En el año 2021 hubo 1.033 divorcios en personas de más de 70 años. Infidelidades, hartazgo y hasta malos tratos son algunos de los responsables de estas cifras.
Cuando el divorcio se produce en estas edades, las sensaciones de miedo a la soledad, vacío e incertidumbre son mayores que cuando el divorcio se produce en la mediana edad. ¡Para qué nos vamos a engañar!
Hasta aquí los datos y los hechos más o menos objetivos.
Hace mucho tiempo que descubrí que lo importante en la vida no es lo que te pasa sino cómo interpretas lo que te pasa.
Partiendo de esa premisa, me parece muy interesante plantear la posibilidad de ver el divorcio como una oportunidad para retomar viejos hobbies, para hacer eso que siempre uno ha querido hacer y nunca ha podido y por qué no, incluso para volver a ilusionarse con un nuevo amor.
Tal cual yo lo veo, supone otra forma más de seguir creciendo y evolucionando. ¡Qué importancia tiene la edad para ello!
Porque el desarrollo personal finaliza el día en el que se exhala la última bocanada de aire, pero hasta que ese momento llegue (y a poder ser que sea muy tarde, siempre y cuando la salud acompañe) es posible seguir aprendiendo.
Hacer esto posible va a aumentar, además, la Inteligencia Emocional de las personas. Esa que ha venido ganando terreno desde que en el año 1995 Daniel Goleman la popularizara.
Para que una persona pueda vivir de una forma más tranquila y sosegada, tiene que aumentar su nivel de autoconocimiento. Porque a pesar de las arrugas, las canas y los achaques la mayoría de las personas no saben quiénes realmente son y qué es lo que necesitan en su vida.
El divorcio es una ocasión única para mirar hacia dentro de uno y entender por qué siempre se han cometido los mismos errores. Por qué se tiende a tropezar en la misma piedra.
El autoconocimiento brinda la oportunidad de hacer conscientes aquellas partes de uno que han permanecido inconscientes y que han determinado gran parte de las decisiones de su vida.
Y para hacerlo, qué mejor que utilizar la soledad y el vacío que la ruptura deja. Porque mirar dentro de uno requiere tiempo, no solo para conocerse mejor sino para aceptar que el matrimonio se ha acabado, para perdonar y perdonarse, para reencontrase con las verdaderas pasiones y, en definitiva, para empezar a vivir de una manera más ‘ekilibrada’ y feliz.