Atención adaptada a la persona, organización flexible y ambiente hogareño. Estas son las claves de los nuevos cuidados de larga duración que está desarrollado la Diputación Foral de Bizkaia a través de su plan de transformación y modernización de la atención en residencias y domicilios.
Así, y junto al despliegue de proyectos tractores como los centros etxeTIC, los centros comarcales de referencia y la formación de profesionales, surgen las unidades convivenciales, una innovadora forma de organización y atención en las residencias: en las que conviven hasta un máximo de 25 personas, y que ofrecen un entorno cercano, lo más semejante posible a un hogar.
En estos momentos, Bizkaia cuenta con 353 plazas autorizadas en unidades de convivencia. Una de las más emblemáticas, la residencia Santa y Real Casa de la Misericordia, en Bilbao, posee dos unidades: ‘Carola’, con 14 plazas, y que en breve cumplirá un año de funcionamiento; y ‘Euskalduna’, con 24 plazas, y autorizada en marzo de este año. “Nosotras ya trabajábamos en lo que llamábamos unidades asistenciales y teníamos también –muy a nuestro pesar– la experiencia de la Covid-19 trabajando en grupos burbuja”, explica la directora de Misericordia, Sofía Delgado, quien apunta que el cambio a las unidades de convivencia “ha sido un proceso paulatino y natural”.
Un aspecto importante es el tamaño reducido que facilita la atención. Así lo apunta la coordinadora de Asistencia de Misericordia, Julia Graña, la cual valora de forma muy positiva este proceso: “Nos hemos dado cuenta de que trabajar en unidades más pequeñas favorece el cuidado de las personas. El ambiente es más hogareño y va más ligado a sus objetivos, necesidades y preferencias”. Además, añade la coordinadora, “intentamos potenciar un poco las capacidades de cada persona con actividades basadas en sus gustos”.
La normativa autonómica vigente desde 2019 tiene como objetivo obtener el 75% de habitaciones individuales y todas las unidades de convivencia deben cumplir este requerimiento técnico. “Desde un punto de vista material y a nivel de inversión, los centros hemos tenido que asumir retos como el de aumentar las habitaciones individuales”, asegura Delgado, “hemos tenido que cambiar la mirada y observar las instalaciones de otra forma”, añade.
MÁS ADAPTADO AL RESIDENTE
Para conseguir una mayor personalización de los cuidados, Misericordia tiene en cuenta el nivel de autonomía de las personas residentes –‘Euskalduna’, por ejemplo, en comparación con la unidad ‘Carola’, tiene un perfil de dependencia mayor–. Debido a que Misericordia ya trabajaba en unidades asistenciales y con el modelo de atención centrada en la persona, a nivel de recursos y ratios de personal no ha habido un cambio significativo. No obstante, apunta Delgado, “lo que sí hemos notado es en cómo se funciona día a día”. “Antes era todo más rígido, más institucionalizado –continúa– , y ahora nos centramos más en la manera en que se levanta la persona residente. El equipo se va adaptando y su función es acompañar a la persona, más que ‘hacer con ella’. Por supuesto, tenemos unas normas y directrices como en cualquier domicilio, pero la principal diferencia en la organización de las unidades es la flexibilidad”. A partir de aquí, resuelve la directora, “nos apoyamos en diferentes recursos, tanto tecnológicos como de instalaciones. Además, cambia el ambiente, cambia la decoración, cambia el tamaño…”.
Graña destaca un elemento central: el personal de referencia. “Dentro de la unidad, cada persona tiene asignado un personal de referencia, que es el que vela por que se cumplan todos los cuidados de la persona en base a sus preferencias. Este plan se consensúa con la persona residente o con sus familiares, si esta no pudiera”. De esta manera, prosigue la coordinadora, “buscamos diferentes actividades que sean significativas, para que cada día sea único, que no sean todos iguales. Tanto el personal de referencia como los auxiliares que están en planta se fijan en el estado de ánimo de las personas, de forma que le pueden encaminar mejor a los distintos tipos de actividades”.
El resultado es una relación con las personas residentes más cercana y una comunicación fluida con los familiares. “Los residentes nos han mostrado su satisfacción y participan mucho en las actividades que se les proponen. Se nota que están más tranquilos, que el día a día fluye más, todo parece más natural”, asegura la coordinadora. En cuanto a los familiares, “muchos han agradecido el cambio. Nos han trasladado que están muy contentos con lo que se percibe simplemente con las nuevas instalaciones y el nuevo nivel de participación con los residentes”.
Al final, las unidades son “como una vivienda”, señala la directora, “con relaciones muy satisfactorias y en la que se tiene un conocimiento profundo de la persona residente”.