domingo, 16 marzo 2025
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Revelación a los 84 tras una vida de película: así es Benedicta Sánchez

Llegó a un cásting en Navia de Suarna y encandiló al director de ‘O que arde’, Oliver Laxe. Ahora, ganadora del Goya a mejor actriz revelación, la gallega ha vuelto a su vida de siempre en Lugo. Hablamos con ella sobre su éxito
Oliver Laxe buscaba a una actriz mayor de 60 años para su película ‘O que arde’, y Benedicta Sánchez subió el nivel. Con 84 años, se llevó el Goya a mejor actriz revelación por su papel en la cinta. “La vida, que corre así”, dice Benedicta al respecto.

Nació en 1935 en O Corgo, municipio de Lugo. También vivió en la ciudad amurallada durante su época de estudiante, ya que no había ni tan siquiera un autobús que conectase su lugar de residencia con la escuela. Y a los 17, se casó.

En 1960, su vida cambia por completo: decide irse a vivir a Río de Janeiro con su marido, donde pasó 20 años. “Cuando yo estudiaba, la capital de Brasil era Río de Janeiro, pero en los tiempos en que llegué, Juscelino Kubitschek fundó Brasilia, que pasó a ser la capital”, relata la actriz.

Podría decirse que en Brasil comenzó todo. Admite no conocer demasiado bien “las miserias” de otras zonas del país, pero ella describe esa etapa como “fabulosa”. “El clima me gustaba mucho, y tener el mar al alcance de la mano –y de los pies–. Tengo muy grato recuerdo del país”. No pensaba quedarse demasiado tiempo, pero, según ella, “como dice el refrán: el hombre propone y Dios dispone, ¿no? Pues la vida ha corrido por otros derroteros”. Fue allí donde se separó de su marido.

Ella trabajaba en un bar y en una librería frecuentada por argentinos. “Fueron los años, y no me canso de repetirlo, más felices de mi vida”, y también los años en los que conoció el oficio de la fotografía que, dice, le “cayó del cielo”. Esta pasión comenzó como traductora para otro fotógrafo que no sabía hablar portugués, pero la experiencia era tan bonita que se quiso “independizar”. “Aquello era tan estupendo que lo quería para mí sola”. Se formó y no tardó en empezar a ejercer.

“Hacía reportajes en colegios, primeras comuniones, fiestas de cuando las chicas cumplen los 15 años,  bodas, formaturas –graduaciones–... me contrataban muy asiduamente. Yo no daba abasto. Era todo muy bello”, afirma, nostálgica. 

Y entonces decidió recorrer mundo con un grupo de amigos, al que se tuvo que unir más tarde a consecuencia de las complicaciones que tuvo para conseguir un pasaporte estando separada de su marido. De estos viajes destaca que, aunque no conociese el idioma del país, la comunicación era posible. “Por ejemplo, en Turquía, con unos camioneros, hablábamos hasta de política, sin saber el idioma”. Según ella, a veces, la mejor comunicación carece de palabras.

A MEDIAS
Benedicta estaba tan sedienta de aprender que se matriculó en cinco cursos de la Universidad de Mayores. “Ay, pienso en eso y lloro. ¡Qué felicidad!”, expresa al recordar su etapa en la institución. Inglés, corte y confección, bailes de salón e iniciación al teatro fueron algunos de ellos, pero no pudo terminar ninguno. “Siempre me pasa eso: empiezo algo, voy un tiempo (dos o tres meses) y luego algo ocurre y tengo que dejarlo. ¡La vida!”. De hecho, confiesa que llegó a matricularse hasta siete veces en inglés, pero no pudo terminar el curso ni una sola vez. “Es como una maldición. No me preguntes por qué, pero siempre ha sido igual”, lamenta.

DE GOYA
Que no engañe a nadie su curso de iniciación al teatro. Su llegada al mundo de la interpretación apareció en su vida “de chiripa”, cuando un día su hija la animó a presentarse a un cásting en Navia de Suarna en el que buscaban a una persona mayor de 60 años. “¡Pero es que para mí, una mujer de 60 o 70 años es como una adolescente! En fin, que me gusta conocer pueblos y costumbres y le dije: Bueno, pues te acompaño”.

Una vez allí, Laxe la llamó. Concretamente, le dijo: “Pase, siéntese”, a lo que Benedicta contestó: “No, si yo no estoy cansada”.

En ‘O que arde’, Benedicta interpreta a una mujer cuyo hijo acaba de volver de la cárcel, acusado de ser pirómano. El papel, hasta el momento, le valió la Medalla Castelao –distinción de la Xunta de Galicia a personalidades gallegas– y el Goya a mejor actriz revelación. A ello habría que sumar que un centro de día de su localidad natal, O Corgo, recibirá su nombre. Pero, además, la película ha resultado ganadora en el Festival de Cine de Cannes como Premio del Jurado, ha recibido el premio Astor de Oro en el Festival Internacional de Cinema de Mar de Plata (Argentina) y también se llevó el galardón de mejor película en los Premios Gaudí. 

"SI ME RECONOCEN POR LA CALLE, YO DEPRISA BAJO LA CABEZA Y ACELERO EL PASO"
Pregunta.- ¿Cómo cambió su vida desde que participó en ‘O que arde’?
Respuesta.- No me cambió en absoluto. Solo que ahora hay una fiebre que va así de golpe, pero no me ha cambiado nada. He observado que los humanos somos sensacionalistas, porque yo no hice nada del otro mundo, simplemente obedecer, sin nada de esfuerzo. El chico que hace de hijo –Amador Arias– sí ha sufrido. Pero yo no, me trataban como una viejecita que soy. 

P.- ¿Se reconoce en la Benedicta de la película?
R.- Creo que no. Para nada. Físicamente sí que soy yo, pero luego, diferimos mucho. Oliver tuvo que luchar un poco conmigo, porque si en la escena están pegando a tu hijo, ¿tú qué haces? Yo cojo una piedra y le abro la cabeza al agresor. Ellos o yo. Y claro, ese no es el ritmo de la película. Lleva un ritmo lento de meditación, de aceptación. Si mi hijo está en la cárcel y vuelve a casa, yo salto por encima de todo para abrazarlo. O eso creo yo. Pero la película es algo diferente, de aceptar lo bello, lo feo, lo grande y lo pequeño.

P.- Y ahora, ¿tiene una vida nueva como actriz?
R.- Es que siempre le puse peros a ser actriz. Nunca se me pasó por la cabeza. Me parece convertirse (que me perdonen) en un monigote. A mí lo que me gustaría es ser cámara. Hacer una actividad y ver los resultados. No eso de “ahora haces así, ahora asá”. Quisiera ser la que mueve los hilos. 

P.- Lo cierto es que pasó su vida tras las cámaras y ahora se ha puesto delante.
R.- Sí, ahora delante de la cámara. Y de un cámara maravilloso, a quien también le dieron un Goya a mejor fotografía. Durante el rodaje, la gente fue encantadora conmigo, y no conocía ni Navia de Suarna, ni los pueblos del entorno, que fue uno de los lugares de rodaje. Y por todo eso, valió la pena.

P.- ¿Qué me puede contar sobre el rodaje? ¿Alguna anécdota reseñable?
R.- Lo recuerdo todo con cariño. Me hacía recordar cuando era pequeña e iba con las ovejas. Tenía amigas que también iban con las ovejas, y nos juntábamos para jugar, en la época de la posguerra. Jugábamos a ir en avión, a tener novio, a casarnos, e incluso a veces, éramos actrices. 

En general, no hubo que repetir escenas. Se hacían tomas desde diferentes ángulos para escoger luego la que más agradaba. Sí que hubo una escena, cuando pegan a Amador, que está tumbado en el suelo, sangrando por la nariz. Una calamidad. Que yo, sabiendo que tenía que ir lentamente hacia él, el instinto maternal me aceleraba. Esa escena la tuve que repetir. Es que no podía acariciarlo ni decirle nada. 

P.- Es curioso que sin ser usted la protagonista, se ha convertido en la imagen de la película.
R.- Sí, es algo que considero injusto. No sé cuál es la razón. Será porque soy mayor. Porque una persona mayor que actúe, yo creo que la encuentras, pero como Amador, es difícil. No es solo que lo haga bien, sino su aspecto, su mirada. Hay algo de misticismo en él. Tiene un cuerpo que parece que sea de goma. Lo aguanta todo. Para mí, Amador es único. 

P.- Tiene palabras muy bonitas para Amador.
R.- Es que si dijera lo contrario sería una auténtica mentirosa. 

P.- ¿Por qué cree que ganó el Goya a mejor actriz revelación?
R.- Yo pienso que será por eso. Porque soy una anciana, yo qué sé. Yo hice lo que me mandaron, y parece que resultó. No me pidieron nada. Simplemente ser lenta. Aguante del que tocó vivir en la posguerra. Mucha miseria, muchas dificultades.

P.- ¿La paran mucho por la calle?
R.- Bueno, eso sí [ríe]. Yo deprisa bajo la cabeza y camino rápido porque si no… Hace  dos meses que tuve que ir a A Coruña y fui de la estación de autobuses a la Praza de Galicia, aproximadamente 20 minutos andando. Al ir, pues todavía. Pero al volver… pensé que no llegaba. Pasaban en coche, me veían y frenaban. “Usted es la de la película, ¿no? ¿me puedo hacer una foto con usted?”. Bueno, es increíble.  La gente es encantadora. No me lo merezco. Dios mío, ¿a santo de qué? 

También en Lugo, estaba en casa de mi hija y fui al centro. Hay gente que pasa y me dice que enhorabuena. Tengo que bajar la cabeza y acelerar el paso. A veces me gritan: “¡Benedicta!”.

P.- Si le contasen todo esto a la Benedicta del pasado, ¿se lo creería?
R.- En absoluto. Lo dije más de una vez. Si me dieran a elegir entre que me van a caer 100 millones de la lotería (que ni siquiera juego) o que a los 84 años voy a ser una actriz famosa, me creo lo de la lotería. 

Las actrices lo son desde niñas, como las que estaban nominadas al Goya, que tendrían como 18 años. Me dolía. Pensaba: “¿Por qué tienen que dármelo a mí estando esta chica?” Yo se lo daría a ella. Y dos chicas más, también majísimas. Todos me decían: “No, es para ti”, y no me entraba en la cabeza para nada. 

P.- ¿Cuándo cumple los 85?
R.- El 24 de octubre. 

P.- ¿Tiene ganas?
R.- No sé. Tengo un concepto de la vida de que nada nace, nada muere, todo se transforma. Si cumplo los 85, okey. Y si me quedo por el camino transformándome, también me vale. Qué remedio. Ahora, por ejemplo, aquí está nublado. Y qué voy a pedir. ¿Que sea agosto, o que nieve? Todo lo que viene es bueno.

P.- ¿Volvería a participar en otra película?
R.- No lo sé. Ya me llamaron para alguna, pero no lo he visto factible. Alguna cosa he tenido que rechazar. Muy poquito, la verdad. Prácticamente nada.

P.- ¿Le queda algún sueño por cumplir?
R.- Sueños siempre quedan. Para mí, la capacidad de aceptar sin enojos, sin rechistar. Saborear lo que venga. ¿Que es dulce como una naranja? Okey. ¿Que es un ácido limón? Okey. ¿Que es picante como un diente de ajo? Pues también. Es cuestión de no envenenarse.

Desde hace tiempo, mi sueño dorado es ese. Llegué a esa conclusión. Además, las cosas que yo he pedido a Dios, nunca me las ha concedido. Y luego me premia con algo que no esperaba. Entonces no ambiciono nada. Por eso digo: aceptar. Como Dios (o lo que sea) es el que manda, pues acepto lo que me mande. Y se acabó. 

P.- Es una buena filosofía.
R.- A estas alturas, es lo que la vida me enseñó. No hay que llorar sobre leche derramada. Además, yo me considero religiosa. Entonces, ¿quién soy yo para rechazar aquello que el que todo lo sabe y todo lo puede, me manda?

Ahora hay mucha gente que es religiosa y creyente, pero no tengo nada que ver con ellos. Mi realidad es una, y cada uno tiene la suya. Por ejemplo, creo que los santos, las santas y las iglesias están cargados de energía, y yo la respeto, pero mi vida tiene poco que ver con todo eso. Lo enfoco por otro lado. Algunos sacerdotes me dijeron que soy panteísta, que tengo a la naturaleza como la representación de Dios. Y yo amo la naturaleza. Quizás sea lo que más amo. 
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