Josefa Ros / Investigadora. Especialista en Estudios de Aburrimiento
‘El aburrimiento nos ha parecido un mal menor, como en su momento se nos antojaba la soledad no deseada’
Fue su propia experiencia personal, siendo testigo del envejecimiento de sus abuelos maternos, cuando Josefa Ros decidió especializarse en la cuestión del aburrimiento. Esta investigadora de la Universidad Complutense de Madrid lidera el proyecto Pre-Bored, un estudio destinado a visibilizar el aburrimiento de las personas mayores en los centros, fenómeno al que hasta ahora no se había prestado atención cuando se hablaba de atención a este colectivo y que, sin embargo, interfiere negativamente en su salud y en su calidad de vida

Pregunta: Usted plantea que la falta de variedad, espontaneidad y personalización del ocio en las residencias conducen a la cronificación del aburrimiento de los mayores que viven en estos centros. ¿Por qué cree que nunca se ha prestado atención a este fenómeno?
Respuesta:Muchos me preguntan cómo es posible que los mayores que viven institucionalizados sufran aburrimiento, cuando es bien sabido que desde los centros se programa un horario de actividades para que esto no suceda. En ocasiones, esa es precisamente la causa del problema: la oferta de entretenimiento se repite semana tras semana hasta la saciedad, las opciones no están apenas adaptadas a las distintas capacidades y preferencias de los residentes y el espacio para la sorpresa es prácticamente inexistente. El resultado es la experiencia reiterada de un aburrimiento provocado por la falta de significado de los medios con los que se ocupa el tiempo. Sin embargo, esto no nos ha preocupado demasiado en el pasado, porque en nuestra obsoleta cultura del cuidado hemos dado prioridad a aspectos como la seguridad y la rentabilidad en los centros, obtenidas a través de la instauración de procesos de rutinización y estandarización. Hemos logrado aplicarnos a fondo en lo que respecta a los dolores del cuerpo, olvidando los dolores del alma. Simplemente, el aburrimiento nos ha parecido un mal menor, como en su momento se nos antojaba la soledad no deseada, a la que tanta atención estamos prestando ahora. Por suerte, desde hace algunas décadas, nos estamos empezando a dar cuenta de que de nada sirve mantener la salud física en condiciones óptimas si otros estados psicológicos, como el aburrimiento cronificado, hacen que la vida no merezca la pena ser vivida.
Pregunta: ¿En qué se manifiestan las consecuencias de ese aburrimiento crónico? ¿Cómo repercute en la salud?
Respuesta:El aburrimiento cronificado entra en escena cuando las personas sienten hastío a consecuencia de un entorno que no les estimula correctamente, que no cumple con sus expectativas, y son incapaces de poner en práctica estrategias de huida de dicha fuente de aburrición por razón del contexto mismo. Hablamos de individuos que se aburren, que reconocen la causa de su aburrimiento, que saben qué les gustaría hacer para acabar con el malestar, pero que requieren de quienes les apoyan para alcanzar su objetivo porque se encuentran en situación de dependencia. Cuando el dolor se prolonga en el tiempo indefinidamente, porque los que se aburren no reciben el apoyo que precisan por parte de aquellos de quienes dependen, las consecuencias pueden llegar a ser terribles para la salud física y mental. Lo primero que vamos a presenciar son cambios de humor extremos que se materializan en estados de enfado, irritación, agitación, nerviosismo y frustración. Con el tiempo, estos suelen ir acompañados de reacciones violentas, episodios de agresividad y conductas autolesivas. Este doloroso periplo culmina con el desarrollo de una actitud retrotraída que se manifiesta en el desinterés por la vida residencial y por el mundo exterior, y que nos encamina hacia la soledad e incluso puede suponer el comienzo de una depresión. Algunos estudios han demostrado que el aburrimiento cronificado también da pie a padecer desórdenes del sueño o trastornos alimenticios, así como favorece el decremento de las habilidades cognitivas, la reducción de la movilidad y el aumento de la dependencia.
Pregunta: Entonces, ¿podríamos concluir que esta problemática implica, para los mayores, una merma de su calidad de vida?
Respuesta:Absolutamente. Siguiendo todo lo anterior, es imposible no preocuparse por cómo el aburrimiento cronificado que muchos mayores refieren sufrir en nuestros centros está despojando sus últimos años de vida de sentido. Algunos no entienden por qué han de seguir alargando la agonía o qué finalidad tiene despertarse todas las mañanas. No es de extrañar que haya habido casos de personas mayores que han intentado suicidarse en la residencia porque no soportaban más el aburrimiento ni en lo que su experiencia continua había convertido sus días. Debemos pensar en el aburrimiento como un serio factor de riesgo que pone en peligro su bienestar y el objetivo que nos hemos marcado como sociedad de garantizar el envejecimiento digno.
Pregunta: No hay estudios en España que analicen esta problemática por lo que el proyecto Pre-Bored es una iniciativa pionera. ¿Podría contarnos cómo se desarrolla y en qué momento se encuentra la investigación?
Respuesta:Empecé a gestar Pre-Bored a partir de una experiencia personal, cuando tenía más o menos 20 años. Asistí al proceso de envejecimiento de mis abuelos maternos, uno que mermó sus capacidades físicas y mentales hasta el límite de imposibilitar la permanencia en su propio domicilio. Su institucionalización fue irremediable y tuvo lugar en las peores condiciones imaginables: coaccionados por la circunstancia y sin la más mínima voluntad de seguir viviendo. Aunque mi abuelo vio pronto cumplido su designio de abrazar el final, mi abuela se fue apagando lentamente entre los muros de su prisión. Su lamento más frecuente se quedó grabado a fuego en mi memoria: “¡Me aburro! ¡Me aburro todo el tiempo!”. Enseguida me percaté de que no era la única que sufría aburrimiento constantemente. Cuando decidí especializarme en la cuestión del aburrimiento, no lo hice porque necesitase llegar a un acuerdo con mi propio tedio. Al contrario, fue una reacción frente al hastío ajeno; ese del que algunas personas no pueden desprenderse de ninguna forma por razón de la propia situación que les causa aburrimiento. Dediqué mi Tesis Doctoral a explorar los entresijos del aburrimiento desde una perspectiva multidisciplinar, mi postdoctorado en Harvard a estudiarlo como psicopatología y mi segundo postdoctorado en la Complutense a conocer qué habían dicho los expertos hasta el momento presente sobre la experiencia del aburrimiento en las personas mayores. Como resultado de estos esfuerzos publiqué, entre otros trabajos, ‘La enfermedad del aburrimiento’ (Alianza Editorial, 2022) y un artículo en el que formulaba, basándome en todo el conocimiento recabado, la hipótesis de que el aburrimiento cronificado era un problema de peso en nuestras residencias y planteaba que era necesario examinar en profundidad su alcance y ponerle solución. Entonces diseñé este proyecto que ahora lidero para visibilizar la cuestión, conocer de primera mano la experiencia del aburrimiento en los centros a través de un estudio de campo con el que testar mi hipótesis y, en caso de verse confirmada, crear protocolos de prevención adaptados a las necesidades y recursos de cada institución. Lo presenté a una convocatoria de financiación Marie Skłodowska-Curie del programa de la Unión Europea Horizonte 2020 y conseguí un contrato de investigación de tres años para ponerme manos a la obra. Ahora me encuentro en plena implementación del estudio de campo, visitando a aquellas residencias que voluntariamente deciden abrirme sus puertas para que pueda entrevistar a directivos, trabajadores y mayores y empaparme de su experiencia con el aburrimiento. El periodo de reclutamiento va a permanecer abierto hasta 2024, pues las intervenciones se van desarrollando a demanda, así que animo desde aquí a cualquier centro que esté interesado en formar parte del proyecto Pre-Bored a ponerse en contacto conmigo. Cada residencia es un estudio de caso al que facilito, al finalizar la intervención, un informe del estado de la cuestión, junto con algunas sugerencias de mejora, que la dirección puede utilizar como considere. Al margen de publicar los resultados generales de mi investigación, cuando concluya el proyecto, el objetivo último es conseguir que algunos de aquellos que se hayan unido a la lucha contra el aburrimiento en las residencias se sienten a compartir y a discutir sus impresiones en unas jornadas organizadas por Pre-Bored de las que logremos salir con una hoja de ruta sobre cómo seguir trabajando conjuntamente en la creación de protocolos de prevención del aburrimiento.
Pregunta: ¿Cuáles serían las respuestas más eficaces que podría ofrecer la dirección del centro para hacer frente al aburrimiento?
Respuesta:Una de las conclusiones preliminares a las que he llegado con la puesta en marcha de Pre-Bored es que los centros están faltos de canales de comunicación que faciliten que las personas mayores puedan expresar a la dirección y a los técnicos, libremente y sin miedo a represalias, cómo quieren emplear su tiempo en la residencia. A menudo son los propios centros los que deciden qué actividades ofertar a los residentes, cómo se les permite participar en la vida residencial y de qué manera van a pasar sus días. Estas decisiones, que se toman pensando en el bienestar de los mayores, no siempre se corresponden con sus propias ideas. Es impresionante lo mucho que agradecen el ser preguntados. Se trata de incentivar que sigan decidiendo lo máximo posible sobre cómo quieren vivir, adoptando el personal de los centros la posición del facilitador. Así que la solución para hacer frente al aburrimiento va a pasar previsiblemente por un proceso de empoderamiento de los mayores en las instituciones, un replanteamiento de la cultura del cuidado y la creación de departamentos de comunicación interna. Por supuesto, todo esto no tendrá ningún recorrido a menos que prestemos atención de manera simultánea a otros problemas de sobra conocidos como los que representan las ratios desproporcionadas o la insuficiente financiación pública.
Pregunta: ¿Pueden los mayores “revelarse” y encontrar su propia vía de escape contra el aburrimiento? ¿Qué pautas se les podrían dar?
Respuesta:Los mayores se rebelan contra el aburrimiento en las residencias, de hecho. Para bien o para mal, una forma de hacerlo es mostrando su descontento a través de toda esa ristra de conductas desadaptativas. Sucede especialmente entre quienes viven con altos niveles de dependencia. Sus quejas, en los mejores casos, hacen reaccionar a veces a sus compañeros de cuidado. Otros, los más autónomos, se desentienden de la vida residencial y se pliegan resignados a sus entretenimientos habituales. El problema viene cuando estos comienzan a ser también dependientes y se ven privados de estas distracciones, sin la posibilidad de recurrir a las que ofrece el centro. Si estas personas se sintiesen empoderadas, no tendrían problema en hacer explícitas sus demandas de manera grupal y ejercer la presión necesaria para ser escuchadas. Sin embargo, muchas piensan que lo que resta en la residencia es obedecer. Son los primeros que deben cambiar su forma de entender el paradigma del cuidado actual y despojarse en la medida de lo posible de su actitud pasiva para tomar las riendas del funcionamiento de su casa. Los miembros de un hogar se reúnen para hablar sobre las cosas importantes que les afectan como unidad de convivencia. Esto es lo que hay que interiorizar y es la única manera de canalizar la rebelión frente a las deficiencias de las residencias de manera funcional.
Pregunta: ¿Cómo ha sido la tendencia en otros países?
Respuesta:Estados Unidos es el pionero en este aspecto. Nosotros seguimos a los americanos con bastante diferencia, junto con Francia y Reino Unido. La triste realidad es que lo que hemos elaborado sobre el tema se limita a tres trabajos: un artículo de opinión de 1971, un estudio de 2015, realizado con centros de día, que menciona de forma secundaria el aburrimiento como desencadenante de estados de ansiedad y una Tesis Doctoral de 2016 sobre la satisfacción de los mayores con la vida residencial en la que se reconoce que algunos residentes se aburren porque son reticentes a participar en las actividades del centro. Creo que estos datos hablan por sí solos. La única iniciativa que conozco que realmente pugna por poner freno al aburrimiento de los mayores institucionalizadas sin apelar a fórmulas mágicas, es The Eden Alternative, de origen americano, aunque exportada a decenas de países en todo el mundo. Servidora es una de las responsables de su implantación en España.
Respuesta:Muchos me preguntan cómo es posible que los mayores que viven institucionalizados sufran aburrimiento, cuando es bien sabido que desde los centros se programa un horario de actividades para que esto no suceda. En ocasiones, esa es precisamente la causa del problema: la oferta de entretenimiento se repite semana tras semana hasta la saciedad, las opciones no están apenas adaptadas a las distintas capacidades y preferencias de los residentes y el espacio para la sorpresa es prácticamente inexistente. El resultado es la experiencia reiterada de un aburrimiento provocado por la falta de significado de los medios con los que se ocupa el tiempo. Sin embargo, esto no nos ha preocupado demasiado en el pasado, porque en nuestra obsoleta cultura del cuidado hemos dado prioridad a aspectos como la seguridad y la rentabilidad en los centros, obtenidas a través de la instauración de procesos de rutinización y estandarización. Hemos logrado aplicarnos a fondo en lo que respecta a los dolores del cuerpo, olvidando los dolores del alma. Simplemente, el aburrimiento nos ha parecido un mal menor, como en su momento se nos antojaba la soledad no deseada, a la que tanta atención estamos prestando ahora. Por suerte, desde hace algunas décadas, nos estamos empezando a dar cuenta de que de nada sirve mantener la salud física en condiciones óptimas si otros estados psicológicos, como el aburrimiento cronificado, hacen que la vida no merezca la pena ser vivida.
Pregunta: ¿En qué se manifiestan las consecuencias de ese aburrimiento crónico? ¿Cómo repercute en la salud?
Respuesta:El aburrimiento cronificado entra en escena cuando las personas sienten hastío a consecuencia de un entorno que no les estimula correctamente, que no cumple con sus expectativas, y son incapaces de poner en práctica estrategias de huida de dicha fuente de aburrición por razón del contexto mismo. Hablamos de individuos que se aburren, que reconocen la causa de su aburrimiento, que saben qué les gustaría hacer para acabar con el malestar, pero que requieren de quienes les apoyan para alcanzar su objetivo porque se encuentran en situación de dependencia. Cuando el dolor se prolonga en el tiempo indefinidamente, porque los que se aburren no reciben el apoyo que precisan por parte de aquellos de quienes dependen, las consecuencias pueden llegar a ser terribles para la salud física y mental. Lo primero que vamos a presenciar son cambios de humor extremos que se materializan en estados de enfado, irritación, agitación, nerviosismo y frustración. Con el tiempo, estos suelen ir acompañados de reacciones violentas, episodios de agresividad y conductas autolesivas. Este doloroso periplo culmina con el desarrollo de una actitud retrotraída que se manifiesta en el desinterés por la vida residencial y por el mundo exterior, y que nos encamina hacia la soledad e incluso puede suponer el comienzo de una depresión. Algunos estudios han demostrado que el aburrimiento cronificado también da pie a padecer desórdenes del sueño o trastornos alimenticios, así como favorece el decremento de las habilidades cognitivas, la reducción de la movilidad y el aumento de la dependencia.
Pregunta: Entonces, ¿podríamos concluir que esta problemática implica, para los mayores, una merma de su calidad de vida?
Respuesta:Absolutamente. Siguiendo todo lo anterior, es imposible no preocuparse por cómo el aburrimiento cronificado que muchos mayores refieren sufrir en nuestros centros está despojando sus últimos años de vida de sentido. Algunos no entienden por qué han de seguir alargando la agonía o qué finalidad tiene despertarse todas las mañanas. No es de extrañar que haya habido casos de personas mayores que han intentado suicidarse en la residencia porque no soportaban más el aburrimiento ni en lo que su experiencia continua había convertido sus días. Debemos pensar en el aburrimiento como un serio factor de riesgo que pone en peligro su bienestar y el objetivo que nos hemos marcado como sociedad de garantizar el envejecimiento digno.
Pregunta: No hay estudios en España que analicen esta problemática por lo que el proyecto Pre-Bored es una iniciativa pionera. ¿Podría contarnos cómo se desarrolla y en qué momento se encuentra la investigación?
Respuesta:Empecé a gestar Pre-Bored a partir de una experiencia personal, cuando tenía más o menos 20 años. Asistí al proceso de envejecimiento de mis abuelos maternos, uno que mermó sus capacidades físicas y mentales hasta el límite de imposibilitar la permanencia en su propio domicilio. Su institucionalización fue irremediable y tuvo lugar en las peores condiciones imaginables: coaccionados por la circunstancia y sin la más mínima voluntad de seguir viviendo. Aunque mi abuelo vio pronto cumplido su designio de abrazar el final, mi abuela se fue apagando lentamente entre los muros de su prisión. Su lamento más frecuente se quedó grabado a fuego en mi memoria: “¡Me aburro! ¡Me aburro todo el tiempo!”. Enseguida me percaté de que no era la única que sufría aburrimiento constantemente. Cuando decidí especializarme en la cuestión del aburrimiento, no lo hice porque necesitase llegar a un acuerdo con mi propio tedio. Al contrario, fue una reacción frente al hastío ajeno; ese del que algunas personas no pueden desprenderse de ninguna forma por razón de la propia situación que les causa aburrimiento. Dediqué mi Tesis Doctoral a explorar los entresijos del aburrimiento desde una perspectiva multidisciplinar, mi postdoctorado en Harvard a estudiarlo como psicopatología y mi segundo postdoctorado en la Complutense a conocer qué habían dicho los expertos hasta el momento presente sobre la experiencia del aburrimiento en las personas mayores. Como resultado de estos esfuerzos publiqué, entre otros trabajos, ‘La enfermedad del aburrimiento’ (Alianza Editorial, 2022) y un artículo en el que formulaba, basándome en todo el conocimiento recabado, la hipótesis de que el aburrimiento cronificado era un problema de peso en nuestras residencias y planteaba que era necesario examinar en profundidad su alcance y ponerle solución. Entonces diseñé este proyecto que ahora lidero para visibilizar la cuestión, conocer de primera mano la experiencia del aburrimiento en los centros a través de un estudio de campo con el que testar mi hipótesis y, en caso de verse confirmada, crear protocolos de prevención adaptados a las necesidades y recursos de cada institución. Lo presenté a una convocatoria de financiación Marie Skłodowska-Curie del programa de la Unión Europea Horizonte 2020 y conseguí un contrato de investigación de tres años para ponerme manos a la obra. Ahora me encuentro en plena implementación del estudio de campo, visitando a aquellas residencias que voluntariamente deciden abrirme sus puertas para que pueda entrevistar a directivos, trabajadores y mayores y empaparme de su experiencia con el aburrimiento. El periodo de reclutamiento va a permanecer abierto hasta 2024, pues las intervenciones se van desarrollando a demanda, así que animo desde aquí a cualquier centro que esté interesado en formar parte del proyecto Pre-Bored a ponerse en contacto conmigo. Cada residencia es un estudio de caso al que facilito, al finalizar la intervención, un informe del estado de la cuestión, junto con algunas sugerencias de mejora, que la dirección puede utilizar como considere. Al margen de publicar los resultados generales de mi investigación, cuando concluya el proyecto, el objetivo último es conseguir que algunos de aquellos que se hayan unido a la lucha contra el aburrimiento en las residencias se sienten a compartir y a discutir sus impresiones en unas jornadas organizadas por Pre-Bored de las que logremos salir con una hoja de ruta sobre cómo seguir trabajando conjuntamente en la creación de protocolos de prevención del aburrimiento.
Pregunta: ¿Cuáles serían las respuestas más eficaces que podría ofrecer la dirección del centro para hacer frente al aburrimiento?
Respuesta:Una de las conclusiones preliminares a las que he llegado con la puesta en marcha de Pre-Bored es que los centros están faltos de canales de comunicación que faciliten que las personas mayores puedan expresar a la dirección y a los técnicos, libremente y sin miedo a represalias, cómo quieren emplear su tiempo en la residencia. A menudo son los propios centros los que deciden qué actividades ofertar a los residentes, cómo se les permite participar en la vida residencial y de qué manera van a pasar sus días. Estas decisiones, que se toman pensando en el bienestar de los mayores, no siempre se corresponden con sus propias ideas. Es impresionante lo mucho que agradecen el ser preguntados. Se trata de incentivar que sigan decidiendo lo máximo posible sobre cómo quieren vivir, adoptando el personal de los centros la posición del facilitador. Así que la solución para hacer frente al aburrimiento va a pasar previsiblemente por un proceso de empoderamiento de los mayores en las instituciones, un replanteamiento de la cultura del cuidado y la creación de departamentos de comunicación interna. Por supuesto, todo esto no tendrá ningún recorrido a menos que prestemos atención de manera simultánea a otros problemas de sobra conocidos como los que representan las ratios desproporcionadas o la insuficiente financiación pública.
Pregunta: ¿Pueden los mayores “revelarse” y encontrar su propia vía de escape contra el aburrimiento? ¿Qué pautas se les podrían dar?
Respuesta:Los mayores se rebelan contra el aburrimiento en las residencias, de hecho. Para bien o para mal, una forma de hacerlo es mostrando su descontento a través de toda esa ristra de conductas desadaptativas. Sucede especialmente entre quienes viven con altos niveles de dependencia. Sus quejas, en los mejores casos, hacen reaccionar a veces a sus compañeros de cuidado. Otros, los más autónomos, se desentienden de la vida residencial y se pliegan resignados a sus entretenimientos habituales. El problema viene cuando estos comienzan a ser también dependientes y se ven privados de estas distracciones, sin la posibilidad de recurrir a las que ofrece el centro. Si estas personas se sintiesen empoderadas, no tendrían problema en hacer explícitas sus demandas de manera grupal y ejercer la presión necesaria para ser escuchadas. Sin embargo, muchas piensan que lo que resta en la residencia es obedecer. Son los primeros que deben cambiar su forma de entender el paradigma del cuidado actual y despojarse en la medida de lo posible de su actitud pasiva para tomar las riendas del funcionamiento de su casa. Los miembros de un hogar se reúnen para hablar sobre las cosas importantes que les afectan como unidad de convivencia. Esto es lo que hay que interiorizar y es la única manera de canalizar la rebelión frente a las deficiencias de las residencias de manera funcional.
Pregunta: ¿Cómo ha sido la tendencia en otros países?
Respuesta:Estados Unidos es el pionero en este aspecto. Nosotros seguimos a los americanos con bastante diferencia, junto con Francia y Reino Unido. La triste realidad es que lo que hemos elaborado sobre el tema se limita a tres trabajos: un artículo de opinión de 1971, un estudio de 2015, realizado con centros de día, que menciona de forma secundaria el aburrimiento como desencadenante de estados de ansiedad y una Tesis Doctoral de 2016 sobre la satisfacción de los mayores con la vida residencial en la que se reconoce que algunos residentes se aburren porque son reticentes a participar en las actividades del centro. Creo que estos datos hablan por sí solos. La única iniciativa que conozco que realmente pugna por poner freno al aburrimiento de los mayores institucionalizadas sin apelar a fórmulas mágicas, es The Eden Alternative, de origen americano, aunque exportada a decenas de países en todo el mundo. Servidora es una de las responsables de su implantación en España.