PREGUNTA.- Su proyecto ‘Somoure’, que explora cuáles son las condiciones expresivas que deben tener los robots asistenciales para que nosotros, los humanos, nos fiemos de ellos, se instala en la bienal de arte Manifesta 15 Barcelona Metropolitan, en el monasterio de Sant Cugat del Vallés, hasta el 24 de noviembre. ¿Cómo surgió la idea y la posibilidad de trabajar en esta iniciativa conjunta con el Instituto de Robótica e Informática Industrial del CSIC y la UPC?

RESPUESTA.- La colaboración surge a partir de la propuesta de una beca europea S+T+ARTS junto a Hacte que proponía este trabajo conjunto artista-laboratorio para mejorar la aceptación social de la robótica asistencial. S+T+ARTS es un programa de becas que potencia la investigación transdisciplinar arte-ciencia-tecnología.

P.- La exposición tiene como objetivo mejorar Nyam, brazo robótico que ayuda a las personas que no pueden comer por sí mismas. ¿Qué se van a encontrar las personas que se acerquen hasta su instalación?

R.- La instalación muestra parte del proceso conceptual de investigación en torno a los cuidados que hemos estado desarrollando durante estos meses. Se basa en la recreación de un salón de una casa y una serie de recursos audiovisuales de diferentes tipos.

En primer plano, hay una mesa con dos pantallas en formato vertical en la que se pueden ver imágenes sobre la creación del robot por parte del laboratorio y la replica artística en la que estoy trabajando simultáneamente. Como pieza central, hay un videoensayo en el que se ve una cocina de fondo y en el que me pongo frente a la cámara haciendo una serie de acciones, que mezclan tareas del hogar con tareas de construcción del robot, mientras se recita un texto reflexivo en torno a la asistencia, la tecnología y los futuros que proyectamos.

A la derecha hay una pared con una serie de entrevistas, que se sitúan en la escena como marcos de fotos en la pared, de personas que de una forma u otra participan en procesos de asistencia y cuidados, y que también han participado en el proceso de investigación del proyecto: desde sindicatos de trabajadoras del hogar, pasando por usuarios de asistencia y activistas por los derechos de las personas con discapacidad, hasta los propios ingenieros.

P.- La población mundial envejece y cada año que pasa más personas precisan de asistencia por diversas discapacidades o dependencias. Por lo explorado con Somoure, ¿en qué aspectos éticos o emocionales deberíamos reflexionar a la hora de desarrollar los robots asistenciales del futuro?

R.- Creo que desde las condiciones de producción de la tecnología hasta las condiciones laborales de quienes las ejercen, sin olvidar las necesidades reales de los usuarios.

No me gusta la palabra ética puesto que considero que es muy difícil englobar todo lo que conlleva de una forma lo suficientemente estandarizada como para poderse trasladar a un algoritmo. Creo que debemos dar cuenta de que la diversidad debe formar parte de la tecnología también. La robótica asistencial es una herramienta, no quiere ni debe sustituir a ningún humano. Nos puede servir para darnos cuenta de cuáles son las condiciones laborares en las que se ejercen los trabajos de cuidados, que sectores de la población las hacen y como podemos mejorar sus condiciones y necesidades como proceso de producción de estas herramientas… tal vez esos sería el primer paso ‘ético’ para desarrollar cualquier tecnología y no crear simplemente parches de los que se puedan beneficiar solo sectores privilegiados.

P.- ¿Qué cree necesario humanizar para que aceptemos la ayuda de los robots en tareas tan delicadas como la de los cuidados?

R.- No creo que sea necesario humanizar la tecnología puesto que la tecnología es humana, nace del humano y sin el humano no existe. Pero si te refieres a si los robots deberían tener atributos humanos, según la academia eso es así, aunque desde el arte me gustaría demostrar lo contrario para darnos cuenta de que podemos convivir con dispositivos que respondan a otros imaginarios.

P.- Como apunta, el proyecto recoge contribuciones de especialistas en artes y humanidades, así como diseñadores industriales y representantes de sindicatos domésticos, entre otros profesionales y activistas, disciplinas alejadas e imagino con distintas preocupaciones. No obstante, ¿con puntos de encuentro o difíciles de conciliar?

R.- Lo más difícil es romper las expectativas y convenciones que se tienen de serie de los distintos campos de acción. Pero con tiempo, cariño y conversación todo se va cuadrando.

La mayoría de confusiones generadas vienen dadas por el desconocimiento. Cuando hay ganas de aprender se crece juntos. La fricción es necesaria para el crecimiento.

P.- Sus propuestas fusionan tecnología y filosofía de forma artística, para luego idear artefactos tecnológicos alternativos, estos mucho menos preocupados por la funcionalidad y la productividad, y más por propiciar debates colectivos. ¿Cómo puede transformar el arte el mundo tecnológico y en este caso la ingeniería robótica?

R.- Es lo que estoy intentando averiguar, pero aportar métodos de libres exploración podría ser uno de ellos. O abrir la mirada hacia un punto de vista más global, más allá de la propia tecnología. Desde el arte podemos jugar con lo simbólico y transformar las metáforas y narrativas universalizadas de la ciencia y la tecnología.

P.- La última pregunta no es mía, se la he pedido a una inteligencia artificial y esto es lo que me ha propuesto: como artista y programadora que trabaja en la intersección entre tecnología y humanidad, ¿cómo imagina que una inteligencia artificial como yo podría colaborar con usted en un futuro proyecto artístico? ¿Qué rol cree que deberían tener las inteligencias artificiales en el proceso creativo?

R.- Las IA son herramientas. No tienen subjetividad propia como para hacer este tipo de preguntas, pero agradezco la ficción que propones para crear un escenario de pensamiento crítico. Deberían tener el rol que el artista quiera dotarle dentro de su práctica, no puedo dar una respuesta generalizada.