domingo, 10 noviembre 2024
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Los jóvenes afrontarán más desigualdades en su vejez futura que los jubilados actuales

Así lo pronostica un reciente informe de la OCDE en el que se señala que, entre otros motivos, al instaurarse reformas que han disminuido los ingresos por concepto de pensiones, algunos grupos se enfrentarán a un mayor riesgo de pobreza
Según un nuevo informe publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a mediados de octubre, las jóvenes generaciones afrontarán mayores riesgos de desigualdad en la vejez que los jubilados actuales y su experiencia en la vejez para las generaciones nacidas en la década de 1960 cambiará drásticamente.

Además, al reducirse el número de miembros de la familia, al aumentar la desigualdad durante la vida productiva y al instaurarse reformas que han disminuido los ingresos por concepto de pensiones, algunos grupos afrontarán un mayor riesgo de pobreza.

Estas son algunas de las principales conclusiones del estudio Preventing Ageing Unequally, en el que se afirma que, en 1980, en la OCDE había una media de solo 20 personas de 65 años o más por cada 100 personas en edad productiva.

Para 2015, esta cifra había aumentado a 28 y para 2050, se proyecta que casi se duplique hasta alcanzar las 53. Muchas economías de la OCDE y emergentes envejecen con mucha más rapidez. A la vez, la desigualdad ha ido en aumento de generación en generación. Entre quienes empiezan su vida productiva ahora, es mucho mayor que entre los ancianos de hoy. Los futuros senior se encontrarán en situaciones más diversas: las personas vivirán más, pero más habrán estado desempleadas en algún punto de su vida productiva y habrán recibido sueldos menores, en tanto que otras habrán disfrutado trayectorias con ingresos estables.

Según el informe, la desigualdad en la educación, la salud, el empleo y los ingresos comienza a acumularse desde una edad temprana. De media en todos los países, un hombre de 25 años de edad con educación universitaria puede esperar vivir casi ocho años más que un colega con un nivel educativo más bajo; en el caso de  la mujer, la diferencia es de 4.6 años. En todos los grupos de edad, las personas con mala salud trabajan y ganan menos. En el transcurso de una carrera, la mala salud reduce un 33% los ingresos a lo largo de la vida laboral de los hombres con un nivel educativo bajo, en tanto que para los de mayor nivel educativo la reducción es del 17%.

Las personas de bajos ingresos tienden a tener una esperanza de vida menor que las de altos ingresos, lo cual reduce aún más el total de su pensión. Al aumentar la edad de jubilación, tiende a ampliarse la desigualdad en las pensiones totales entre quienes reciben ingresos bajos y altos, pero el impacto es pequeño. Sin embargo, la desigualdad de género en la vejez, probablemente se mantendrá en un nivel considerable: de media, los pagos anuales de pensiones para las personas mayores de 65 años son hoy, cerca de un 27% más bajos para las mujeres y la pobreza en la vejez es mucho más alta entre ellas que entre los hombres.

Los problemas de desigualdad en la vejez son aún más serios en las economías emergentes. Varias de ellas, como Brasil, China e India, enfrentan un rápido envejecimiento en una etapa relativamente temprana del desarrollo, padecen una mayor desigualdad en el área de salud que los países de la OCDE y su red de seguridad social es menos eficaz.


ENFOQUE CENTRADO EN TRES ÁREAS
Para atender estos problemas, la OCDE recomienda que los países adopten un enfoque vitalicio centrado en las tres áreas siguientes.

En primer lugar, prevenir la desigualdad antes de que se acumule con el tiempo. Las medidas incluirían proporcionar atención infantil y educación temprana de buena calidad, ayudar a los jóvenes desfavorecidos a incorporarse a la vida laboral y aumentar el gasto en salud para focalizarlo en grupos de bajo riesgo.

En segundo lugar, mitigar la desigualdad arraigada. Los servicios de salud tendrían que cambiar a un enfoque más centrado en el paciente y los servicios de empleo podrían impulsar iniciativas para ayudar a los desempleados a regresar al trabajo, así como eliminar barreras para retener y contratar trabajadores de la tercera edad.

En tercer lugar, hacer frente a la desigualdad en la vejez. Reformar los sistemas de ingresos por pensión no puede eliminar la desigualdad entre los ancianos, pero sí moderarla. Las pensiones de primer tramo bien diseñadas pueden limitar el efecto de las diferencias socioeconómicas en la esperanza de vida sobre los beneficios de pensión. Algunos países tienen riesgos de suficiencia de las pensiones, en especial en el caso de las mujeres. Aumentar la asequibilidad de la atención domiciliaria y ofrecer mejor apoyo a las carreras informales también ayudaría a reducir la desigualdad en la atención de largo plazo.

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