miércoles, 5 febrero 2025
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EDITORIAL

El valor de estar juntos

La pandemia ha quitado trascendencia a las cosas que ya intuíamos que no eran muy importantes, como que gane o pierda tu equipo o que se agote esa prenda favorita que te querías comprar [...]
La pandemia ha quitado trascendencia a las cosas que ya intuíamos que no eran muy importantes, como que gane o pierda tu equipo o que se agote esa prenda favorita que te querías comprar; pero también ha hecho que cobren más valor si cabe todas aquellas cuestiones que ya entendíamos fundamentales: abrazar a tus seres queridos o, simplemente, pasear por la calle.

Si echamos la vista atrás y recordamos los primeros compases de la crisis sanitaria, quizá nos avergonzásemos, como sociedad, de la manera en que anunciábamos impasibles que ese virus desconocido del que hablaban los medios solo afectaba a los mayores: “Como si sus vidas no importaran o no tuvieran el mismo valor”, señala Isabel Martínez Lozano, presidenta de HelpAge Internacional España, en una entrevista que pueden leer en este mismo número de mayo. 

Nos hemos dado cuenta del error. Precisamente, el pasado 29 de abril se celebró el Día Europeo de Solidaridad entre Generaciones, una jornada perfecta para reflexionar sobre esta cuestión, sobre el valor de las personas mayores y sobre cómo la intergeneracionalidad puede arreglar muchos de los problemas que les acucian. 

Pensemos en el edadismo, por ejemplo, una lacra que discrimina a las personas por razón de edad. Este fenómeno surge del desconocimiento, de la distancia social que hemos construido entre jóvenes y mayores. El resultado de este caldo de cultivo son los estereotipos negativos y las desigualdades que, aunque nos afectan a todos, lo hacen en mayor medida a los senior, los más vulnerables. Por tanto, la convivencia entre generaciones es el antídoto que tenemos contra esta exclusión social, la única forma de acercarnos y de entender el mundo que rodea a cada colectivo. 

Quizá, la evidencia palpable de los estragos que provoca este aislamiento sea la soledad que genera, una enfermedad que destruye el bienestar físico y emocional de cualquier persona y que, de nuevo, afecta en especial a las de mayor edad. De hecho, hay multitud de iniciativas que intentan detectar y diagnosticar estas soledades para amortiguar el daño que están provocando en toda una generación de mayores. La manera de evitarlas vuelve a ser esa cooperación entre ciudadanos, creando una atenta red social o vecinal que vele por ellos. La solución siempre es la misma, acompañarnos.

Pensemos en otra problemática como la brecha digital, que parte de esa misma desconexión y apunta hacia el mismo grupo social. Esta separación artificial aparta a las personas mayores de las nuevas tecnologías, unas herramientas que irónicamente deberían servirnos para estar más conectados. Se trata de la misma brecha colectiva que provoca la despoblación del mundo rural: miles de municipios pequeños desenchufados de los canales sociales y económicos que imperan en el mundo. Los pueblos están perdiendo la antigua comunicación entre generaciones y su abandono parece definitivo, se han convertido en un conjunto de soledades no deseadas. 
Sin embargo, no deberíamos observar esta intergeneracionalidad como un beneficio unidireccional hacia las personas mayores. No se trata de crear una sociedad paternalista que no sepa ver las innegables aportaciones del colectivo senior a la sociedad actual y venidera. En realidad, el provecho es mutuo.

Ahí está la labor educativa y de atención de los abuelos con sus nietos, una figura indispensable que ayuda a conciliar la vida laboral de los padres. Por no hablar de que, muchas veces, son estos mismo mayores los que se encargan de los cuidados de familiares con algún grado de dependencia, una labor incalculable en lo económico y lo social que, casi siempre, va en detrimento incluso de su propio bienestar.

Además de esta perspectiva humana, las relaciones intergeneracionales también pueden ser productivas desde un punto de vista laboral. El valor de la experiencia que atesoran los mayores es una fuente inagotable de conocimiento y cada vez más empresas están aprovechando su talento senior para mejorar la eficacia del resto de trabajadores noveles. 

La clave está en conservar las relaciones, en no perder los lazos entre personas de distintas edades. De una manera u otra nos necesitamos y la pandemia nos lo está recordado.

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Redacción EM
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Información elaborada por el equipo de redacción.

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