El número de personas en el mundo que padecen diabetes se ha cuadruplicado desde 1980. En 2016, unos 422 millones de adultos alrededor del globo tenían diabetes, cifra que ha aumentado de manera constante en los tres últimos decenios en paralelo con la obesidad y sobrepeso, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, es una de las principales causas de mortalidad en el mundo. En 2012 fue causa de muerte directa en 1,5 millones de personas y provocó otras 2,2 millones de muertes al incrementar el riesgo de otras afecciones, como las enfermedades cardiovasculares. El 57% de estas muertes se produjeron en personas mayores de 70 años.
La OMS define esta dolencia como “una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce insulina suficiente o cuando el organismo no utiliza eficazmente la insulina que produce. El efecto de la diabetes no controlada es la hiperglucemia (aumento del azúcar en la sangre)”. Lo contrario a la hiperglucemia es la hipoglucemia.
Existen dos tipos: La diabetes de tipo 1, que no se puede prevenir y se caracteriza por la ausencia de síntesis de insulina; y la diabetes de tipo 2, que tiene su origen en la incapacidad del cuerpo para utilizar eficazmente la insulina, lo que a menudo es consecuencia del exceso de peso o la inactividad física. Por otro lado, la diabetes gestacional corresponde a una hiperglucemia que se detecta por primera vez durante el embarazo.
FACTORES DE RIESGO
Como ya se venía diciendo, la diabetes tipo 2 depende en gran medida del estilo de vida. Según la International Diabetes Federation, los factores de riesgo son varios, entre los que se encuentran los antecedentes familiares, el sobrepeso, una dieta poco saludable, la falta de actividad física, la edad avanzada, la hipertensión, la etnia, mala resistencia a la insulina, mala alimentación durante el embarazo y haber sufrido diabetes gestacional.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que la propia diabetes actúa como factor de riesgo frente a otras patologías. “Sobre todo, aumenta el riesgo de enfermedades del corazón, del riñón y la osteoporosis, todas muy comunes al avanzar la edad. También tiene un enorme peso en las alteraciones del ánimo, muy comunes en este colectivo”, advierte Esteban Jódar, catedrático en Endocrinología por la Universidad Europea y jefe del Departamento de Endocrinología y Nutrición Clínica del Hospital Quirón Salud de Madrid.
PREVENCIÓN
Algunos pacientes cuya diabetes ha sido originada por los malos hábitos pueden revertir la enfermedad, según nos comenta Jódar: “La mayoría de los casos (no todos, eso es cierto) que se asocian a la obesidad pueden revertirse con la adecuada pérdida de peso. En pacientes con menos de cuatro años de evolución desde el diagnóstico y con obesidad, más del 70-80% de los casos pueden curarse con cirugía para tratar la obesidad o con una importante pérdida de peso acompañado por tratamiento médico”.
No obstante, lo más importante es prevenirla con un estilo de vida saludable. La OMS afirma que reducir el riesgo de padecer diabetes de tipo 2 es posible mejorando la sensibilidad a la insulina y asimilando la glucosa a través de la actividad física practicada con regularidad y en suficiente cantidad, así como una dieta sana a base del consumo de fibra alimenticia vegetal, y sustituyendo los ácidos grasos saturados por ácidos grasos poliinsaturados. Estas mejoras en el estilo de vida previenen y reducen la obesidad.
Asimismo, en personas con prediabetes (esto es, alto riesgo de desarrollar diabetes tipo 2), “la pérdida de peso y el aumento del ejercicio físico, junto con una alimentación más saludable, reduce el riesgo de que aparezca diabetes”, puntualiza Jódar, a lo que añade que las personas con resistencia a la insulina también se benefician de estos cambios en su estilo de vida.
TRATAMIENTO
Para entender qué tipo de medidas o fármacos se le debe suministrar a un paciente con esta dolencia, en primer lugar debemos entender su funcionamiento. Tal y como explica Jódar, la diabetes tipo 2 se asocia a dos tipos de problemas fundamentales. “El primero es la hiperglucemia, es decir, que la elevación crónica de la glucosa en sangre produce complicaciones típicas y exclusivas de la diabetes (alteraciones de vasos arteriales pequeños: retinopatía, nefropatía y neuropatía diabéticas). La segunda es la asociación a otros factores de riesgo vascular que origina, junto a la propia alteración metabólica e inflamatoria de esta enfermedad, un muy elevado riesgo de problemas cardiovasculares”.
En el mercado existen varios tratamientos para controlar diabetes y prediabetes. “Los fármacos tradicionales bajan el azúcar, muchos de ellos con riesgo de hipoglucemias y aumento de peso”, explica Jódar. Sin embargo, hoy en día disponemos de “tratamientos más modernos que, además de bajar la glucosa en sangre, reducen ese riesgo, como son algunos glucosúricos y varios agonistas de GLP-1”. Estos fármacos, además, tienen la ventaja de que ayudan a “bajar peso y no aumentan,en sí, el riesgo de sufrir hipoglucemias”.
INFLUENCIA DE LA GENÉTICA
La resistencia a la insulina “se trata de un concepto fisiopatológico (es decir, que explicaría el desarrollo de otras enfermedades) que se define por haber una resistencia a la acción de la insulina en las células grasas, el hígado y el músculo”, explica Sara Artola, especialista en Medicina Interna en el Hospital Clínico de Madrid. Como consecuencia, el individuo resistente a la insulina no incorpora correctamente la glucosa a las células. “Esto explica que a partir de una determinada edad se desarrolle diabetes”, concreta la experta.
Lejos de tratarse de una enfermedad o transtorno clínico, la resistencia a la insulina es una predisposición hereditaria: “Un alto porcentaje de la población actual tiene este gen”, asegura Artola, a lo que añade que esta predisposición (“gen ahorrador”) existe desde hace millones de años, cuando el humano tenía que sobrevivir en condiciones adversas y era necesario que el cuerpo aprovechase al máximo los alimentos de los que disponía.
“Ahora que tenemos una sobreabundancia de alimentos y disfrutamos de dietas ricas en hidratos de carbono y calorías, esta predisposición hace que se tenga una base para sufrir obesidad”, afirma Artola. Sin embargo, poseer este gen no es motivo de alerta: con una buena pauta de alimentación y actividad física puede estar toda la vida sin llegar a desarrollar prediabetes, diabetes, ni obesidad.