¿Cómo afectan las infecciones de orina a las personas mayores?
Después de los 55, estas molestas afecciones pueden empezar a aparecer con mucha frecuencia, más del doble que en el colectivo menor de 34 años. Hablamos con el urólogo José Medina Polo para disipar las dudas sobre esta patología

Todo comienza con las micciones frecuentes, a las que acompañan una sensación de escozor al orinar y la noción de que el vaciado es incompleto. A su vez, se notan molestias en la parte baja del abdomen y, cuando aparecen las ganas de orinar, una necesidad imperiosa de ir corriendo al servicio. Al médico no le cabrá duda: son los síntomas más comunes de la infección de orina.
Este trastorno puede aparecer en todas las etapas de la vida con esa misma sintomatología, si bien cuando se presenta en pacientes mayores de 65 años, tienen unas “características diferenciales”. Así lo asegura el doctor José Medina Polo, especialista en Urología Funcional y miembro de la sección de infecciones urinarias de la Asociación Europea de Urología (ESIU), además de urólogo en varios hospitales madrileños, entre ellos, el 12 de Octubre. Para los mayores, el transcurso de los síntomas puede ser más duradero, y se incrementa la “sintomatología no urinaria”, como puede ser el cansancio, el dolor o el malestar general.
¿A QUÉ SE DEBE?
En materia de infecciones de orina, los factores de riesgo no solo cambian en función de la edad, sino también del sexo. Por ejemplo, para las mujeres jóvenes, suelen ser consecuencia de la migración de bacterias durante las relaciones sexuales, pero tras la menopausia “intervienen otros factores”, apunta el doctor Medina Polo, “como la existencia de otras enfermedades como la diabetes, la existencia de prolapso de vejiga o útero, atrofia de la mucosa vaginal o la incontinencia urinaria”, además de la propia menopausia. “Por ello”, señala, “la incidencia de las infecciones urinarias en relación con la edad tiene una curva en forma de J, lo que hace que la incidencia de estas infecciones sea el doble en mayores de 55 años en comparación con menores de 34”.
Por su parte, los hombres también sufren una mayor incidencia de infecciones de orina al pasar de los 55 años, pero esto se debe “a trastornos en el adecuado vaciamiento vesical, que suele relacionarse con el crecimiento prostático”, explica el doctor Medina Polo. De hecho, en muchas ocasiones, la infección de orina en los hombres afecta a la próstata, lo que provoca sintomatología como “dificultad miccional, chorro flojo o incluso retención urinaria a causa de la inflamación prostática”.
Aún así, las mujeres tienen más probabilidades de padecerlas debido a que su uretra es más corta, “lo que posibilita que las diferentes bacterias tengan menor dificultad para llegar a la vejiga y producir una cistitis –infección de la vejiga–”. Esta última, la cistitis, es el tipo de infección de orina más común entre las mujeres, si bien puede ser pielonefritis, es decir, infección renal. En este caso, suele haber fiebre y dolor lumbar.
Si por algo se caracteriza el colectivo mayor es porque tiende a padecer enfermedades crónicas de cualquier tipo, lo cual implica que, si la infección de orina aparece junto a determinadas dolencias, pueda causar “complicaciones y una evolución más lenta”, explica el urólogo. Algunas de las enfermedades que pueden verse afectadas por una infección de orina son la diabetes mal controlada, trastornos del sistema inmunitario, enfermedades renales, el sondaje vesical y otras alternaciones en el vaciado de la vejiga. De padecer alguna de estas dolencias, “es preciso instaurar un tratamiento precoz, y no se suelen aconsejar las pautas cortas (monodosis) de antibiótico”.
Por otro lado, existen otras enfermedades que no es que agraven la infección, sino que las dificultades de comunicación del paciente causan un retraso en el tratamiento. Esto puede suceder en caso de que la infección se dé en un paciente, por ejemplo, con Alzheimer. Aquí, “aparecen síntomas inespecíficos, como el cansancio, la disminución de la capacidad intelectual o menor apetito”. En estos casos, el experto recomienda que los cuidadores de personas dependientes valoren el número de micciones del paciente (lo habitual es ir al baño cada dos o tres horas) o, si utiliza pañales, puede que esté usando un número menor de estos productos. Además, otros signos de alerta son la orina maloliente o turbia, que pueden ayudar al diagnóstico.
RECURRENCIA Y RECIDIVA
Una característica muy propia de las infecciones de orina es que no es infrecuente que después de curar una, aparezca otra. En este sentido, el doctor Medina Polo apunta que es necesario distinguir entre recurrencia y recidiva. “La recidiva suele ser un nuevo proceso infeccioso que aparece en las dos semanas siguiente, y está causado por la misma bacteria, que no se ha erradicado correctamente”, explica. Esto sucede porque el antibiótico no ha eliminado adecuadamente la bacteria, porque el tratamiento prescrito era inadecuado o por alguna alteración anatómica o en la función del aparato urinario.
En cambio, las recurrencias, que suponen el 80% de los casos, “aparecen pasadas las dos semanas de terminar el tratamiento”, y están causadas “por una cepa diferente al germen inicial”. Los motivos de la recurrencia son la actividad sexual, el déficit estrogénico o la patología uroginecológica subyacente –incontinencia de orina o vejiga descendida, por ejemplo–, entre otros.
Medina Polo explica que existen factores no modificables propios de la persona que conllevan un mayor riesgo de recidivas, como padecer infecciones de orina desde la juventud o los antecedentes familiares de infecciones. Las consecuencias de las recurrencias, por su parte, son la afectación de la calidad de vida debido a los síntomas que producen, así como los efectos secundarios relacionados con el consumo de antibióticos (como los síntomas digestivos, la diarrea o las infecciones por hongos).
EL PROBLEMA ANTIBIÓTICO
Como acabamos de ver, las infecciones de orina se combaten con antibióticos, un tipo de medicamento que está en tela de juicio debido a la aparición de cepas bacterianas resistentes a los mismos, y por lo tanto, prácticamente invencibles. Es por eso que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) impulsa el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), de modo que la aparición de estos patógenos resistentes sea cada vez menor. Y uno de los puntos principales para ello es evitar el abuso de este tipo de fármaco.
“El punto clave en el caso del tratamiento antibiótico contra las infecciones de orina en pacientes mayores es seleccionar el más adecuado y con una duración óptima. No suelen aconsejarse pautas cortas de una sola dosis y es preciso valorar individualizadamente la selección del antibiótico. Los pacientes mayores y con otras patologías tienen, con mayor frecuencia, infecciones por gérmenes que podemos considerar no típicos, y esto obliga a seleccionar un antibiótico que se muestre eficaz frente a estas bacterias”, explica el especialista en Urología. “Por otro lado”, señala, “existen medidas no antibióticas para prevenir la aparición de recidivas, como son el uso de estrógenos tópicos si existe atrofia vaginal, el empleo de probióticos, el consumo de arándanos, D-manosa, preparados inmunoactivos o incluso instilaciones endovesicales”. En cualquier caso, el experto indica que lo importante es “realizar un abordaje individualizado de cada paciente”.
CLAVES DE PREVENCIÓN
Existen varias medidas que ayudan a prevenir la aparición de estas molestas infecciones. Las más básicas implican beber agua, no aguantarse las ganas de miccionar, tratar adecuadamente la atrofia vaginal, limpiarse la zona vaginal siempre desde delante hacia atrás, orinar después de tener relaciones sexuales y evitar el estreñimiento. “Por otro lado, hay que tratar los factores de riesgo para padecer estas infecciones, como aquellos que pueden asociarse a un vaciado vesical inadecuado, como la hiperplasia benigna de próstata o cistocele (vejiga caída)”, explica Medina Polo.
Por último, el urólogo recuerda que los pacientes usuarios de sonda vesical deben asegurar “un adecuado mantenimiento de la sonda, colocando la bolsa por debajo del nivel de la vejiga, intentar no manipular la sonda innecesariamente, comprobar que drena como debe y cambiarla periódicamente”.