lunes, 9 junio 2025
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María Victoria Zunzunegui / Doctora en Epidemiología y experta en el estudio del envejecimiento

Zunzunegui: “Falta integración entre las ciencias humanas, sociales y fundamentales para entender la enorme diversidad del envejecimiento humano”

España es uno de los países más longevos del mundo, pero como lamenta María Victoria Zunzunegui, “es paradójco que carezcamos de institutos de investigación que aborden el envejecimiento humano de forma multidisciplinar”. “Supongo que es un reflejo del aumento del edadismo en una sociedad con prejuicios hacia la vejez”, reflexiona

Pregunta.- Lleva a sus espaldas una amplia trayectoria de investigación en torno al envejecimiento humano. ¿Qué le atrajo del estudio de este campo?

Respuesta.- Como epidemióloga he investigado los factores sociales y económicos que impactan en el envejecimiento de las poblaciones humanas. El envejecimiento y el desarrollo infantil me atraían por ser procesos condicionados por el entorno, tanto físico como social. Un día hace muchos años, mi hermana que es médica de familia, me hizo un comentario durante una conversación casual: “Hoy no ha venido a mi consulta Doña Paquita. Quizás esté enferma”. Esta observación me provocó la risa y también me motivó a investigar sobre el aislamiento social en personas mayores y su impacto en la utilización de servicios sanitarios y la salud de las personas mayores. De ahí partió el estudio ‘Envejecer en Leganés’ cuyo objetivo fue examinar el papel de las relaciones sociales en el mantenimiento de las funcionamiento físicas y cognitivas a medida que se envejece.

P.- Aunque esta cuestión parezca obvia, no lo es: Muchas personas creen que el envejecimiento empieza, ya, cuando somos mayores, pero ¿qué factores interfieren para que una persona pueda gozar de un envejecimiento saludable?

R.- La historia de vida, especialmente la adversidad social y económica en la infancia, influyen en la salud y en el proceso de envejecimiento a lo largo de la vida. Las políticas públicas de protección a la infancia maximizan el desarrollo humano, no solo en las primeras fases de la vida, sino también en la vejez. Ahora bien, si nos centramos en las personas que ya son mayores, la prevención es siempre eficaz y nunca es demasiado tarde para obtener beneficios. En nuestra investigación, las personas mayores explicaban el concepto de “envejecer bien” teniendo en cuenta dos aspectos: 1. Los aspectos físicos: la capacidad de moverse sin limitaciones, la capacidad de realizar las actividades diarias de forma independiente, la autopercepción de buena salud, la ausencia de dolor y la buena función cognitiva y 2. Los aspectos psicosociales: el mantenimiento del control sobre la propia vida, la satisfacción con la vida, la ausencia de depresión, las relaciones sociales satisfactorias y las actividades productivas, incluyendo el trabajo remunerado, el voluntariado, la ayuda a la familia o el asociacionismo. Con esta definición, elaboramos un índice del buen envejecimiento con rango de 0 a 100. El factor con mayor impacto en el buen envejecimiento era tener una pensión suficiente para llegar a fin de mes sin dificultades económicas. La pensión suficiente contribuía 14 puntos al índice de buen envejecimiento. En segundo lugar, se situaban tener una vivienda en propiedad y estar casado. Otros factores fueron los hábitos saludables: actividad física, no abusar del alcohol y no fumar. Las mujeres obtenían menor puntuación media que los hombres, pero la diferencia se explicaba por la mayor exposición de las mujeres a la violencia, de género e intrafamiliar. La ausencia de violencia en la familia y en la pareja contribuía fuertemente al buen envejecimiento tanto en hombres como en mujeres.

P.- En varias ocasiones alertó de que en España no existía una cultura de estudiar esta etapa de la vida. ¿A qué cree que se debe este hecho? ¿Se ha avanzado o, por el contrario, sigue sin haber interés en profundizar sobre el envejecimiento humano de una manera amplia?

R.- Es realmente paradójico que España sea uno de los países más longevos del mundo y carezcamos de institutos de investigación que aborden el envejecimiento de forma multidisciplinar. No tengo una explicación sencilla. Supongo que es un reflejo del aumento del edadismo, la discriminación en base a la edad, en una sociedad con prejuicios hacia la vejez, actitudes negativas y comportamientos insolidarios con las personas mayores y que desecha la sabiduría y la experiencia. Los viejos se consideran una carga social. Prueba de esto es la frase que se escuchó en la pandemia: “Algunos tienen que morir para que otros puedan vivir”, mientras se negaba la atención hospitalaria a las personas que vivían en residencias. Reconozco que existen en España centros punteros en investigación como el BarcelonaBeta Brain Research Center sobre la enfermedad de Alzheimer y departamentos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de las universidades, que producen avances biomédicos en el manejo de los trastornos crónicos o conocimientos sobre las bases biológicas del envejecimiento celular. Sin embargo, falta integración entre las ciencias humanas, sociales y fundamentales para entender la enorme diversidad del envejecimiento humano y para atender las necesidades de las poblaciones que envejecen en España. Además, hay lagunas en profesiones como el derecho del envejecimiento o el diseño arquitectónico del entorno físico y social de una sociedad para todas las edades.

P.- ¿Cómo podría llevarse a cabo una planificación eficaz del envejecimiento?

R.- Habría que escuchar a las personas mayores. Es tremendo escuchar a tantos expertos hablando sobre temas concretos del envejecimiento y tener tan poca información directa de las personas que envejecen. No creo que el envejecimiento se pueda planificar. El envejecimiento humano poblacional es un fenómeno nuevo que evoluciona junto a otros fenómenos sociales y ambientales, como la globalización, el movimiento feminista, la inteligencia artificial o el cambio climático.

P.- Recientemente publicábamos un reportaje sobre el futuro de la gerontología y llamaba la atención que, siendo un país tan envejecido, la gerontología siga relegada a un segundo plano. ¿Por qué cree que su desarrollo en España está todavía tan ralentizado?

R.- Muchos programas de formación profesional y universidades contienen temas de gerontología, pero de forma fragmentada, sin el enfoque multidisciplinar que permite un abordaje intersectorial. Estos acercamientos a la realidad del envejecimiento humano poblacional son parciales y con frecuencia corporativistas. Sin embargo, los viejos no son de nadie. Creo que se necesitan centros de docencia y de investigación superior donde se integren los saberes, se identifiquen las lagunas de conocimiento , se alimenten de experiencias internacionales y se generen experiencias innovadoras y donde se analicen los datos oficiales existentes a fin de implementar y evaluar políticas dirigidas a una sociedad que envejece.

P.- Llevamos años o, por qué no decirlo, décadas, hablando de la urgencia de coordinar los sistemas sanitarios y sociales. ¿Qué está fallando para que no se alcance esta armonía?

R.- Sí, llevamos décadas hablando de coordinación e incluso de integración de los servicios sanitarios y sociales pero son sistemas de servicios mal comunicados. Si se intenta hablar sobre salud a profesionales de servicios sociales, se sorprenden como si se propusiera tratar de algo externo al sistema de servicios sociales. Si hablo de cuidados de larga duración a los médicos y a otros profesionales de cuidados sanitarios, me suelo encontrar con un silencio elocuente, como si yo les planteara desafíos que están fuera de su trabajo profesional. El sistema de servicios sanitarios no tiene en su radar al sistema de cuidados a la dependencia. Será necesario establecer una comunicación entre profesionales antes de lograr una mínima coordinación que permita abordar más adelante la integración y minimizar la fragmentación de los cuidados. Habría que procurarlo desde las autoridades sanitarias y sociales empezando por los respectivos ministerios, y por las consejerías de sanidad y servicios sociales de las comunidades autónomas. Se requiere convencer para abordar la resistencia al cambio organizacional y voluntad política.

P.- ¿Cree que esta coordinación optimizaría la atención a la dependencia?

R.- Sí, creo que la Atención Primaria en el Sistema Nacional de Salud y concretamente los centros de salud ofrecen un punto de entrada único al sistema de cuidados de larga duración. El profesional de Atención Primaria, médico o enfermera, con la historia clínica del paciente ya conocido podría hacer una valoración inicial del funcionamiento físico y cognitivo de la persona mayor y asignarla a un gestor del caso que directamente establecería el nivel de dependencia, elaboraría un plan de cuidados individuales centrado en las necesidades de cada persona y gestionaría las prestaciones iniciales para entrar en el sistema de cuidados de larga duración. La atención preventiva en el centro de salud para mantener el funcionamiento físico y cognitivo en las etapas iniciales del proceso de discapacidad retrasaría las situaciones de dependencia y prolongaría el mantenimiento de las personas mayores en sus hogares con apoyos de la familia, la vecindad y los servicios sociales asignados según el grado de discapacidad.

P.- Colaboró con la Fundación Matia en la investigación de la influencia de los entornos habitacionales en ese “buen envejecer” de la población mayor. ¿Qué dimensiones es conveniente tener en consideración para este “buen envejecer”?

R.- En el estudio cualitativo sobre el buen envejecer en la Fundación Matia, los mayores vascos coincidían con nuestras investigaciones previas sobre la definición del buen envejecer de la que hablado anteriormente y que se llevó a cabo en Canadá. Diría que la mayor diferencia entre ambos estudios está en la omnipresencia de las relaciones familiares y el lugar central de los hijos y familia extendida en las entrevistas de las personas mayores vascas. Se confirmaba que el lugar preferido para vivir es el domicilio habitual, que la mayoría de los mayores desean quedarse donde viven actualmente recibiendo ayuda a domicilio, no quieren desplazarse a vivir con los hijos y rechazan también vivir en residencias. Actualmente la disponibilidad de viviendas para mayores en situaciones de dependencia leve o moderada es muy limitada, prácticamente inexistente, por ello, los mayores vascos entrevistados no mencionaron estas viviendas intermedias entre sus posibilidades. Nos sorprendió que la casi totalidad de los mayores de 70 años entrevistados no quería pensar en el futuro y no tenía planes discutidos con sus familias sobre que se debería hacer si se encontraban en una situación de discapacidad que les impidiera ser capaces de realizar las actividades de la vida diaria o mantener su hogar de forma independiente. Esta falta de anticipación frente a los cambios que se producen en el envejecimiento se refleja en la falta de testamento, la falta de disposiciones de voluntades anticipadas, y la falta de comunicación con las personas cercanas sobre los deseos para la atención de la dependencia y el final de la vida.

P.- Según las investigaciones que ha realizado, ¿podemos concluir que existen determinantes sociales que afectan a nuestra salud y, por tanto, condicionan el envejecimiento humano? Con franqueza, ¿pesan más estos determinantes que los relacionados con otras conductas como practicar actividad física o llevar una buena alimentación?

R.- Los hábitos saludables en la vejez están muy condicionados por lo que ocurrió en la infancia y en la adolescencia. Sabemos que la adversidad en la infancia es un lastre para la salud en otras etapas de la vida. Consideremos las causas de las causas. En especial, la pobreza infantil y la violencia en la familia en los primeros 15 años de la vida predicen una baja escolaridad, poca cualificación laboral e inseguridad económica en la madurez, malos hábitos de salud y mala salud en la vejez. En una revisión bibliográfica, encontramos que las personas que habían estado expuestas a la pobreza y a la violencia intrafamiliar tenían los telómeros más cortos en la vejez que la población que no tenía estos antecedentes. En nuestro principal estudio longitudinal International Mobility in Aging Study (IMIAS), la adversidad social y económica en la infancia predice la velocidad de la marcha y el deterioro cognitivo en la vejez, mediatizada por la inflamación crónica como motor del envejecimiento celular.

P.- ¿En el abordaje del envejecimiento humano existe también brecha de género? ¿Sería conveniente estudiar esta etapa e manera distinta en hombres y mujeres?

R.- En IMIAS examinamos las diferencias de sexo (biológico) y genero (social) en el envejecimiento. Comparamos las limitaciones de movilidad y de desempeño físico entre hombres y mujeres que viven en cinco ciudades en sociedades con diferencias en igualdad de género. Observamos que en las sociedades más equitativas las diferencias de movilidad entre hombres y mujeres son insignificantes mientras que en las que tienen mayor desigualdad de género las diferencias son muy grandes. Descubrimos cuatro caminos sociobiológicos para la acción de la desigualdad de género: desigualdad social (escolaridad) en la infancia y a lo largo de la vida; desigualdad en la exposición a la violencia familiar en la infancia y a lo largo de la vida; los estereotipos de genero (masculinidad y femineidad tóxicas); e historia reproductiva de las mujeres, en especial la edad del primer embarazo y la menopausia quirúrgica. Recientemente se publicaron resultados que explican las diferencias en funcionamiento cognitivo de hombres y mujeres en la vejez y sobre el impacto de la historia reproductiva de las mujeres en el riesgo de demencia, pero queda mucho por investigar.

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Marta S. Massó
Marta S. Massóhttps://entremayores.es/
Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información de nacional de entremayores y la edición de Galicia.

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