Las plazas que necesitamos

Pregunta: ¿cuántas plazas residenciales para personas mayores necesitamos en España? Parece una pregunta sencilla, pero la cifra no está del todo clara.
Según la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales (ADGSS), al comienzo de 2024, en nuestro país había un total de 395.065 plazas residenciales –por cierto, 3.510 menos que el año anterior, una situación nueva ya que es la primera vez que el número de plazas desciende en los últimos diez años–. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a los países tener una ratio de cinco plazas por cada 100 mayores de 65 años y España, en la actualidad, obtiene un insuficiente 4,08%. Con estos datos, parece que la respuesta a mi pregunta se resuelve con una simple regla de tres: harían falta unas 89.000 plazas nuevas.
La peor de esta situación es que la necesidad de plazas residenciales va en aumento. En el último decenio, por ejemplo, se ha incrementado en unas 36.000 plazas. La escasez de plazas ni siquiera ha mejorado desde la crisis sanitaria: ahora necesitamos unas 13.600 plazas más que a principios de 2021, tras el paso de la pandemia de la Covid-19.
Hay que tener en cuenta que nos encontramos en un contexto de envejecimiento poblacional, por lo que los ajustes anuales tienen que ir cubriendo la nueva demanda. Es decir, tenemos que generar plazas al mismo ritmo que envejecemos. No obstante, si contamos con estos datos oficiales, ¿por qué dudamos de la cifra de plazas real que necesitamos? Lo hacemos por los mismos motivos que arguyen en la ADGSS.
El Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 publicó, a mediados de 2024, el primer Censo de Centros Residenciales en España. Sin embargo, sus datos parecen diferir bastante del último Informe Mayores del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso). Para el censo, a comienzos de 2023 se registran un total de 323.272 plazas, muy por debajo de las 398.575 que apunta el informe del Imserso con datos de ese mismo año. A la espera de una nueva actualización, en entremayores, como en la ADGSS, nos preguntamos si el próximo censo se ajustará un poco más a las cifras del Imserso o, en cambio, seguiremos con este baile de números. ¿Realmente necesitamos 89.000 plazas o son más?
Por otro lado, además de atinar con el número de plazas que necesitamos, también es perentorio mejorar la planificación a la hora de distribuir los centros dentro del territorio. No solo hay que construir residencias y sumar plazas, debemos minimizar también el desequilibrio entre comunidades. En la actualidad, solo nueve regiones cumplen con el índice de cobertura que dicta la OMS. ¿A qué España nos referimos cuando decimos que hay escasez de plazas residenciales? ¿A la España de Andalucía donde, efectivamente, existe un déficit de casi 36.000 plazas o a la España de Castilla y León, que presenta un superávit de al menos 18.000? El país requiere de una estrategia nacional justa y despolitizada que mejore los recursos allí donde hacen falta.
Finalmente, la ADGSS también advierte de otra cuestión más delicada: ¿el propio índice de cobertura que utilizamos es una vara de medir adecuada en estos tiempos? Este índice toma como referencia a las personas mayores de 65 años cuando, según la asociación, la media de edad de las personas usuarias de las residencias supera ya los 85 años. ¿No habría que subir la edad de referencia para ajustarnos mejor a las necesidades reales de la población? ¿Qué utilidad tiene cumplir con un ratio que no refleja los hábitos de nuestra sociedad?
Precisamente, la cacareada estrategia de desinstitucionalización del Gobierno va en esa misma línea: retrasar nuestra entrada en las residencias y suplir estos centros por una atención en el hogar.
No obstante, además de la teoría, este cambio solo se producirá con hechos. Si queremos hacerlo efectivo, habrá que subir en consecuencia la cobertura de los servicios a domicilio, estancados desde hace años en los mismos porcentajes, y elevar, además, la media de horas de la atención mensual.
Los cuidados que tenemos son una manta corta que cuando nos abriga la cabeza nos destapa los pies, así que corre prisa decidir cómo vamos a tejer la siguiente pieza para que nos cubra a todos y, a poder ser, de pies a cabeza.