domingo, 16 marzo 2025
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M.Felisa Moral / Farmacéutica y autora de 'Lex Vitae es vida. ¿Qué está pasando?'

‘Somos nosotros los que aceleramos, o no, el envejecimiento en función de nuestra actuación’

El doctor Santiago Vidal y la farmacéutica M. Felisa Moral son los autores del libro ‘Lex Vitae es vida. ¿Qué está pasando?', un documento que recoge el resultado de cerca de 20 años de investigación sobre los procesos naturales del envejecimiento. Asimismo, se hace un repaso de la dieta y el estilo de vida actuales, y de la influencia del medio ambiente y los factores epigenéticos en el proceso de envejecimiento
Pregunta: En la segunda parte del libro apunta a que las personas estamos genéticamente predispuestas, no determinadas. ¿Qué nivel de influencia tienen los factores epigenéticos en nuestra forma de envejecer?
Respuesta:Cada persona nace con una información genética, con unos polimorfismos (variaciones genéticas) que nos hacen únicos y suponen una predisposición a padecer tal o cual enfermedad, así como a envejecer de una determinada manera. A pesar de que no podemos cambiar la información, no estamos determinados. Somos nosotros los que con nuestra dieta, nivel de ejercicio, horas de sueño, niveles de estrés, exposición a tóxicos, etcétera, actuamos como disparadores de nuestros genes, haciendo que se expresen o se silencien: que aparezca determinada enfermedad o no, que se acelere el envejecimiento o no. Se estima que el peso de estos factores epigenéticos está en torno al 85%-90%. Por tanto, somos nosotros los que aceleramos, o no, el envejecimiento en función de nuestra actuación ante esos factores epigenéticos, dependiendo de la epigenética que hagamos.
Pregunta: Entre diferentes factores que aceleran el envejecimiento tiene especial protagonismo el exceso de glucosa, ¿es, entonces, la diabetes un signo de envejecimiento?
Respuesta:Necesitamos unos niveles adecuados y estables de glucosa en sangre, nuestro cerebro no puede funcionar sin glucosa. Sin embargo, la glucosa en exceso actúa como un tóxico: retira de nuestro organismo vitaminas, minerales y oligoelementos –la glucosa es un ladrón metabólico–, aumenta la basura intra y extracelular, nos acidifica, acelera la osteoporosis, tiene una acción negativa sobre el sistema nervioso central, aumenta los radicales libres, aumenta el estrés oxidativo, es proinflamatoria. Así, la glucosa es uno de los pilares básicos del envejecimiento que empuja a un aumento de los demás: insulina, basura, cortisol, radicales libres, provocando un aumento del estrés oxidativo y de la inflamación de bajo grado, en consecuencia: un envejecimiento acelerado. Antes de que se detecten en una analítica unos niveles de glucosa en sangre elevados, pueden haber pasado 15, 20 o 25 años con unos niveles altos de insulina –causados por ingestas con cargas glucémicas altas–. Por tanto, parte del daño está hecho, se están expresando todos los pilares del envejecimiento. Un indicador de lo que está pasando es la disfunción endotelial: nuestras arterias ya tienen un cierto grado de rigidez y el endotelio vascular ya no es liso. Hemos de tener en cuenta que el grado de envejecimiento biológico de una persona se puede valorar en virtud de la calidad de sus arterias. Pero la diabetes tipo 2 se puede prevenir en todos los casos actuando sobre la dieta, haciendo ejercicio, durmiendo las horas necesarias, gestionando el estrés emocional adecuadamente. La dieta es un factor determinante. Si realizamos ingestas todos los días con una carga glucémica alta –cereales refinados, sin fibra, patatas, alimentos procesados, bebidas azucaradas, zumos de fruta, galletas, bollerías–, se producen niveles altos de glucosa en sangre que son respondidos con niveles de insulina altos. Si esto lo repetimos una y otra vez, caminamos hacia la hiperinsulinemia, aumento de grasa, resistencia a la insulina, intolerancia a la glucosa... y, por fin, diabetes tipo 2. Es cuestión de tiempo y del grado de predisposición de cada uno de nosotros. Una vez detectada la diabetes o reaccionamos enérgicamente o seguiremos caminando por la senda del envejecimiento acelerado.
Pregunta: Usted apunta a que nuestros genes son paleolíticos. ¿Qué podemos aprender de nuestros antepasados para disfrutar de una vejez más saludable?
Respuesta:Vivimos más años porque han cambiado las condiciones higiénico-sanitarias: agua corriente, alcantarillado, casas más confortables, antibióticos, vacunas, desarrollo médico-quirúrgico, etcétera. Sin embargo, las llamadas enfermedades de la civilización –que son nuestra respuesta a corto plazo ante los cambios en dieta, estilo de vida y ambiente–: diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, degenerativas, neurodegenerativas, cáncer... siguen una progresión alarmante, dando lugar a un gravísimo problema socioeconómico, que llevará a la quiebra de los sistemas nacionales de salud. La dieta debería estar inspirada en la de nuestros ancestros, no deberíamos comer alimentos que ellos no hubieran comido. En cuanto al ejercicio, ellos se movían por necesidad, debían moverse para conseguir el alimento, ahora hemos de determinar movernos. Lo que admiro de nuestros ancestros es su sencillez. Es verdad que en gran medida era impuesta por las circunstancias, pero tenían una gran capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas, gran capacidad de superación. Un cierto grado de inconformidad es natural, es estimulante, nos ayuda a mejorar pero nos hemos vuelto endiabladamente sofisticados, ya nada nos satisface, esto nos introduce de lleno en el distrés –estrés negativo–, que es una puerta abierta hacia la enfermedad, hacia un envejecimiento acelerado.
Pregunta: Afirma en el libro que “vivimos en un ambiente obesogénico”, ¿qué estamos haciendo mal?
Respuesta:Nuestros genes se han forjado en la escasez de comida, en el movimiento, en el respeto al día (actividad) / noche (descanso), y en la lucha-huida –que permitía sobrevivir ante una situación amenazante–. De un análisis rápido deducimos que nos enfrentamos a una discordancia radical de nuestro diseño con la realidad de cada día: tenemos una dieta hipercalórica y de mala calidad. Estamos sobrealimentados y mal nutridos; llevamos una vida totalmente sedentaria. Deberíamos caminar, al menos, diez mil pasos al día; elevados niveles de estrés emocional –han aumentado las exigencias de trabajo, familiares, sociales...– Estos niveles altos y sostenidos de estrés dan lugar a niveles altos y sostenidos de cortisol, que nos van a conducir al sobrepeso y obesidad, enfermedad cardiovascular, etcétera; alta exposición a tóxicos que entran a través de la dieta, del agua, del aire que respiramos. Muchos de estos tóxicos son liposolubles, se almacenan en nuestra grasa, esto hace que estemos más predispuestos al sobrepeso y obesidad, a parte de otros graves problemas; dormimos poco y nuestro sueño es de mala calidad. Hemos de tener en cuenta que tenemos un reloj central –en el hipotálamo– que responde a un ritmo circadiano –cerca de un día–, por tanto ha de sincronizarse todos los días. El sincronizador externo más importante es la luz/oscuridad, pero hay una gran contaminación lumínica, estamos llenos de luces, de pantallas de televisión, de ordenador. Además, la costumbre es irse a la cama tarde, la existencia de trabajos por turnos, etcétera. Todo esto conduce a una falta de sincronía de nuestro reloj interno con el ciclo luz/oscuridad, que nos lleva al sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares, etcétera.

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