¿Quién cuida de ellas?
El reclamo por sus derechos que tuvo más repercusión se remonta al siglo XVIII, durante la Revolución Francesa, pero las funciones de la mujer ya habían empezado a cambiar tiempo atrás. Sin profundizar demasiado en el pasado, se podría decir que las mujeres se cansaron de estar representadas por figuras como: prometida, esposa, madre, viuda... Ellas anhelaban la independencia con respecto al hombre y, en consecuencia, ser consideradas en igualdad de opotunidades. Mucho tuvieron que manifestarse y “patalear” para ir consiguiendo parte del espacio que deseaban -todavía queda lucha para rato-. Después llegarían las recompensas: la incorporación al mundo laboral, la igualdad jurídica y otros logros.
El movimiento feminista, en su sentido más amplio, nunca ha abandonado su actividad, pero ahora, siglos después de que se lanzasen aquellos primeros gritos de liberación, las mujeres se hacen fuertes y exigen ser escuchadas, que no se las deje de lado. Ésta es, concretamente, la voz unánime de todas las mujeres, y más en especial, de las mayores.
Las que en su día fueron chicas, y que ahora peinan canas, se enfrentan a situaciones que las convierte, si cabe, en más vulnerables respecto al resto de la sociedad. En primer lugar: ellas son más pobres que los hombres. El hecho de no haber trabajado fuera del espacio doméstico les ha ocasionado percibir las rentas más bajas, de ahí que el mantenimiento del poder adquisitivo de sus pensiones sea, hoy en día, uno de los obstáculos prioritarios que tienen que superar.
Además, el rol de cuidadoras es, también, un lastre que siguen arrastrando las mujeres. La falta de apoyos es, en este caso, el principal problema. Los servicios y prestaciones que se pronosticaron con la puesta en marcha de la Ley de Dependencia deberían materializarse porque solo de esta forma se puede ayudar como es debido a las familias. Pero, por enésima vez, la crisis económica ha caído, como una losa lapidaria, sobre los derechos sociales. Si los mayores de por sí ya son castigados por los recortes y decisiones del Gobierno, las que además son mujeres son víctimas de una penitencia todavía mayor.
La soledad y la protección de la salud son, también, dos puntos en los que coinciden las reclamaciones feministas. Ellas viven más años, pero no mejor, ya que padecen enfermedades más específicas y crónicas, de ahí que precisen una ampliación de la cobertura del derecho a la salud.
Las mujeres demandan, en definitiva, nuevos compromisos que desemboquen en cambios sociales, reales e inmediatos. Ya que ellas contribuyen al bienestar de nuestro entorno social, es de justicia que el entorno responda de la misma forma pero, a la hora de la verdad, ¿quién cuida de ellas?