lunes, 19 mayo 2025
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Opinión

Parece mentira…

Por Lourdes Bermejo, pedagoga, educadora y gerontóloga (www.lourdesbermejo.es)
Para mí, personalmente, ha sido una gran oportunidad poder compartir con el resto de representantes los diálogos en plenarios, ponencias y talleres sobre los derechos y otros temas que ocupan y preocupan a los ciudadanos mayores de todo el mundo; así como poder participar en la  Asamblea General de la Fiapa y allí debatir el Manifiesto de La Habana, que recoge reflexiones y propuestas a favor del reconocimiento y ejercicio de los derechos de las personas mayores de todo el mundo.
Me parece mentira que continuemos necesitando hablar de los derechos de las personas mayores, pero, ciertamente, lo es. Y digo que me parece mentira porque algo que tiene su origen en 1948, y tras tantos avances económicos, científicos y  tecnológicos, los derechos de las personas no son una realidad para muchos ciudadanos.
Me gusta recordar la idea de que los derechos humanos son inherentes a todas las personas, sin distinción alguna de sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, nacionalidad y lugar de residencia. Sin embargo, el lugar donde cada persona nace y vive determina tremendamente si estos derechos –esa utopía maravillosa y necesaria de una sociedad justa y humanizadora–, se harán  realidad o no durante su vida. Sin embargo, existe una fuente de  discriminación que no debemos omitir:  la  derivada de las condiciones de pobreza o de escasez de recursos necesarios para una vida digna, tan prevalente en muchos países que participaron en el Coloquio de Fiapa. Incluso en aquellos que hemos nacido en lugares del mundo en los que las condiciones son mas favorecedoras, si llegamos a cumplir muchos años, y mas aún si tenemos necesidad de ayuda de otros (por estar en situación de fragilidad, enfermedad, dependencia o discapacidad) percibiremos que los vamos perdiendo y que no son respetados. 
Imaginémonos además en aquellos países, entornos o continentes en los que los que la mayoría de los ciudadanos o grandes grupos son discriminados. Lo que sucede cuando estos llegan a la etapa de la vejez.
De todo esto hablamos en La Habana. Pues la discriminación por edad está ahí, (tambien en España, no lo olvidemos) y la encontramos en las formas de trato, en la infantilización, en la dificultad para reconocer los criterios y deseos de los más mayores, de valorar sus valores, criterios o visión del mundo y de su propia vida.

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Redacción EM
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Información elaborada por el equipo de redacción.

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