Con motivo de la celebración del Día Mundial del Alzheimer el 21 de septiembre, la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría (SGXX) recuerda que aproximadamente el 40% de los casos están sin diagnosticar, lo que hace necesario prestar más atención  e instaurar mecanismos de prevención y diagnóstico precoz cuya ausencia están convirtiendo a este tipo de demencia en una auténtica epidemia por su alta incidencia social, no sólo por las personas que la padecen, sino por la afectación en su entorno, en familiares y cuidadores.
En cuanto a la población, según el INE la población gallega está en claro descenso en 2012, pero es cada vez más envejecida. En Galicia residen 2.795.422 gallegos y gallegas (IGE de 2011) de los cuales 629.477 tienen más de 65 años (el 22,5%) y 93.599 más de 85 años (el 3,35%). Es decir, del total de mayores de 65 años, casi el 15 por ciento tiene más de 85 años (el 65% son mujeres) con las consecuencias físicas y funcionales que conlleva dicho envejecimiento.
Respecto a la enfermedad, en 2008 fallecieron en Galicia 625 personas diagnosticadas con Alzheimer, cifra que no es más que la punta del iceberg, ya que los estudios actuales constatan que entre el 6 y el 10% de las personas que superan los 65 años la padecen, lo que supone entre 31.500 y 63.000 personas en Galicia. Una verdadera “epidemia” a la que es necesario prestar más atención, no sólo por mejorar la calidad de vida de los enfermos, sino por las grandes repercusiones en su entorno más inmediato e, indudablemente, sobre la Administración, en cuanto a la provisión de recursos especializados y el coste socioeconómico de la enfermedad.
Teniendo en cuenta el envejecimiento de la población y el previsible incremento de la incidencia y la prevalencia de la enfermedad, aunque existen diferentes iniciativas que tratan de afrontar el problema una vez diagnosticado, se debería incidir a la hora de instaurar más medidas dirigidas a la prevención y al diagnóstico precoz, ya que además de resultar menos costosas, son las que mejor resultado generarían a largo plazo.
Por otro lado, el diagnóstico precoz de la enfermedad en la denominada fase preclínica, cuando se ha iniciado el daño cerebral y antes de que la sintomatología se haga evidente, permitiría planificar a largo plazo tanto la intervención sobre el paciente como el apoyo a la familia. En este sentido, se hace fundamental el papel de los profesionales de atención primaria que, ante cualquier sospecha de alteración de memoria o de otras áreas cognitivas, deberían poner en marcha los protocolos de detección adecuados, sabiendo que un porcentaje elevado de pacientes con deterioro cognitivo leve desarrollarán demencia.
Y es que, diversos estudios aseguran que alrededor del 40% de los enfermos de Alzheimer no están diagnosticados y que en la mayoría de los casos, cuando se obtiene dicho diagnóstico, la enfermedad lleva evolucionando más de un año.
En cuanto a la prevención, aun sin conocer exactamente la causa de la enfermedad, se sabe que existen determinados factores de riesgo y estilos de vida que van a incrementar la posibilidad de padecerla como el tabaco, la vida sedentaria, los trastornos depresivos, la hipertensión arterial, la obesidad y la diabetes. A ello podría añadirse el bajo nivel de instrucción, ya que se ha demostrado que aquellas personas con un mayor nivel educativo afrontan mejor el envejecimiento en base a la denominada “reserva cognitiva”.