‘Hay demasiados estereotipos en torno a la vejez que, aparte de falsos, son injustos’

Respuesta:El valor de este proyecto, aunque pueda medirse de forma cuantitativa –en el último año hemos acompañado a 855 personas mayores que viven en su domicilio o en residencias, con la participación de 904 personas voluntarias, en la Comunidad de Madrid, Galicia y Euskadi–, creo que debe ponderarse desde lo cualitativo. De nada sirve poner en contacto sin más a dos personas para que queden cada semana si antes no hay un trabajo profesional previo que permita identificar el contexto y las necesidades afectivas de la persona mayor, conocer a fondo a mayores y posibles voluntarios, buscar perfiles afines, propiciar actividades de ocio y socialización que tengan sentido para esas personas, o realizar un seguimiento posterior de esa relación afectiva, siempre en coordinación con el sistema de servicios sociales de zona y/o Atención Primaria de salud que nos derivó el caso de esa persona mayor. Aunque aumente el número de personas mayores que acompañemos, garantizar la calidad de la relación entre las dos personas –mayor y voluntaria– es nuestra gran prioridad y también nuestro reto, dado que no es nada fácil. En realidad, se trata de que esta labor de voluntariado, que está llena de valores muy positivos, priorice la atención centrada en la persona. Hay una evidencia: la soledad no deseada es un sentimiento subjetivo que no puede paliarse pagando un acompañante. Lo que necesita la persona mayor es volver a disfrutar de la amistad para no sentirse sola, y la amistad no se puede comprar, sino que brota de manera voluntaria y recíproca, sin contraprestaciones. Por ello, el apoyo afectivo que ofrecemos a través de la acción comunitaria y voluntaria complementa la labor de los servicios públicos o el cuidado familiar sobre otro tipo de necesidades no afectivas de la persona mayor, como puedan ser tareas domésticas, cuidado personal e higiene o salud.
Pregunta: Desgraciadamente, la soledad es uno de los temas más comentados hoy en el sector. ¿Se puede hablar de prevención? ¿A través de qué herramientas puede hacerse?
Respuesta:No es que se pueda, es que se debe hablar de prevención, a cualquier edad, incluidas las generaciones más jóvenes. Aún no se habla demasiado de ello, pero algo que va a ser clave en esta sociedad cada vez más individualista e impersonal, donde además vamos a vivir solos más tiempo y en la que las familias ahora son largas y estrechas, es aprender a gestionar la soledad: cuidar las relaciones sociales, el interés por hacer cosas que sigan dando sentido a tu vida, relacionarnos con la gente que nos rodea rompiendo la desconfianza y los miedos que dominan ahora las relaciones sociales… ayudará a que el sentimiento más dramático de la soledad vaya disminuyendo cuando nos toque experimentar una soledad no deseada, e incluso contribuirá a aprender a disfrutar de momentos de soledad; ir al cine sola o disfrutar de un paseo en solitario puede ser un auténtico placer. Y el participar en iniciativas de voluntariado y de redes comunitarias o vecinales es una excelente y saludable manera de prevenir la soledad.
Pregunta: ¿Cuál es el perfil del mayor que más sufre aislamiento social? ¿Cómo afecta a su calidad de vida?
Respuesta:Las personas mayores, como el resto de la población, son diversas, una realidad que observamos entre las personas que acompañamos: cada vez más heterogéneas, incluso no tan mayores, con deseos y preferencias dispares... Dicho esto, hay un colectivo de personas muy mayores en nuestro país cuya situación requiere una intervención más inmediata. Hablamos de más de medio millón de personas mayores que tienen 85 años y viven solos. Sobre todo se trata de mujeres (casi el 80%, unas 430.000) que, aparte de vivir solas, apenas cuentan con redes de apoyo, ya sean familiares o vecinales. Si le sumamos que muchas de estas personas viven con pensiones muy bajas, que sufren una o varias enfermedades crónicas, que tienen problemas de movilidad y que las barreras arquitectónicas en sus casas y edificios les impiden salir a la calle. Entonces tenemos un perfil de personas en situación de riesgo en las que la percepción de soledad no deseada puede ser grave y favorecer la aparición de situaciones de aislamiento y exclusión social. Seguramente acabe afectando a su calidad de vida, a su salud y a su dignidad, pero tampoco se puede decir que “la soledad mata”, porque no es cierto ni riguroso y porque además le hace un flaco favor a la causa. Es decir, mensajes como ese o transmitir que la soledad es una epidemia y una enfermedad y que es exclusiva de las personas mayores generan una alarma social innecesaria, estigmatizan el problema y sobre todo, dificultan que quien viva esa situación dé el paso de levantar la mano, pedir ayuda y buscar soluciones.
Pregunta: A través de la campaña ‘Familias hinchables’ consiguieron darle visibilidad a este fenómeno. ¿Qué objetivo se plantearon con esta iniciativa? ¿Han alcanzado el impacto que pretendían?
Respuesta:El primer objetivo de la campaña era sensibilizar y despertar a la sociedad ante un problema invisible con el que convivimos cada día con excesiva naturalidad, a pesar de que a todos nos va a tocar afrontarlo y gestionarlo si queremos envejecer con calidad y salud. Si hemos contribuido, con la colaboración de los medios que os habéis hecho eco, a que hoy la soledad de las personas mayores sea un tema que empieza a aparecer en la opinión pública y en la agenda política, pues estamos más que satisfechos. Como consecuencia de ese impacto hemos logrado otro objetivo muy importante, que era atraer a nuevas personas para que participen en nuestros programas de acompañamiento y socialización: en estos meses más de 300 personas se han interesado en ser voluntarias. Pero si queremos llegar a más personas mayores a las que hoy no podemos acompañar, y hacerlo de manera personalizada y centrada en sus necesidades afectivas, facilitando que vuelvan a salir de casa y a socializarse en las actividades que realizamos, como meriendas de barrio, visitas culturales, fiestas o vacaciones adaptadas en verano, necesitamos más recursos. Por ello hago un llamamiento, no solo a las administraciones públicas, sino a empresas y a ciudadanos particulares para que colaboren apoyando esta labor tan necesaria como saludable para toda la sociedad.
Pregunta: Hablamos del perfil de los mayores pero, ¿cuál es el del voluntario que acude a Grandes Amigos con intención de aportar su granito de arena? ¿Qué es lo más gratificante para estas personas que dedican su tiempo al colectivo senior de forma desinteresada?
Respuesta:Aunque en este caso también predominan las mujeres sobre los hombres, existe una mayor diversidad de perfiles y edades entre las personas voluntarias de Grandes Amigos, con motivaciones y vivencias muy diferentes. Pero si algo tienen en común es que coinciden en reconocer que reciben mucho más de los que dan a la persona mayor a la que acompañan. Y eso es la mejor prueba de la reciprocidad de las relaciones de amistad que estamos generando. Quien hace voluntariado no solo ayuda a la persona mayor a sentirse más acompañada; también gana en enriquecimiento personal y en experiencia de vida, aprende a ver y comprender la vida a través de los ojos de la persona mayor, a valorar las cosas realmente importantes; comienza a ser consciente del impacto de la soledad en las personas, con lo cual está aprendiendo a gestionarla y a cultivar la socialización, lo que le ayudará a prevenir sus efectos cuando a esa persona voluntaria le toque envejecer. Y todo eso ocurre gracias a que la persona mayor, además de recibir, aporta y participa activamente. Esto es algo fundamental para que esa persona, tenga 70, 80 o 90 años, siga encontrando sentido a su proyecto de vida y se sienta útil y valorada. Esta es la clave, tanto para las personas voluntarias como para las que son acompañadas. Que sus vidas tengan sentido. No todas las actividades que se realizan lo tienen y eso es importante a la hora de planificar intervenciones. No todo vale. Solo es eficaz aquello que para las personas implicadas tiene algún significado y, en consecuencia, mejora su bienestar.
Pregunta: En España, ¿existe una buena concienciación sobre la importancia y el valor del voluntariado?
Respuesta:Seguramente aún queda mucho por hacer en ese sentido, quizá porque tradicionalmente en España la idea del voluntariado se ha limitado a una visión caritativa y asistencialista. También ha influido que en nuestro país hasta ahora hemos disfrutado de redes de apoyo familiar y vecinal fuertes, pero los modelos de familia están cambiando. En realidad, el voluntariado es una herramienta de participación ciudadana que reporta grandes beneficios personales a cada individuo y al mismo tiempo le permite canalizar su aportación para construir una sociedad mejor dentro de una misión colectiva; es una pieza clave en el engranaje de una nueva sociedad de los cuidados y en concreto en el abordaje del fenómeno de la soledad, del mismo modo que resulta imprescindible el papel de los servicios sociales y sanitarios en la detección y derivación de posibles casos de personas mayores en situación de soledad, o de la iniciativa privada en la ampliación de los recursos. Para que el voluntariado resulte igualmente eficaz en ese engranaje, aunque internamente nos lleve mayores esfuerzos a la hora de dar con la persona voluntaria ideal, nos centramos en las necesidades específicas de cada una de ellas, la afinidad de perfiles y la cercanía geográfica, con el fin de sembrar una amistad duradera y de calidad. Ofrecer formación cualificada al voluntariado también nos parece importante, así como apostar por un modelo de voluntariado muy participativo, horizontal y vecinal.
Pregunta: Se acaba de celebrar el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. ¿Por qué este tipo de violencia sigue estando, en cierta forma, silenciada?
Respuesta:Para empezar, porque muchos de esos abusos a personas mayores aún siguen sin verse como tal, pues todavía se asumen como conductas “normales”, aunque poco a poco el umbral de tolerancia está cambiando. Los estereotipos, la discriminación por razón de edad y el mal trato están estrechamente relacionados. Así, empezamos por hablar más alto y gritar a las personas mayores, a pensar que no se enteran, a infantilizarlas y tratarlas como niños, a tomar decisiones por ellas que afectan a cosas tan básicas como el lugar o la forma en que quieren vivir… No hace falta agredir físicamente para abusar de una persona y mermar sus derechos y su dignidad. Hay muchas conductas inadecuadas que se cometen a diario con las personas mayores que justo tenemos más cerca y no nos damos cuenta. Por otra parte, el miedo a denunciar y la falta de acceso a vías para denunciar que sufren muchas personas mayores hacen que solo se conozca lo que llamamos la punta del iceberg.
Pregunta: ¿Cómo puede la sociedad cambiar esta perspectiva y hacer del maltrato a los mayores una realidad visible? Y las Administraciones públicas, ¿qué papel deberían desempeñar?
Respuesta:En el plano individual, quizá cada uno puede empezar por preguntarse “cómo me gustaría ser cuidado y tratado”, para entender y respetar cómo le gustaría ser tratada a esa persona mayor que nos rodea. A su vez, es labor de todos romper con estereotipos que denigran la vejez y que se convierten en caldo de cultivo para un mal trato. Además de sensibilizar en este sentido, desde los poderes públicos sería prioritario impulsar un modelo de atención centrada en la persona, que garantice la defensa de la dignidad, la personalización y la autonomía, aspectos clave que definen lo que todos consideramos buen trato. Asimismo, es urgente profundizar en el desarrollo de protocolos que permitan detectar la existencia de malos tratos en cualquier ámbito.
Pregunta: En una entrevista reciente con Alexandre Kalache, comentó a este periódico que “envejecer es lo mejor que nos puede pasar”. ¿Por qué sigue existiendo esa connotación de envejecimiento como carga y no como oportunidad?
Respuesta:Sin duda, como dice con gran acierto Kalache, envejecer es una gran noticia. Cuando te jubiles tendrás 20 o 30 años por delante, así que tu proyecto de vida debería seguir desarrollándose y creciendo, no estancarse. Sin embargo, que el valor de una persona hoy en día se mida en función de su productividad laboral hace que, al llegar la jubilación, para la sociedad esa persona ya no vale ni aporta nada. Estamos en un mundo que prima el individualismo, lo efímero e inmediato, lo superficial, la imagen, y se da la espalda al valor de la experiencia. Resulta paradójico que la gente quiera vivir muchos años, lo que lleva a cuidarse, apuntarse al gimnasio, etcétera, y sin embargo rechace relacionarse con las personas mayores, una discriminación que alimenta muchas situaciones de soledad no deseada y exclusión. Declive vital, enfermedad, incapacidad, tristeza, aburrimiento… Hay demasiados estereotipos en torno a la vejez que, aparte de falsos, son injustos. Es habitual pensar que los problemas que hoy se asocian al envejecimiento no van con nosotros y que nuestra vejez será muy diferente. Pero la manera en que hoy vemos y tratamos a los mayores será muy parecida a la que nos tocará vivir cuando envejezcamos, si no actuamos ya para cambiar esa realidad. Las nuevas generaciones de mayores ya no aceptan ese rol sumiso y pasivo que la sociedad les adjudica, pues quieren participar activamente. Es la sociedad la que debe cambiar la imagen con que percibe y trata a las personas mayores. Por ello, es importante transmitir una imagen positiva y realista del envejecimiento, ni dramática ni edulcorada, que sitúe de igual a igual a las personas independientemente de su edad. Es algo que también intentamos hacer desde Grandes Amigos.