Construyendo entornos inclusivos: porque la conducción no es una cuestión de edad

Peatón, conductor o pasajero. En cualquiera de estas tres dimensiones, los ciudadanos deben convertirse en piezas que contribuyan, de manera conjunta, a garantizar una movilidad segura para todos. En ese engranaje, y en todos, las personas mayores también desempeñan su papel, un papel que, cuando nos referimos a seguridad vial, suele vincularse legendariamente a un concepto: peligro. Que la edad no condiciona la conducción es una afirmación indiscutible ya que en España no existe un límite de edad para seguir conduciendo, aunque sí matices sobre las circunstancias que atañen a esta materia cuando hablamos de personas mayores.
En febrero de 2022 se modificó la periodicidad con la que los sénior debían renovar su permiso de conducción: si bien es cada diez años, a partir de los 65 esta pasa a ser cada cinco. Además de esta medida, calificada por muchos como un “endurecimiento de los controles a los sénior”, posteriormente, en 2024, la Dirección General de Tráfico implementó otras medidas como exámenes psicofísicos más rigurosos –consistente en pruebas más exhaustivas que evalúan la visión, audición, reflejos y movilidad del conductor, además de un examen médico general–. Desde el organismo mantuvieron, y así sigue actualmente, que estas decisiones están orientadas a garantizar la seguridad vial de los conductores sénior a través de un equilibrio, obviamente, vinculado con su movilidad.
Estos cambios a priori positivos, no fueron, sin embargo, así interpretados por algunos miembros del sector. Fue el caso de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España-UDP, que aludieron a “medidas discriminatorias” que vulneraban los derechos de este colectivo. Así, a través de un manifiesto exigieron a la DGT y al Ministerio del Interior que “reconsiderase y retirase las propuestas edadistas”.
Un año después de que se abriese aquel debate, estamos asistiendo a un escenario semejante, esta vez abierto por la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP), que hizo manifiesta su “preocupación” a raíz del contenido de la Guía de Consejo Sanitario Vial para el conductor mayor y su entorno próximo, publicada recientemente por la DGT, pues aseguran que este documento, “más allá de las buenas intenciones, asume que la edad avanzada constituye por sí sola una condición de riesgo, un planteamiento y enfoque homogeneizador del grupo social de las personas mayores”.
Esta disconformidad del movimiento de asociaciones de mayores más representativo a nivel nacional fue lo que motivó una reciente reunión entre la PMP y la DGT con el objetivo de acordar un marco de cooperación en el desarrollo de la Estrategia de Seguridad Vial para las Personas Mayores.
Desde la PMP consideran positivo que se fomente una cultura de evaluación, diálogo y acompañamiento en torno a la seguridad vial y la conducción, pero siempre recordando que “no todo envejecimiento implica deterioro, ni toda persona mayor representa un riesgo al volante”. Además, insisten en que las realidades de la nueva longevidad atestiguan que, gracias al desarrollo del estado de bienestar, los avances científicos y médicos, así como la mejora sostenida en las condiciones de vida, las personas alcanzan edades cada vez más avanzadas manteniendo su salud, autonomía y capacidades funcionales.
Precisamente, cuando preguntamos a Jesús Norberto Fernández, presidente de la PMP, sobre cuándo debe una persona, entonces, dejar de conducir, aclara que “el proceso debe ser consensuado, informado y supervisado por profesionales, no por juicio familiar. La persona mayor debe ser reconocida como sujeto de derechos. Es clave garantizar alternativas reales de movilidad y medidas de acompañamiento emocional. Se deben facilitar herramientas para la toma de decisiones y animar a seguir prácticas de conducción adaptadas”.
En este sentido, la DGT dispone del recurso didáctico Itinerarios, un manual de actividades para la conducción y la seguridad vial de los mayores que reúne ejercicios y actividades de contenido vial que pueden utilizar los profesionales que trabajan con mayores en el marco de sus programas habituales. Estos recursos –disponibles en la web de la DGT–, a través de la formación en seguridad vial y conducción, pretenden reforzar la movilidad segura de este colectivo.
Por su parte, el director del Instituto Universitario de Investigación en Tráfico y Seguridad Vial (Intras) de la Universitat de València, Francisco Alonso, asegura que “partimos de la premisa de que la Educación Vial está regulada en el ámbito escolar, pero el concepto de educación vial es, y debe ser más extensa y debe darse a lo largo de toda la vida. Ciertamente, los mayores son precisamente uno de esos colectivos en los que la educación vial es una asignatura pendiente, así como existían escasas intervenciones que se realizan en nuestro país de educación vial sobre mayores, estas carecen de la suficiente fundamentación científica, cuando no, de una evaluación seria de su eficacia. A todo ello se añade el hecho de que el entorno del tráfico ha cambiado mucho, convirtiéndose en más complejo y estresante”.
LA MOVILIDAD EN SU SENTIDO MÁS AMPLIO
Según los datos de la DGT, los mayores de 64 años representan el 19,6% de la población española, el 16,5% del censo de conductores y el 26% de los fallecidos en accidente de tráfico, por lo que garantizar la seguridad de este colectivo no puede quedar en un segundo plano. Tanto la DGT como la PMP coinciden en la necesidad de proteger la seguridad vial desde un debate más amplio al de la decisión de abandonar la conducción, donde se aborde la movilidad de forma estructural en términos de accesibilidad, sostenibilidad e inclusión.
En definitiva, una reflexión estructural que abarque el transporte público adaptado, alternativas reales de movilidad en contextos rurales o medidas de acompañamiento emocional cuando las personas abandonan la conducción.
“El reto es concienciar y sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de generar un entorno vial seguro, inclusivo y accesible, fomentando actitudes de respeto, apoyo y adaptación a las necesidades de una población en proceso de envejecimiento. Por lo que se refiere al colectivo de los mayores, se pretende fomentar la reflexión personal sobre las nuevas necesidades que pueden surgir en esta etapa cronológica del ciclo vital, ya sea en su rol como peatón, conductor o pasajero, tomando conciencia de los cambios físicos, sensoriales y cognitivos que pueden afectar su movilidad y seguridad en el tráfico para lograr una circulación más segura y autónoma”, expone a entremayores el director general de Tráfico, Pere Navarro.
La movilidad es un aspecto clave para el envejecimiento activo, la salud y la calidad de vida de las personas mayores. De este análisis se encarga, desde hace tres décadas, el Intras. Alonso explica que “el punto de partida es la constatación de que, a medida que la población europea envejece, la movilidad segura y accesible se convierte en un derecho clave para sostener un envejecimiento activo y saludable (OMS, 2019). Consciente de esa realidad, el Intras ha integrado la variable ‘edad’ en sus líneas de investigación orientada a la intervención, abordándola con equipos interdisciplinares de trabajo. Además, nunca hemos olvidado que las personas mayores son un grupo de riesgo, por los accidentes que sufren, así como son un grupo de usuarios vulnerables, en tanto en cuanto cuando sufren un accidente tienen mayor probabilidad de que las consecuencias sean más graves, todo ello especialmente como peatones”.
UNA RESPONSABILIDAD COLECTIVA
Uno de los puntos más calientes del debate surge al hablar de los permisos de conducir. Desde el Intras, su director asegura que ese es precisamente el mayor reto personal, es decir, “saber reconocer cuándo uno no está para conducir, ya sea por deterioros permanentes o por estados psicofísicos transitorios”. En España, aproximadamente 4,8 millones de personas mayores de 65 años poseen permiso de conducir, lo que representa el 17,5% del total de conductores.
La Guía de Consejo Sanitario Vial para el conductor mayor y su entorno próximo, publicada por la DGT, va más allá del ámbito individual para apelar a la responsabilidad colectiva que genere una cultura de respeto y sensibilización en toda la sociedad para garantizar su inclusión en los espacios públicos y en el tráfico. “Solo mediante un enfoque integral que combine la educación, la adaptación del entorno y la concienciación social se podrá garantizar un entorno seguro, inclusivo y respetuoso para el envejecimiento activo y la movilidad de los mayores”, recogen en el documento de la DGT.
Coincide en ello el movimiento asociativo, pero como advierte Norberto Fernández, “reivindicamos una reflexión estructural sobre la movilidad sostenible, inclusiva y accesible. Esto incluye: alternativas reales de movilidad, especialmente en zonas rurales; inversión en transporte público adaptado; y medidas de acompañamiento emocional. También es crucial reconocer a la persona mayor como sujeto de derechos y asegurar nuestra participación e inclusión en el diseño de guías y políticas”.
Este debate entre la PMP y la DGT refleja, a ojos del director del Intras, “una tensión legítima entre la protección de la seguridad vial y la prevención de la discriminación por edad. Sin embargo, ambas posiciones son más que reconciliables, pues el enfoque científico reconoce que no todo envejecimiento implica deterioro, ni toda persona mayor representa un riesgo al volante”. Para reforzar esta idea, asegura Alonso que la evidencia científica es clara: “La capacidad de conducir no está determinada por la edad cronológica, sino por un conjunto integral de capacidades psicofísicas que incluyen funciones ejecutivas, atención dividida, velocidad de procesamiento y capacidad de toma de decisiones, como siempre hemos defendido nosotros. Al igual que hemos defendido que el proceso de envejecimiento es heterogéneo, y muchas personas mayores mantienen habilidades cognitivas y físicas suficientes para conducir de manera segura hasta edades muy avanzadas”.
Teniendo en cuenta todo ello, Pilar Cervelló, presidenta de Ascreme, recuerda que “las pruebas miden capacidades y, desde luego, no se exige más por ser mayor, ni por ser joven. Puede haber pruebas o valoraciones de ciertos factores de riesgo específicos, pero no solo para mayores. Los profesionales del CRC dirigen la valoración atendiendo a factores de riesgo con prevalencia en determinados grupos de edad. Por ejemplo, en jóvenes se dirige la intervención preventiva hacia consumo de sustancias y conducción. Mientras que en mayores, hacia factores de riesgo con más prevalencia; por ejemplo, glaucoma, degeneración macular o cataratas, que pueden suponer pérdida de capacidad visual”.
En un contexto en el que la UE marca como criterio prioritario en la evaluación de personas conductoras el que no se deba discriminar por edad, lo adecuado sería considerar que estamos frente a recomendaciones orientadas a la prevención, no a la restricción, ni limitación. “Entenderlo como una prohibición es un error. Es una medida por su seguridad y la de los demás”, concluye Cervelló. Y, como destaca el director del Intras, quizá sería interesante dejar de centrar el debate en la conducción, es decir, en si las personas pueden conducir o no, y valorar que estas puedan desplazarse de una forma eficiente, segura y saludable.