Reyes, de 73 años, pasa dos horas a la semana haciéndole compañía a Berta, que tiene 90 y vive sola. Reyes es voluntaria de Amics de la Gent Gran y Berta es una de las más de dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas en España –de ellas, según datos del Instituto Nacional de Estadística, en torno a un 60% confiesa sentir signos soledad–.
El caso de Reyes y de Berta es más habitual de lo que pensamos, pues el fenómeno de la soledad no solo se ha convertido, ya, en un problema social que afecta al 30% de las personas mayores de España, sino que lleva un aumento imparable que es preciso analizar y atajar. Se puede hablar de estrategias, mecanismos de prevención y protección, herramientas, pero para hacerlo es preciso realizar una aproximación a este fenómeno y saber qué es la soledad no deseada y establecer un contexto de por qué se produce.
El envejecimiento de la población influye de forma directa en este aspecto, pues dos de cada diez personas tienen más de 65 años y se estima que dentro de 50 años, este grupo de la población represente el 35% de la población. “Estas estimaciones plantean un escenario en el que los mayores cada vez viven más años en mejores condiciones, pero también que se enfrentan a situaciones de mayor aislamiento social. Es obvio que a medida que pasan los años, fallecen amigos y familiares, y el circulo social se reduce. Especialmente si los mayores tienen que enfrentarse a barreras físicas para poder sociabilizar, como no disponer de ascensores o rampas para sillas de ruedas”, expone David Curto, jefe de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores.
LA BARRERA ENTRE VIVIR SOLO Y SENTIRSE SOLO
Uno de los puntos de partida, tal y como coinciden dos expertas en esta materia consultadas por entremayores, es la distinción entre vivir solo y sentirse solo. En palabras de Regina Martínez, coordinadora del Observatori de la Soletat de Amics de la Gent Gran, es un fenómeno complejo por su dimensión subjetiva: “Debemos distinguir entre lo que es estar solo –que sería la parte objetiva de la soledad y que puede conllevar el aislamiento social–; vivir solo –que puede confundirse con sentirse solo–; y sentirse solo. Este último punto requiere de un conocimiento muy profundo y una respuesta que variará en función de la persona”.
Por su parte, Sacramento Pinazo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), explica que “al hablar de soledad se distingue entre soledad social y emocional. La primera, hace referencia a un déficit en las relaciones sociales, en la red social y en el apoyo social. Es una carencia de relaciones afiliativas, una sensación de aislamiento social. La segunda, la soledad emocional se refiere a una carencia de intimidad con otras personas. Es la ausencia de relaciones de apego, de relaciones significativas”. Y añaden que nos enfrentamos a “un sentimiento subjetivo y que tiene mucho que ver con cómo vemos nuestras relaciones sociales”.
Los estudios coinciden en que son tres elementos los que influyen en que afloren esos sentimientos de soledad. Estos son la falta de comunicación y compañía, es decir, el aislamiento; la falta de afecto; y la aparición de un episodio depresivo o de tristeza que, por ejemplo, desencadena la pérdida de un ser querido.
El Observatori de la Soletat de Amics de la Gent Gran nació en marzo de 2017 con una vocación muy clara: recoger todas las investigaciones específicas en materia de soledad que van surgiendo e impulsar diversos ejes de estudio sobre este tema. De alguna forma, y como expone Regina Martínez, “es un paraguas que recoge todas esas investigaciones pero también un trampolín para iniciar nuevas líneas de debate”.
A través de este organismo, que se crea en el seno de la Fundación de Amics de la Gent Gran, han establecido ya algunos de los pilares imprescindibles para el estudio y análisis de la soledad. En primer lugar, que esta puede sucederse a lo largo de la vida y que hay factores específicos asociados a cada franja de edad pero, sin embargo, comenta la coordinadora del observatorio, “también existen otros factores comunes como, por ejemplo, la falta de apoyo social en una situación en la que se necesita a alguien y la ausencia de compañía en momentos de nuestra cultura que suelen celebrarse con las personas queridas, como la Navidad”.
MANIFESTACIONES Y PERFIL
La soledad, por tanto, puede presentarse de distintas formas y en distintas edades e, incluso, puede llegar a ser beneficiosa en un momento puntual, como explica la vicepresidenta de la SEGG, “cuando necesitamos un tiempo para reflexionar, tomar decisiones o pensar acerca de algún problema o el rumbo de nuestra vida. La soledad como sentimiento ocasional y transitorio puede ser saludable y productivo”. Similar es el caso concreto de los cuidadores, por ejemplo, que pueden llegar esos momentos de soledad como necesarios, como un privilegio para disfrutar de un espacio propio.
Dejando esta vertiente a un lado, y haciendo referencia a la soledad no deseada, esta se considera como un fenómeno negativo siempre y cuando nos refiramos a personas que viven solas, aisladas y sin muchas posibilidades de relación. “Si nos centramos en los adultos y los adultos mayores, es que en estas generaciones se empieza a indicar la salud como un tema estrechamente relacionado con la soledad. Ya sea la salud de la persona a la que cuidamos, o la propia”, asegura Regina Martínez.
Este aislamiento puede deberse a múltiples causas, siendo la más frecuente, y la que atañe a los senior, las barreras arquitectónicas y los problemas de movilidad. Y es que cualquiera de estos dos hechos conllevan que una persona no salga de su casa y, por tanto, rompa con las relaciones y con sus actividades rutinarias habituales.
La mejora de accesibilidad y la supresión de barreras, no solo en la vía pública, sino también en las propias comunidades de vecinos y en las viviendas particulares, ayudarán de forma definitiva a que un mayor decida salir de su casa de forma segura y rompiendo, así, con su aislamiento.
También el edadismo, es decir, la discriminación por edad, puede desencadenar situaciones de soledad.
En la Jornada Técnica ‘Soledad: realidad y retos de futuro’ organizada recientemente por Atenzia, en Zaragoza, se dio a conocer la visión de diferentes profesionales, entidades privadas e instituciones públicas referentes en mitigar el impacto de la soledad. Los ponentes coincidieron en destacar que el perfil es mayoritariamente de mujeres que forman hogares unipersonales por viudedad y que, en ocasiones, añaden otras circunstancias como malas relaciones familiares, desilusión vital, existencia de estereotipos sobre lo que esperan recibir de sus hijos o escasa vida social, entre otros.
En definitiva, son las mujeres las principales perjudicadas por la soledad entre los mayores de 65 debido a diversos condicionantes. Entre ellos destaca dos: una mayor esperanza de vida –que suele conllevar mayor índices de dependencia– y un poder adquisitivo menor.
EFECTOS EN LA SALUD Y ESTRATEGIAS DE PREVENCIÓN
Tristeza, ansiedad, hostilidad y, en algunos casos, trastornos del sueño, son algunas de las sensaciones que pueden llegar a experimentar las personas que se sienten solas. Es decir, son múltiples las consecuencias que pueden derivarse de una situación de soledad, incluso algunas investigaciones ponen en relación este fenómeno con una elevada incidencia de cuadros depresivos y deterioro cognitivo.
David Curto añade que incluso “también se relaciona con un mayor riesgo de sufrir un accidente cardiovascular o desarrollar otras enfermedades crónicas como artritis, diabetes tipo 2 y algunos tipos de demencia. De acuerdo con los estudios de Diane Papalia (2005), las personas mayores que tienen poco o nulo contacto social, tienen más posibilidades de morir en el corto plazo, mientras que para quienes mantienen una vida social activa, su esperanza de vida es mayor”.
Ante un problema de salud pública de tales dimensiones, ¿es posible diseñar fórmulas para gestionar la soledad y prevenir sus efectos? Los expertos se muestran unánimes: no solo se puede hacer, sino que es necesario.
En el diseño de las políticas de envejecimiento activo es fundamental, como expone la coordinadora del Observatori de la Soletat, que se tenga en cuenta que “se envejece a lo largo de la vida. No debemos empezar a plantearnos los problemas de la vejez cuando cumplimos 65 años. Esto es algo que ya entendemos por la salud, pues los hábitos que tengamos hoy van a repercutir en nuestra salud física futura; pero debemos aplicarlo, también, a nuestros hábitos relacionales y sociales. Si construimos una sociedad en la que se potencien los programas de formación para todas las edades o se den oportunidades de participación para todas las personas, posiblemente habrá más mayores con relaciones o amistades de otras edades. Se trata de fomentar un modelo de sociedad en el que no estemos tan fragmentados por edad como lo estamos por otras variables sociodemográficas”, expone Regina Martínez.
En cuanto a algunas de las medidas de protección contra la soledad, realizar actividades grupales, participar en la comunidad y el establecimiento de una relación de amistad con otra persona, son las más oportunas para esta profesional de Amics de la Gent Gran.
A nivel de prevención, Regina Martínez insiste en “la necesidad de cambiar los discursos sobre envejecimiento y soledad, y potenciar entornos más comunitarios a través de políticas transversales que van desde el ámbito económico, la educación, los servicios sociales, la sanidad, etcétera”.
“El nuevo planteamiento que se presupone con el envejecimiento de la población necesitará establecer un nuevo modelo de cuidado de mayores que, esperemos, consiga reducir la sensación de soledad y aislamiento que padecen aún hoy muchos mayores. Facilitar distintas modalidades de cuidado, considerando los distintos escenarios de la edad y las estructuras familiares de hoy en día, y desarrollar soluciones innovadoras que permitan a los mayores interactuar con otras personas sin tener que dejar su hogar, como ocurre ya con los centros de día o los proyectos como ‘En Casa Contigo’, son algunos de los fundamentos de lo que está por venir”, destaca el jefe de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores.
Desde la SEGG recomiendan tres líneas fundamentales para paliar ese aislamiento que sufren muchos senior. En primer lugar, como destaca su vicepresidenta, “ampliar y fortalecer la red social; tener actividad; y buscar o tener compañía. Desde robots que ya se están empleando en Japón, hasta animales de compañía, compañeros de otras generaciones o personas que puedan proporcionar contacto telefónico o bien visitas”. En este punto es imprescindible incidir en el papel del voluntariado como herramienta para reducir los índices de soledad.
IMPORTANCIA DEL VOLUNTARIADO
El caso de Reyes y Berta que abría este reportaje es el de tantas y tantas miles de personas en España que están comprometidas con el voluntariado. Proliferan los programas de iniciativa pública y privada que giran en torno al voluntariado. Este, señala el jefe de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores, “es un complemento asistencial de mucho valor para prevenir el aislamiento social y mantener la conexión entre los mayores y el entorno local. Nuestra matriz Bupa, por ejemplo, dispone de un programa de gestión de voluntarios en las residencias, como medida para fomentar la interacción con mayores a través de compartir experiencias, pasiones e intereses con ellos: cocina, manualidades, cuidado de mascotas, etcétera”.
Empresas, organizaciones del tercer sector y Administraciones públicas están uniendo su voz en pro de la concienciación frente al problema de la soledad no deseada, fomentando la visibilidad social de esta realidad.
Por su parte, Sacramento Pinazo enumera que son muchas las organizaciones están llevando a cabo programas contra la soledad y muchas las personas implicadas, pero que llegan solo a un porcentaje pequeño de personas que viven en soledad. “Hay mucho que hacer: desde visitas hasta acompañar a gestiones, llamar por teléfono, etcétera”, concluye la vicepresidenta de la SEGG.
En la apuesta por la concienciación ha desempeñado un papel decisivo en España, y lo sigue haciendo, la Asociación Edad Dorada Mensajeros de La Paz, comprometida desde hace más de cinco décadas con la situación de los mayores y otros colectivos desfavorecidos. En 1995, la entidad fue pionera con la puesta en marcha del Teléfono Dorado, una línea gratuita y abierta para facilitar la comunicación entre una central de operadores atendida por voluntarios y la persona mayor. El objetivo de este teléfono (900 22 22 23) es mitigar la soledad de los mayores, que se sientan escuchados. En estos años, los voluntarios de Mensajeros de La Paz ya han atendido más de cinco millones de llamadas.
Ante el impacto que estamos viendo que tiene la soledad en el colectivo senior, parece que el Gobierno central se ha puesto manos a la obra para atajar esta situación. A finales de noviembre, la directora del Imserso, Carmen Orte, anunciaba que el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social está ultimando una Estrategia Nacional contra la Soledad de las personas mayores que se centrará en la proximidad, es decir, en el propio entorno de los senior, como farmacias de zona o las propias comunidades de vecinos en las que convivan mayores en soledad. Para ponerla en marcha se constituyó un foro con el tercer sector que se reunirá en enero para terminar de definir el proyecto.
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