Las nubes invernales han dejado paso al sol brillante en toda España. Las temperaturas ya superan los 20 grados en las zonas más frías de la península y las playas empiezan a llenarse desde primera hora de la mañana. Es tiempo de vacaciones de verano.
También es el momento en que los profesionales de la Dermatología están más alerta, pues también es época de las quemaduras causadas por una exposición prolongada al sol. Y es que, a veces, las ganas de obtener un bronceado de envidia son superiores a la capacidad física de nuestra piel. Un sentimiento con el que hay que tener especial cuidado, ya que podría derivar en la llamada ‘adicción al sol’ o, simplemente, tanorexia.
Normalmente, este trastorno psicológico se produce en mujeres jóvenes, pero cada vez “se empieza a notar más entre personas de entre 60 y 70 años”, asegura Alejandra Chulián, psicóloga especializada en personas mayores. Y es que el hecho de tener un color de piel que no sea pálido está asociado a tener más salud, a la juventud y, en definitiva, a la imposición de los cánones de belleza.
“Es raro que una persona de 70 años decida empezar a broncearse repentinamente”, opina el psicólogo Manuel Nevado. “Estos procesos, aunque se den en personas de esa edad, suelen empezar a los 40 o 45, que es cuando se empieza a perder la elastina y el colágeno, que son lo que mantiene la piel tersa, suave y con menos arrugas”, añade.
Claro que no siempre es posible broncearse, especialmente, en épocas no tan soleadas, como el invierno. Por este motivo, la característica más común de la persona con tanorexia es que acude a cabinas de rayos UVA, en las que invierte grandes cantidades de tiempo y de dinero, e incluso llegando a sentir ansiedad si falta a la cita. A menudo, esto último se puede deber a la sensación de competitividad que puede nacer hacia otros compañeros o amigos por conseguir el bronceado más oscuro, lo que se traduce en la aparición de sentimientos de frustración, la insatisfacción crónica y la conducta compulsiva de mantener el tono de piel ganado.
Otra característica de la tanorexia, y que se comparte con otros trastornos, es la pérdida de imagen personal. También es la más grave. Una persona con tanorexia puede estar muy morena a los ojos de los demás, pero cuando se mira a sí misma al espejo, ve un tono mucho más claro. Por eso es tan difícil de percibir.
“Nos damos cuenta cuando empiezan a aparecer cuadros de cáncer de piel, o cuando la piel está tan arrugada debido a los efectos de la exposición al sol que se crea una dismorfía corporal –distorsión de la propia imagen– tan grave que la situación es extremadamente grave”, explica Nevado.
PRIMERA PUERTA: LA CONSULTA DEL DERMATÓLOGO
La tanorexia, al ser un tipo de adicción, se trata desde el ámbito de la Psicología. Ya que nace de un contexto de competitividad, repercute en la autoestima y se activan los mecanismos cerebrales de recompensa y premio, que son muy similares en todas las adicciones. Pero esto, el afectado por tanorexia no lo sabe. En cambio, sí nota que se quema, o, a la larga, pueden aparecer lunares sospechosos, lo que le lleva a tocar primero la puerta de la consulta del dermatólogo.
A la pregunta de si el dermatólogo debería ser un aliado del psicólogo a la hora de detectar situaciones de tanorexia, Nevado responde que “debería”, a lo que añade que “el dermatólogo puede dar una serie de pautas: que pase menos horas al sol, que se controle, protección especial... En este sentido, quizá no se detecte que se trata de una adicción, y quizás pueda reconducirlo desde el punto de vista médico. No por mala intención del dermatólogo, sino por tratarse de un trastorno relativamente joven”.
ADICCIÓN SIN ADICTIVO
El tabaco, el alcohol, el cannabis... todas ellas contienen sustancias que generan la adicción. Sin embargo, ¿qué ocurre con trastornos como la ludopatía o la tanorexia?
“En este tipo de adicciones, el componente de adictivo físico está en el bronceado fruto de la exposición al sol. Por lo tanto, mientras ese moreno se mantenga, el cerebro es estimulado por la sensación de recompensa”, expresa Nevado.
Básicamente, se trata de una liberación de opioides y endorfinas como la dopamina, cuyo aumento tiene el mismo efecto que el de la exposición de una persona con ludopatía a una máquina de apuestas o al alcohol en una persona alcohólica.
Este mecanismo es igual en todas las adicciones. “Lo único que cambia es el estímulo, pero el cerebro del adicto funciona siempre igual. Y el no poder controlar ese impulso es la clave de la adicción”, aclara el experto.
REPERCUSIÓN FÍSICA
La piel de los mayores es más seca, más frágil y presenta cambios en la pigmentación. “El problema de la piel senil es que ya ha recibido y almacenado mucha radiación actínica a lo largo de la vida, por lo que debe extremar la fotoprotección para no seguir sumando”, razona el doctor José Carlos Moreno Giménez, presidente de honor de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) y catedrático jubilado de Dermatología.
Como consecuencia, en este tipo de pieles, la tanorexia puede causar un envejecimiento cutáneo prematuro y aumentar las posibilidades de padecer cáncer de piel.
En cuanto a las frecuentadas cabinas de rayos UVA, el experto opina que, en principio, son igual de peligrosas que el sol. “El problema es echar leña al fuego, es decir, acumular daño actínico. Las cabinas de bronceado están sometidas a una legislación para su control, pero desaforunadamente no se siguen en todas las autonomías”, lamenta.