domingo, 16 febrero 2025
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Pensiones que se estiran hasta el último céntimo

Algunos tienen que ayudar económicamente a sus hijos en paro, otros les ofrecen la comida o los acogen en su casa. Muchos han dejado de realizar actividades de ocio y unos cuantos han renunciado a las revisiones de la vista y a ir al dentista. La crisis está afectando a la calidad de vida de buena parte del colectivo de personas mayores, que han visto cómo se ha reducido su poder adquisitivo y capacidad de ahorro en los últimos años
A sus 68 años, María Cinta Falcó se ha visto sorprendida por la crisis. Dos de sus cinco hijos han perdido su empleo en los últimos cuatro años y ella misma es usuaria del Programa de Alimentos de Creu Roja en Cataluña desde 2008. Pese a ello, todavía encuentra la manera de dar pequeñas ayudas económicas a sus hijos, invitarlos a comer o cenar y compartir con ellos los alimentos que recibe de la ONG. María ha pasado de recibir ayuda de sus hijos para pagar los 400 euros de la hipoteca de su domicilio a plantearse dejarlo e irse a vivir a otro sitio, pues los 615 euros que recibe cada mes de su pensión de viudedad no le alcanzan para mantener el piso y servir de apoyo a su familia.
El testimonio de esta mujer, recogido en el tercer estudio del Observatorio de Vulnerabilidad de Creu Roja  que se acaba de publicar,  sirve para ejemplificar una de las principales conclusiones de ese mismo trabajo: durante los últimos dos años, una de cada tres personas mayores usuarias de la institución ha tenido que ayudar, por primera vez, a un familiar. Un apoyo que no es siempre económico, aunque sí son las ayudas más comunes. Así, según el estudio, desarrollado bajo el epígrafe “L’impacte de la crisi en les persones grandes”, el 20% de los encuestados presta ayuda económica a sus hijos, el 10% contribuye en la alimentación y un 6,5% ha acogido a su familiar en casa.
El dato puede parecer sorprendente, pero no es nuevo. Hace tres meses, la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP) presentó un estudio realizado por Simple Lógica Investigación que analizaba el impacto de la crisis en el colectivo senior y concluyó que el 40,4% de los mayores ayuda, o ha ayudado, económicamente a su familia en los dos últimos años, una cifra que en 2010 sólo alcanzaba al 15,1% de la población senior.  

Vira el sentido de la solidaridad intergeneracional
La consecuencia de esta situación es que se están invirtiendo los tradicionales flujos de solidaridad intergeneracional del Estado de Bienestar, según los cuales las generaciones jóvenes contribuyen al bienestar de los mayores sosteniendo el sistema de pensiones. Tal y como concluye el Observatorio de Vulnerabilidad de Creu Roja en su estudio, cada vez son más los mayores que, hoy en día, ayudan a las generaciones más jóvenes, actuando como “el colchón social”. 
“En nuestro país -como en la mayoría de las sociedades mediterráneas- la familia constituye uno de los pilares sobre los que se asienta el Estado del Bienestar. Las personas mayores han colaborado en el cuidado de sus nietos desde la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo y también, a menudo, han prestado ayuda económica de manera puntual (para la entrada de un piso, para la compra de un coche, etcétera). El cambio que se produce como consecuencia del actual contexto socioeconómico está en la intensidad y en el concepto: pasa de ser puntual a ser continuada, de ser una ayuda a ser, en muchos casos, una necesidad”, explica la responsable del Observatorio de Vulnerabilidad, Anna Sabaté.
Al igual que Sabaté, los pensionistas también dudan de que estas cifras sean un fenómeno puntual: “nos tememos que va para largo”, matiza el presidente de UDP, Luis Martín Pindado.
Si bien es cierto que del estudio de UDP se deduce que la clase social influye en la capacidad para prestar ayuda -que en este caso se analiza sólo en términos económicos-. Así, aseguran que más de la mitad de los mayores (52,5%) con un estatus social medio o alto presta sustento económico a sus familiares, mientras que entre la clase media-  baja o baja el porcentaje retrocede hasta el 37,9%. En este sentido, Pindado recuerda que “evidentemente, la gran mayoría de las pensiones de los españoles no dan para mantener a dos familias, aunque ayudan de manera sustancial a no caer en situaciones de exclusión social”, y añade que “un pensionista es, antes, un padre o un abuelo y, como tal, dejará de gastarse un céntimo para sí si los suyos lo necesitan”. 
Sobre este nuevo “orden social”, Creu Roja pone el acento en que “cualquier medida pública que afecte al colectivo y modifique sus condiciones de vida tendrá, de igual modo, consecuencias sobre el resto de los miembros de su familia. Y, a la inversa, cualquier medida que atañe a un miembro de la familia, afectará también a los mayores”.
Paralelamente a este fenómeno, se ha producido otro que también influye en el sustento del colectivo senior: se ha reducido el porcentaje de quienes prestaban ayuda a sus progenitores. Así, según UDP, en 2010 recibieron alguna ayuda económica, por parte de sus hijos, un 12,5% de mayores de 65 años, pero esta cifra, hoy, se sitúa cinco puntos por debajo.
Todo ello, explica Anna Sabaté, “tiene consecuencias en la economía de las personas mayores, puesto que afrontan más gastos con unas pensiones, en general, bastante reducidas, y en un entorno de incremento constante de los precios de los productos básicos (cesta de la compra, suministros, etcétera)”. Pero el problema va más allá: “también incide muy directamente en la calidad de sus relaciones familiares (muchas personas mayores acogen en su casa de nuevo a los hijos y a los nietos, generando un nuevo modelo de convivencia) y en su salud emocional, por el sufrimiento que les produce ver a sus descendientes en una situación crítica y de difícil salida”, analiza la responsable del Observatorio.
En el caso del estudio de Creu Roja, el trabajo se ha basado en las personas mayores atendidas por la organización y Sabaté explica que este colectivo ha visto disminuir en los últimos dos años el soporte de sus hijos (el 13%), pero también alguna prestación de servicios sociales. La pérdida de estas ayudas, además, es muy superior (32%) en el grupo de personas mayores más vulnerables (las que son atendidas en los proyectos de luchas contra la pobreza, como los kits de apoyo social o el Programa de Alimentos). “Por este motivo, se han visto obligadas a acudir a la Creu Roja o otras entidades para cubrir sus necesidades básicas (alimentación, productos higiénicos, ayudas puntuales…)”, indica Anna Sabaté. Pregunta:
Respuesta:

Renuncia a servicios básicos
Todo ello está afectando considerablemente a la calidad de vida del colectivo. Ya sea porque se ven más “achuchados” en el día a día o porque tienen miedo de lo que les deparará la coyuntura económica -siete de cada diez senior entrevistados por Creu Roja se mostraron angustiados sobre cuál será su situación y la de sus familiares en el futuro y consideraron que esta crisis es peor que las que han vivido anteriormente-, lo cierto es que muchos intentan mantener su capacidad de ahorro renunciando a servicios básicos.
En este sentido, la organización alerta de un nuevo fenómeno, la “pobreza energética”. Del conjunto de personas encuestadas para su trabajo, han detectado que una de cada cuatro no puede mantener su hogar a una temperatura adecuada porque le es imposible hacer frente al recibo de la luz o el gas.
Asimismo, las medidas de ahorro adoptadas por este colectivo los privan de productos o servicios que eran importantes para el mantenimiento de su calidad de vida.  En su testimonio, María Cinta asegura que antes “iba a la peluquería cada semana, y he dejado de ir; también iba al dentista y ya no lo hago; y en cuanto a cambiar las gafas, me he visto obligada a no hacerlo de momento”. No es la única. Según Creu Roja, son un 30% los mayores que ya no pueden ir al dentista o revisarse la vista, porcentajes que se elevan por encima del 50% entre los beneficiarios de los proyectos de lucha contra la pobreza.

¿Afecta esta situación al envejecimiento activo?
En las actuales circunstancias, hasta el 80% de los usuarios de Creu Roja han renunciado a cualquier gasto en ocio y tiempo libre. “El incremento de los precios de productos de consumo básico tiene una alta incidencia en la economía doméstica. Detectamos que muchas personas tienen que prescindir o reducir el consumo de la carne y el pescado. Si la afectación llega a estos extremos es normal que los primeros gastos que se recorten sean los relacionados con el ocio”, argumenta la responsable del Observatorio de Vulnerabilidad de Creu Roja.
Pero, si esto es así y algunos ya no se pueden permitir llevar la vida que seguían hace tres años, ¿existe el peligro de que dejen de hacer algunas de las actividades que los ayudaban a mantenerse activos, de que aparezcan más situaciones de dependencia? Anna Sabaté se muestra optimista al respecto: “afortunadamente, se mantiene aún una aceptable oferta de actividades gratuitas o con un coste muy reducido”, indica.
“Hay un dato significativo que merece la pena apuntar: durante el último año, han crecido un 26% el número de plazas de  acción voluntaria en los proyectos sociales de Creu Roja en Cataluña, que actualmente suman 10.233. Entre este nuevo voluntariado hay muchas personas mayores que nos aportan su tiempo y su experiencia. Es una buena manera de mantenerse en plena actividad ayudando a los demás, una nueva lección de solidaridad de nuestros mayores de la que también deberíamos tomar ejemplo”, concluye Sabaté.

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Redacción EM
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Información elaborada por el equipo de redacción.

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