Geriatría, la especialidad del presente que será clave en el futuro

La geriatría es una especialidad relativamente joven, con apenas cuatro décadas de vida –fue reconocida oficialmente como especialidad médica en 1978–, pero cuya presencia en nuestro sistema sanitario va ganando peso. No es de extrañar, a tenor de los contundentes datos de progresivo envejecimiento: el 21% de los españoles supera los 65 años, una cifra que en 2050 será del 30%. De hecho, los datos del Instituto Nacional de Estadística ya alertaban hace un año de que el envejecimiento volvía a alcanzar un nuevo máximo histórico del 137,3% o, lo que es lo mismo, se contabilizaban 137 personas mayores de 64 años por cada 100 menores de 16.
En este contexto, y atendiendo al aumento progresivo de estos porcentajes, resulta evidente que debamos estar preparados para prestar una atención de calidad a este creciente número de sénior y, en esta tarea, la geriatría tiene mucho que decir. Y es que, a través de ella, se trata de dar respuestas a las necesidades de la población.
La compañía especializada en formación sanitaria e innovación tecnológica Faro Edtech presentó, recientemente, un análisis de cuáles serán los empleos sanitarios con mejores perspectivas laborales este año. Los resultados sitúan a la geriatría en segundo lugar, solo superada por las enfermeras, pero por delante de otras figuras como los técnicos de radiología, los administrativos de salud o los especialistas en salud mental y psicología.
“La geriatría no es solo una especialidad de futuro, sino una necesidad urgente del presente”, expone el geriatra y recientemente nombrado presidente de CEAPs, Rafael Sánchez-Ostiz. “El envejecimiento de la población ya es una realidad consolidada en España. Sin embargo, a pesar de esta evidencia demográfica, el reconocimiento de la geriatría como una especialidad clave dentro del sistema sanitario sigue siendo insuficiente. Se ha avanzado en algunos aspectos, pero todavía encontramos desigualdades territoriales y una falta de integración efectiva en los diferentes niveles asistenciales. La geriatría es fundamental para garantizar una atención especializada, integral y multidisciplinar a las personas mayores, especialmente a aquellas con pluripatologías y fragilidad”, añade.
También, desde la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (Semeg), su presidenta, Marta Neira, nos explica que se trata de una especialidad joven y, hasta muy recientemente, con un lento desarrollo, “lo que ha hecho que haya pocos geriatras en relación con otros especialistas”. “En muchas comunidades, como por ejemplo Andalucía o Euskadi, no existía la especialidad, ni siquiera se contemplaba; y esto ha determinado no solo que no hay geriatras para atender a la población adulta mayor, tampoco hay enseñanza de geriatría en las facultades de Medicina o incluso, en algunos casos, son otros especialistas los que imparten nuestra especialidad”, comenta Neira.
Por su parte, y continuando con esta vista atrás que ha llevado a la geriatría a estar donde está, la geriatra Edurne Fernández Letamendi, responsable asistencial de la Unidad de Geriatría Hospital Quirónsalud Zaragoza, expone que “durante décadas, nuestra especialidad estuvo relegada a los hospitales de convalecencia, donde se derivaban a pacientes muy mayores o muy deteriorados, muchas veces en situaciones de enfermedad terminal. Eso hace que todavía, a día de hoy, exista un porcentaje de población (cada vez más pequeño) que erróneamente interprete que al geriatra solo se va cuando se está muy enfermo y queda poca expectativa de vida. Sin embargo, nuestra especialidad abarca la prevención, tratamiento y valoración de todas las enfermedades que afectan al adulto mayor, especialmente a partir de los 70 años. El envejecimiento de la población y los avances en medicina nos han proporcionado nuevos tratamientos en estos pacientes mayores, pero también nos traen nuevos retos, lo que ha propiciado nuestra entrada en los grandes hospitales, colaborando con otros muchos servicios, copiando modelos de éxito de otros países”.
No fue hasta la década de los 90, a raíz de unos acuerdos establecidos entre el Ministerio de Sanidad y la SEGG, que se empezó a hablar de los servicios de geriatría bajo el nombre inicial de unidades de valoración y cuidados geriátricos, que irían aumentando su presencia ya en el año 2000. Estamos asistiendo de manera controlada, por tanto, a la consolidación, aunque lenta, de una especialidad que, como destacan los profesionales, se hace imprescindible para dar cobertura a esas necesidades cambiantes de los sénior. De hecho, el sector respalda que este afianzamiento de la geriatría camina de la mano del cambio de tendencia que experimenta el sistema de cuidados español en la actualidad. En este viraje, una vez más, la irrupción de la Covid-19 significó un punto de inflexión.
EL LEGADO DE LA COVID-19
Se acaban de cumplir cinco años de un estado de emergencia nacional que ponía sobre la mesa algunas de las deficiencias de nuestro sistema sanitario. A raíz de la situación vivida en muchas residencias de personas mayores, más allá del tipo de atención prestada, se abrió un debate sobre la falta de coordinación entre el sistema sanitario y social. “La pandemia obligó a un cambio en la atención sanitaria en general durante todo el tiempo que duró y, por supuesto, muchos de esos cambios se han mantenido en el tiempo; por ejemplo, en la Comunidad de Madrid, la coordinación entre el medio hospitalario y las residencias era algo puntual o anecdótico; y con la pandemia se elaboró un plan de atención coordinada que comunica el medio residencial con los profesionales de geriatría de los hospitales y que ha permitido mejorar la comunicación. De forma global, podemos decir que ha mejorado la atención geriátrica ya que la pandemia puso el foco en el paciente mayor por ser el más vulnerable y eso ha hecho que se visualice esta necesidad, sin embargo, existe todavía mucho camino por recorrer”, afirma la presidenta de la Semeg.

Mejorar los sistemas de coordinación entre atención primaria y especializada y, en mayor medida, entre los servicios sociales y sanitarios, se convirtió en uno de los retos a alcanzar por nuestro sistema con el fin de poder transformar –mejorar, en realidad– la atención que se presta a los sénior.
“La pandemia no solo puso de relieve la necesidad de contar con más profesionales formados en geriatría, sino que también dejó claro que el modelo de atención a las personas mayores debía cambiar, priorizando la coordinación entre los distintos niveles asistenciales y reforzando la atención geriátrica especializada. En muchos casos, la ausencia de geriatras en los equipos sanitarios se tradujo en diagnósticos tardíos, abordajes terapéuticos inadecuados y una falta de seguimiento personalizado de los pacientes mayores, lo que agravó la vulnerabilidad de este colectivo. La pandemia fue, sin duda, un punto de inflexión, pero todavía queda mucho por hacer para que la geriatría tenga el papel que merece dentro del sistema sanitario”, destaca el presidente de CEAPs.
La incorporación de la geriatría en los sistemas sanitarios era algo necesario y urgente desde antes de la pandemia, si bien es cierto que desde el sector apuntan que esta contribuyó a acelerar el proceso.
Como especifica Sánchez-Ostiz al respecto del ámbito hospitalario, por ejemplo, “el internista puede manejar muchas patologías médicas, pero el geriatra aporta un enfoque especializado en el envejecimiento, abordando no solo la enfermedad en sí, sino su impacto en la funcionalidad y calidad de vida del paciente. Por ello, la geriatría debe estar plenamente integrada en la red asistencial para garantizar que las personas mayores reciban la atención adecuada en el momento oportuno”.
INTEGRACIÓN Y FORTALECIMIENTO DE LA ESPECIALIDAD
La desigualdad territorial en torno a la geriatría –como a otras cuestiones sanitarias y sociales– es uno de los escollos que actualmente tiene que salvar esta especialidad, si bien no es el único, pues se suma otro como es la comentada escasez de plazas de MIR en esta especialidad.
Andalucía –que según el Instituto de Estadística y Cartografía andaluz, registra una esperanza de vida que ha ido creciendo de forma sostenida en los últimos años hasta situarse, en 2020, en 84,2 años para las andaluzas y en 78,9 años para los andaluces– ha sido la última región en incorporar la atención especializada en geriatría a su cartera de servicios de la sanidad pública, lo que en su momento denunciaron desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), ya que representaba “un agravio comparativo con otras comunidades autónomas españolas y, desde luego, con los países más desarrollados; y una terrible injusticia y una fuente de desigualdad para los andaluces y andaluzas de más edad”. Desde la Sociedad científica expresaban que el crecimiento de la población sénior en esta región comportaba un mayor número de personas mayores complejas, que se beneficiarían de la especialidad de geriatría en todos los hospitales y áreas de atención sanitaria y, aseguraban, “ya se va muy tarde respecto a otras comunidades autónomas que comenzaron a introducir la geriatría en la cartera de servicios pública hace más de 50 años”.
Hace poco más de un año, finalmente, Andalucía finalmente incorporó la geriatría como especialidad en el ámbito de los centros sanitarios del Servicio Andaluz de Salud.
Como observa Marta Neira, “sigue existiendo diferencias territoriales en la distribución, desarrollo y planificación de la geriatría, siendo algunas de estas diferencias un ejemplo de inequidad en el sistema sanitario. Creemos que la participación de la Semeg en la organización, planificación y distribución de recursos junto a las Administraciones –ministerio y comunidades– ayudaría a mejorar y asegurar una igualdad en la atención sanitaria al adulto mayor en todo el territorio nacional. Una visión a medio y largo plazo ayudaría a desarrollar la especialidad de forma uniforme y equitativa”. Por tanto, las comunidades siguen un avance desigual con respecto al crecimiento de esta especialidad, algo relacionado a su vez con la escasez de geriatras: pocas ofertas de plazas de MIR, déficit de geriatras para atender a la población sénior y, en consecuencia, una sobrecarga de los profesionales que ejercen actualmente esta especialidad.
Aunque la presencia actual del geriatra está más fortalecida en ámbitos como el residencial o el sociosanitario, todavía queda camino por recorrer para integrar esta figura en el conjunto del sistema sanitario. Quizá, como exponen los profesionales, uno de los puntos sobre los que habría que incidir es la enseñanza: añadir la geriatría en todos los programas de pregrado de medicina y aumentar el número de profesores universitarios de la especialidad es uno de los retos actuales a los que se enfrenta la especialidad.
En su artículo Geriatría en España 2020. Retos principales, el geriatra José Manuel Ribera Casado detalla que “el número de geriatras titulados activos existentes en España sigue siendo escaso. A falta de un censo fiable, es muy improbable, incluso en las hipótesis más optimistas, que lleguen a los 2000. Las plazas MIR convocadas anualmente fueron creciendo entre los años 1985 y 2000, pero se estancaron a partir de las primeras convocatorias del siglo actual. Desde entonces, se mantienen con pocas variaciones entre las 60 y las 70 en las convocatorias de cada año”. Ribera Casado valora que tanto las cifras de plazas convocadas como las de centros con capacidad docente reconocida para formar especialistas “son muy inferiores a las que idealmente serían deseables dada la demografía del país”.
Profundizando más en esta cuestión, la presidenta de la Semeg expone a este periódico la existencia de un “escaso conocimiento de lo que realmente es la geriatría entre los estudiantes de medicina, generando bajo interés y baja demanda, lo que dificulta el crecimiento y expansión de la especialidad”. Neira asevera que “un crecimiento de los especialistas a nivel de todo el territorio nacional y mayor presencia en las universidades determinará un crecimiento en la oferta y en la demanda de plazas de residentes de geriatría”.
A esta escasez de profesionales y la desigualdad territorial respecto a la atención geriátrica, se suma la ausencia de una estructura adecuada que reconozca el papel y la importancia de la figura del geriatra, quien, como recuerdan los profesionales, debe trabajar en red, formando parte de un equipo multidisciplinar que guíe el proceso de atención de la persona mayor o, dicho de otra manera, apuntalando su papel dentro de un organigrama, ya que no siempre lo ha tenido en consideración. La doctora Fernández Letamendi lo explica de esta manera: “Nuestra especialidad es de las denominadas generalistas y mi opinión es que debería estar perfectamente coordinada e integrada con la atención primaria en el paciente frágil –y esto incluye la integración con el medio sociosanitario, como las residencias– y con el resto de pacientes en atención primaria y atención especializada como consultores. Somos esa especialidad que ayuda especialmente en la toma de decisiones y adecuación terapéutica, para no caer en el edadismo”.
Además del evidente desafío de la cobertura asistencial, es decir, que los principales hospitales dispusiesen de un servicio de geriatría como tal, desde el sector recuerdan la decisiva labor de este especialista en el ámbito de la prevención de la dependencia. El abordaje de la cronicidad de manera anticipada ayudaría, además, a reducir los elevados costes que la dependencia acarrea al sistema sanitario.
LA PERSPECTIVA HOLÍSTICA
La escucha, la observación y la empatía son, para la doctora Fernández Letamendi, las principales habilidades que debe reunir un buen geriatra. “Es fundamental –añade la responsable asistencial de la Unidad de Geriatría Hospital Quirónsalud Zaragoza– saber explicar con un lenguaje comprensible para el paciente y su familia la información médica. Crear un clima de confianza, empatía y seguridad conforta mucho al paciente y a su familiar, que normalmente acuden a nuestra unidad tras el paso por varias consultas de otros especialistas. Nuestra herramienta es la valoración geriátrica integral (VGI) sumado a la valoración de síndromes geriátricos, fragilidad y polimedicación. Esto hace que nuestro enfoque se centre en la calidad de vida como eje, lo que se denomina atención centrada en la persona, y eso el paciente y la familia lo valora mucho”.
La VGI es la herramienta empleada por los geriatras para, como explica Marta Neira, “hacer una evaluación individual de cada paciente desde una perspectiva holística en 360 grados. Nos permite conocer el estado de salud, enfermedades, la situación funcional, mental, afectiva, sensorial, social y las expectativas y deseos del paciente. Con toda esta información, diseñamos unos objetivos y un plan de intervención múltiple y adaptado a cada paciente”.
Sobre cuál es el momento recomendable para la intervención del geriatra, Sánchez-Ostiz afirma que cuando “el paciente mayor presenta fragilidad, pluripatologías, deterioro funcional o cognitivo, o cuando su estado de salud requiere un enfoque integral que va más allá del tratamiento de una enfermedad específica”. Una característica de la geriatría que no poseen otras especialidades, añade Fernández Letamendi, es que “nuestro trabajo siempre es multidisciplinar, con todas las dificultades de integración, pero con sus muchísimos beneficios porque la visión es más holística”.
ENFERMERÍA, UN REFERENTE EN EL PROCESO DE CUIDADO
“La enfermera geriátrica está en todas partes”, decía en unas declaraciones Rosa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica (SEEGG), que nació en 1987 para fomentar y defender todos aquellos aspectos relacionados con la enfermería geriátrica.
Esta profesional, decía, está en las residencias, los hospitales, centros de atención diurna, sin embargo, el trabajo que desempeñan no siempre es reconocido dentro del proceso de atención a las personas mayores. “Las enfermeras somos las referentes en cuidar. Somos, por excelencia, las profesionales del cuidado, donde no solo llevamos a cabo planes de cuidado individualizado, sino, además, educación para la salud los hábitos de vida saludable, así como la atención, cuidados y acompañamiento al final de la vida. Aun así, el reconocimiento de las enfermeras de geriatría y a las especialistas de este ámbito, sobre todo a nivel de instituciones publicas y privadas, casi está en el olvido”.
Al respecto de esta, por así decirlo, baja consideración con el trabajo que desempeñan, desde la SEEGG, su presidenta asegura que, en el Proyecto de Ley de Residencias trabajado desde el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, “la figura de la enfermera especialista en geriatría ni se contempla”. Y lo mismo sucede en el anteproyecto de Ley de Dependencia aprobado recientemente, en el que asegura que “queda por ver donde está la relevancia de la enfermera”.
En todo caso, es evidente que la enfermería geriátrica es un pilar fundamental en la atención sanitaria, pero también social, de los mayores. “El cambio de modelo de cuidados, fíjense bien que digo cuidados –puntualiza Martínez–, que ya refleja el Plan de Desinstitucionalización del ministerio, no ha contado para nada con las enfermeras, cuando el cuidado es el objeto de estudio de nuestra ciencia y el profesional que debe garantizar la calidad de los mismos. Todo ello, por supuesto, con el problema que llevamos teniendo en este sector que es la infrafinanciación”.
Martínez cita el informe de 2024 para explicar que se necesitarían al menos 100.000 enfermeras adicionales para que España alcance la ratio promedio de la Unión Europea (UE), una situación que asegura, al ritmo actual de crecimiento, “tardaríamos en alcanzar entre 22 y 29 años”. “Si nos fijamos en la enfermera especialista en geriatría, partimos ya de la base de que uno de los problemas más acuciantes en nuestro sector es la falta de plazas en la formación de enfermería interna residente (EIR) especializada en geriatría. Este hecho dificulta aún más que seamos suficientes en número. A este hecho, se suma la necesidad de un reconocimiento expreso y formal de la figura de la enfermera geriátrica dentro del sistema de salud. Y en el mismo sentido, es imprescindible abordar las condiciones laborales de las enfermeras que trabajan en residencias de mayores”, puntualiza.
En 2007, los representantes de los Estados miembros de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE) definieron la enfermera especialista en enfermería geriátrica como “el profesional que presta atención y cuidados de enfermería a la población anciana, estando capacitada para enseñar, supervisar, investigar, gestionar y liderar los cuidados destinados a este colectivo en situaciones complejas en las que también actúa como asesor en todos los niveles del sistema sociosanitario”. “Esta definición sigue en auge hoy en día y nos permite afirmar que el rol a desempeñar no se fundamenta solo en la atención directa, sino, además, en la coordinación de cuidados y la implementación de estrategias que mejoren la calidad de vida de los mayores”, señala la presidenta de la SEEGG. “Si las instituciones, e incluso el ámbito social, reconocieran el valor de nuestra especialización, nuestra posición dentro del sistema de salud se fortalecería”, concluye.