ser empleada como tratamiento de los síntomas de la menopausia y no debe de ser empleada con fines preventivos únicamente, aunque diversos estudios observacionales han señalado su efecto beneficioso, cuando se emplea de forma correcta, para prevenir algunas patologías como la osteoporosis, el riesgo cardiovascular o el deterioro cognitivo”.
Asimismo, concluye, “la menopausia supone también un momento óptimo para que la mujer acuda a su ginecólogo y se asesore sobre los distintos programas de prevención de patologías asociadas con el envejecimiento”. Y es que la menopausia, en vez de entenderse como un problema, puede asumirse como una etapa más en la vida de la mujer.