martes, 1 julio 2025
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La presbiacusia, sordera por envejecimiento, afecta al 80% de las personas mayores de 75

La principal causa es el daño de las estructuras del oído interno, aunque el deterioro del sistema nervioso central con el paso de los años también provoca problemas auditivos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que unos 360 millones de personas en todo el mundo padecen pérdida de audición discapacitante. Esta puede deberse a causas tan diversas como la genética, a las complicaciones que se puedan producir durante en el parto, a algunas enfermedades de carácter infeccioso, a infecciones crónicas del oído, al empleo de determinados fármacos, a la exposición a un ruido excesivo y, por supuesto, al envejecimiento.
La pérdida progresiva de la capacidad para oír altas frecuencias a causa de la edad se denomina ‘presbiacusia’ y esta, según datos ofrecidos por HM Hospitales, afecta al 80% de las personas mayores de 75 años. Pero, ¿por qué se produce este trastorno? El doctor Juan Lorente Guerrero, jefe de Otorrinolaringología del Hospital Universitario Vall d’Hebron (Barcelona), asegura que “la principal causa es el daño de las estructuras del oído interno”, lo que “afecta a las células ciliadas y a sus movimientos. También se produce un envejecimiento del sistema nervioso central, este también forma parte de la via auditiva y genera problemas auditivos”. Además, añade que “las células ciliadas no presentan prácticamente capacidad de regeneración”. En cuanto a la predisposición a padecer presbiacusia, apunta que el factor genético puede llegar a influir.
Por su parte, la doctora María José Lavilla Martín, presidenta de la Comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), destaca que la mencionada sordera que tiene origen en el oído interno es la más habitual y que se trata de una sordera neurosensorial. “Típicamente comienza de manera muy sutil por las frecuencias agudas y avanza de manera progresiva. Con el tiempo puede llegar a afectar a las frecuencias graves. Generalmente sucede en los dos oídos y es simétrica”, señala.

Revisiones y pruebas
La doctora Lavilla apunta que esta pérdida de audición “conlleva un problema en la comprensión de la palabra y la conversación y esto constituye una disfunción en el individuo, pues le limita e incluso puede conllevar a un deterioro cognitivo si no se actúa”. Por eso insta a los mayores a que acudan a un especialista otorrinolaringólogo “sin esperar, cuanto antes, para realizar las exploraciones oportunas y detectar el problema. Lo realmente importante es la detección precoz”. “Normalmente la pérdida de audición aparece de forma gradual, por lo que algunas personas no son conscientes inmediatamente del cambio. Lo primero que suelen notar es que oyen, pero no entienden. Esto sucede porque en la presbiacusia no se suelen perder todos los sonidos a la vez, se pierden, típicamente, los sonidos agudos, con lo cual, el paciente oye los fonemas graves de las palabras (por ejemplo la vocal ‘a’) pero no oye los fonemas agudos, como la consonante ‘s’ y otras consonantes, que, además de ser agudas, necesitan muy poca intensidad para su emisión”, declara. La doctora Lavilla comenta que esta situación empeora en ambientes de ruido y cuando hablan varios interlocutores a la vez. “Es muy habitual que la persona mayor empiece por no entender la televisión o que la ponga muy alta y que empiece a tener dificultades para hablar por teléfono”, explica. Todo ello, asegura, puede coexistir con la aparición de ruidos o zumbidos en los oídos que, además de ser molestos, interfieren y dificultan aún más la audición.
Con respecto a las pruebas a las que se somete a un paciente con sospecha de sordera, el doctor Lorente explica que, antes de nada, se revisa su historia clínica y que, a continuación, se le somete a una exploración física. Esta incluye inspección de las estructuras del oído externo, otoscopia y acumetría. La doctora Lavilla, por su parte, añade que con la otoscopia se puede comprobar que “no existe cerumen u otras alteraciones que condicionarían el tratamiento y sus posibilidades”. Sin embargo, afirma que “la prueba que mas información nos aporta es la audiometría tonal liminar, donde se estudia el umbral audiométrico de frecuencias especificas (desde 250Hz hasta 8000Hz)”. 
El doctor Lorente indica que también se pueden realizar audiometría tonal supraliminar y audiometría verbal. Esta última, explica la doctora Lavilla, “consiste en contabilizar cuantas palabras de dos sílabas (especialmente elegidas para este fin) es capaz de entender el paciente, sin equivocarse, según la intensidad a las que se emiten. Con ello se evalúa el grado de inteligibilidad que conserva”. 
Según comenta el doctor Lorente, la audiometría es una prueba que requiere de la colaboración del paciente, es decir, que tiene cierto componente subjetivo. En cambio, “se pueden realizar estudios objetivos en determinados pacientes o casos de sordera como potenciales evocados auditivos de tronco cerebral, potenciales evocados auditivos de estado o otoemisiones acústicas”. 

¿Tiene solución?
El jefe de Otorrinolaringología del Hospital Universitario Vall d’Hebron asegura que actualmente no existe un tratamiento curativo para los pacientes con deficit auditivo de origen neurosensorial y que, de momento, tan solo es posible paliar esta situación con un soporte que mejore la función auditiva. Es decir, prótesis auditivas, implantes osteointegrados, implantes de oído medio e implante coclear. Al método elegido, según informa la doctora Lavilla, también será positivo sumarle apoyo y rehabilitación auditiva.
“La elección de estas ayudas tecnológicas, audífonos e implantes cocleares, dependerá del grado de hipoacusia y de la inteligibilidad. En fases iniciales se amplificará la audición con audífonos, pero cuando la sordera sea ya severa o profunda y la inteligibilidad muy deteriorada, el audífono ya no será suficiente y habrá que recurrir al implante coclear”, asegura. Igualmente, señala que es importante detectar estos problemas precozmente, pues “si el paciente espera a recibir la estimulación adecuada mediante la amplificación con el audífono porque ‘todavía se defiende’ o ‘para lo que hay que oír’, se irá alterando la comprensión y la funcionalidad de ese oído y después, será más difícil conseguir resultados óptimos con las ayudas . Cuanto más tiempo se haya tardado en estimular, mayor será el deterioro cognitivo”. “Hay que entender que la ayuda técnica no solo estimula a el oído, sino que también hace que el sistema nervioso central y el cerebro, que es el último receptor de la señal acústica, se mantenga estimulado”, añade. 
Existen varios tipos de audífonos y cada pérdida de audición necesita un tipo concreto. Aún así, la experta asegura que hay algunos tipos que se recomiendan más que otros, “según sean las habilidades del paciente de edad, sobre todo las capacidades visuales y la destreza manual”. Esta explica que hay dos tipos de audífonos. En el primer grupo entrarían los denominados como intracanales, es decir, que van colocados dentro del conducto auditivo externo. En el segundo se sitúan los retroauriculares, que son los que se situan detrás de la oreja. Dentro de los audífonos retroauriculares existen dos variedades: los retroauriculares convencionales y los actuales sistemas Ric (receptor intracanal). Estos últimos son, como indica, “más estéticos”, pues en ellos el micrófono se coloca detrás de la oreja y el auricular dentro del oído, sin ocluirlo.
“En la presbiacusia, por perfil audiométrico de caída de agudos y mejor audición en las frecuencias graves, el audífono más indicado sería el Retroauricular Ric. En aquellos casos de pacientes que tengan exceso de cerumen o aquellos que tengan otros problemas asociados, por ejemplo Alzheimer, demencia vascular, etcétera, aconsejaríamos audífonos retroauriculares convencionales de control automático”, comenta.
“Hay que señalar que aunque los audífonos tienen cada día más prestaciones y posibilidades de conectividad con otros sistemas, muchos pacientes ancianos no necesitan lo más avanzado, e incluso les podrían complicar la vida. Hay que elegir lo que el individuo concreto necesita y se adapta a su estilo de vida”, añade. Finalmente, la experta desaconseja los audífonos intracanales, pues a pesar de que suelen gustar porque no llaman demasiado la atención, “no son los adecuados para amplificar este tipo de pérdida concreta en la que los sonidos graves están bien conservados, pudiendo incluso aturdir tanto que no son tolerados y acaban en el cajón. Además, estos audífonos intracanales tienen piezas tan pequeñas que necesitan practicidad manual y visual que permitan el uso y mantenimiento de los mismos”.
En cuanto a sus recomendaciones en el uso de audífonos declara: “estas personas de edad deben esmerarse en mantener hábitos rutinas, orden y disciplina con sus audífonos, guardarlos siempre en su caja y dejarlos en el mismo sitio. En fin, esmerar las medidas oportunas para no perderlos y llevarse disgustos innecesarios”.

Recomendaciones
El doctor Lorente asegura que “no existe una medicación como tal hasta el momento que esté demostrada que pueda retrasar la sordera adquirida por la edad”, pero que “si son conocidos diferentes factores ambientales, medicamentosos, o sustancias que su evitación favorecería el retraso, aunque es conocido que está influenciado por la genética”. El experto apunta a la contaminación acústica: “la exposición prolongada a ruido ambiente genera una hiperactividad en las células ciliadas, que las acaba dañando y produciendo su mal funcionamiento o muerte celular”. De hecho, señala que la contaminación acústica “es una causa importante de pérdida auditiva actualmente”.
Por su parte, la doctora Lavilla afirma que “las enfermedades cardiovasculares y sus factores de riesgo, como la hipertensión hipercolesterolemia, obesidad y diabetes mellitus, pueden afectar a la audición. El mantenimiento de una buena salud y buenos hábitos, y la realización de ejercicio físico pueden reducir la afectación de la audición en un futuro”. Además, aconseja evitar, en la medida de lo posible, la ingesta de medicamentos de uso cotidiano, que, tomados de manera prolongada, dañan la audición, “como son algún tipo de antiinflamatorios (antiinflamatorios no esteroideos) el paracetamol y la aspirina”. El doctor Lorente apunta a “evitar medicamentos ototóxicos: aminoglucósidos, furosemida, salicilatos y quinina (tónica)”. Así como, no consumir tabaco y alcohol y un “tratamiento adecuado y buen control de enfermedades cardiovasculares: hipertensión arterial, diabetes mellitus, dislipemias”.
Por último, afirma que “a partir de los 50 años, sería recomendable una visita al otorrinolaringólogo para el estudio de la función auditiva”.

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