miércoles, 22 enero 2025
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Antonella Sudassasi Furnis – Directora de ‘Memorias de un cuerpo que arde’

Antonella Sudassasi: “Tendemos a ver a nuestras abuelas como seres que cuidan, que están para los demás, seres que ya vivieron”

'Memorias de un cuerpo que arde' es uno de los documentales nominados a los premios Goya como Mejor película Iberoamericana y se estrena en España el próximo 21 de febrero. El film, a través del relato de tres mujeres mayores criadas en un contexto religioso represivo y conservador en Costa Rica, aborda un tema todavía tabú como la sexualidad femenina y retrata el sentir de toda una generación que, ahora en su vejez, se percibe más libre que nunca

PREGUNTA.- Memorias de un cuerpo que arde ha recibido el reconocimiento de varios festivales europeos, ganando, por ejemplo, la Sección Panorama-Premio del Público en la Berlinale, y consiguiendo una nominación a los premios Forqué (como Mejor Película Latinoamericana del Año); y a los Premios Goya 2025 –en la categoría Mejor película iberoamericana–, segunda nominación tras El despertar de las hormigas, en 2019. ¿Qué suponen para usted y para la pequeña, pero pujante industria cinematográfica costarricense estos reconocimientos?

RESPUESTA.- Primero, es un honor que reconozcan el trabajo del equipo y, obviamente, también a nivel de país, porque esta es la segunda nominación y nunca se había llegado a estos espacios tan importantes.

Además, esto también genera un impacto positivo en la industria, porque Implica que nuestro cine se está viendo y está alcanzando espacios cada vez más relevantes. No obstante, la industria costarricense sigue siendo muy pequeña. Digamos que sigue costando amplificar los alcances que tiene la película, porque cuesta mucho que la gente se entere de que todo esto está pasando.

Competimos con otras industrias que tienen toda una maquinaria de promoción más grande y nosotros terminamos siendo como una especie de underdog [película que no parte como favorita]. De alguna forma, nos colamos entre películas bastante importantes.

P.- Le escuché decir en una entrevista que, cuando empezó a estudiar cinematografía, en Costa Rica se habían hecho tan solo una decena de películas en toda su historia. Ahora, esa es la producción anual. De alguna manera, ¿están empezando a despegar?

R.- Sí, es una industria que ha logrado crecer inesperadamente porque sus películas se hacen con muy poco. Los presupuestos que manejamos acá suelen ser muchísimo menores a los que se suele manejar en otros lugares. Contamos con un pequeño fondo nacional que es realmente pequeño, inclusive si lo comparas con industrias cercanas a la región como Panamá, República Dominicana o Colombia. Sin embargo, con ese poquito hemos logrado estar en los espacios más importantes.

Recuerdo que cuando estrené El despertar de las hormigas, otras cuatro películas de Costa Rica (dirigidas por mujeres cineastas) estuvieron en los espacios más importantes: una en Berlín, otra en Cannes, otra estuvo en IFA y otra en Sitges. El poco cine que hacemos ha logrado salir y representar al país en espacios relevantes de la industria.

P.- Memorias de un cuerpo que arde es una coproducción entre Costa Rica y España, y se estrena en los cines españoles el próximo 21 de febrero. No obstante, ya han realizado algunos pases en nuestro país. ¿Cómo ha acogido el público español el metraje?

R.- Tuvimos el estreno en el Festival de Cine de Huelva, donde ganamos el premio a Mejor dirección. Fue muy lindo porque ahí sí que fue a verla el público, porque los pases que hemos hecho hasta el momento en España han sido más para la industria. El Festival de Huelva particularmente tiene un público de nicho, que va a ver absolutamente todas las películas. Eso me encantó porque, además, eran, por lo general, mujeres mayores.

Creo que esta película habla de una experiencia vital similar, con independencia del contexto en el que te hayas criado. Es por esto que Memorias de un cuerpo que arde haya funcionado con distintos públicos, desde Berlín, Francia o Corea del Sur, donde ha ganado el premio del público.

Al principio pensaba que iba a ser una película muy local, muy costarricense, porque eran historias de mujeres de Costa Rica que se criaron en un contexto religioso bastante conservador, pero parece que resuena en otros lugares y tenemos muchísimas ganas de poder compartirlo con el público español para saber si esas historias son también cercanas y producen la misma empatía.

P.- Como dices, la cinta cuenta una historia que se siente universal o, cuando menos, común a otros muchos lugares del mundo. ¿Cree que, aunque la protagonizan mujeres mayores, pueden verse reflejadas también las más jóvenes?

R.- Me ha sorprendido muchísimo la reacción de las mujeres más jóvenes. Alguna chica, tras ver la película, se acercó a mí para decirme: acabo de sanar el vínculo con mi abuela.

Yo siempre he juzgado mucho a mi abuela por no haberse permitido reinventar su vida. A pesar de que se divorció de joven y de poder haber estado con más gente o rehacer su vida, siempre la he juzgado. Sin embargo, esta película también me ha dado luz sobre lo que ella pudo haber vivido y la forma en la que pudo haber entendido su sexualidad, su vida como mujer, sus obligaciones, sus expectativas… y realmente me ha ayudado también a mí a sanarlo.

Esa reacción del público joven ha sido muy linda, porque precisamente son las que más conmovidas salen del cine. Son historias que quizás nuestras abuelas nunca nos contaron. No sé cómo será en España y tengo mucha curiosidad por comprobar si ese diálogo intergeneracional es más abierto que acá. En Costa Rica, y sé que en muchos otros países donde he estado es igual, muy pocas veces nos cuestionamos cómo pudo haber sido la vida para nuestras abuelas. Lo suponemos, damos por sentado que eran tiempos más conservadores, pero desconocemos los detalles de lo que pudieron haber vivido y creo que esta película te permite comprenderlas.

P.- Memorias de un cuerpo que arde habla, a través de las voces de tres mujeres mayores, de cómo toda una generación fue descubriendo la sexualidad, desde la infancia a la edad adulta, y también de cómo la disfrutan ahora, desmontando el mito de que la sexualidad desaparece a ciertas edades. ¿Nos sigue ruborizando el erotismo en la vejez?

R.- Sí, creo que sigue siendo un tabú, cuesta mucho hablar de estos temas. Tendemos a ver a nuestras abuelas –y cuando digo abuelas me refiero a las mujeres mayores en general, porque sé que no todas fueron abuelas– como seres que cuidan, que están para los demás, seres que ya vivieron. No les damos su espacio y creo que, como sociedad, juzgamos un poco a aquellas que se permiten reinventarse, vivir, experimentar, etcétera.

Tenemos que desmitificar esta imagen definitivamente y creo que la película aporta algo en ese sentido: al mostrar a mujeres que se permiten salir, ligar a través de Facebook, ¿qué sé yo? Para mí también fue un descubrimiento. Yo me acuerdo cuando mi abuela cumplió 65 años y de aquellas se percibía muchísimo más mayor de lo que se percibe hoy una mujer de esa edad. Las rutinas, las dinámicas, las interacciones sociales van cambiando y, obviamente, también la sexualidad y cómo se vive tiene que ir cambiando.

Hace poco me interesé por cuáles serían las tendencias en literatura para este año y vi que la menopausia sería uno de los temas súper importantes que más se tratarían este año. Aunque no lo creamos, siguen siendo temas de los que no se ha hablado y hasta desde el punto de vista médico no se han contemplado como algo importante a investigar. Todavía está pendiente generar diálogo alrededor de estos temas que afectan a las mujeres.

P.- La actriz Sol Carballo encarna, en un solo personaje, las historias que relatan estas tres mujeres, como si se tratase la vivencia de una sola. ¿Fue precisamente por ser un tema tabú, en el que sus protagonistas mantienen el anonimato, que tuviste que darle una vuelta creativa, en lo formal, al género documental?

R.- En realidad, yo empecé muy ingenuamente hablando con mi abuela, tratando de entender su vida y cómo pudo haber sido la vida de mi otra abuela. Digo ingenuamente porque no sabía qué esperar. Mi abuela ya estaba muy mayor, así que no pude seguir profundizando con ella y quise ampliar el diálogo a otras mujeres.

Cuando empecé a hablar con estas otras mujeres, de inmediato me pidieron el anonimato. No es algo que yo les ofreciese, sino que me lo pidieron porque todavía sigue siendo tabú hablar de estos temas y porque posiblemente les podían generar pudor si sus familiares se enteraban. Además, hablar de la violencia que vivieron, por ejemplo, es un tema delicado porque el abuelo de la familia, los nietos o las hijas están vivos… entonces, ante esta situación, tuve que resolver qué es lo que el espectador iba a ver en la pantalla.

Obviamente, pude haber hecho cualquier cosa, pero a mí la película me pedía ver esas imágenes del cuerpo, de las arrugas… y decidí trabajar con actrices para interpretar sus recuerdos, sus memorias. Precisamente, por esa necesidad de sentir y ver en la piel, en el cuerpo, esas experiencias que habían vivido.

P.- Los papeles para las mujeres mayores son muchas veces relegados a personajes secundarios. Además, pareciera que sus cuerpos, a determinada edad, dejan de ser deseables, apartándolas de los papeles románticos que siguen ocupando los hombres. ¿El cine se ha quedado rezagado en los prejuicios de otros tiempos?

R.- Definitivamente, ha habido un cambio. Creo que a partir del #MeToo, las cosas también empezaron a cambiar para las mujeres mayores.

¿Cuántas películas hemos visto donde la madre de la actriz principal, que tiene 25 años, tiene unos 40 años porque parece ser el límite antes de dejar de ser apetecible sexualmente? Realmente, antes había dinámicas que ni siquiera nos cuestionábamos, como esos casting, porque jamás se podía presentar un cuerpo viejo, aburrido (lo digo entre comillas) y con canas.

Esto ha ido cambiando y se ha ido visibilizando. Se han empezado a contar historias para personas mayores con personas mayores. Sigue habiendo un ‘bache’ ahí, porque sigue habiendo muchas exigencias, particularmente hacia las actrices mujeres, de cómo tienen que ser una mujer. Tanto es así que, en este momento, todas las mujeres mayores de Hollywood se ven impecables, sin arrugas, sin canas… absolutamente nada. Siento que hay una especie de pavor o temor al envejecimiento. Existe una obsesión por la juventud eterna y cuesta mucho ver ese cuerpo que envejece y, especialmente, el de la mujer.

Desafortunadamente, no se juzga igual el envejecimiento para el hombre y para la mujer. El envejecimiento no se considera algo bello y Memorias de un cuerpo que arde también quería dignificar ese cuerpo que envejece de alguna forma y mostrarlo a la gente.

P.- En la actualidad, hay más voces femeninas dentro de la industria, más mujeres directoras, guionistas… ¿cree que eso puede estar influyendo en este cambio del que habla?

R.- Sin duda alguna. Cuanta más pluralidad de voces haya contando historias, más probabilidad habrá de que se cuenten historias más diversas. Es algo básico y lógico, pero que generalmente no nos habíamos cuestionado.

Las historias que estamos acostumbradas a consumir son historias contadas por hombres blancos heterosexuales y claramente algunos temas no son una prioridad. Ahora que hay más diversidad, ahora que más mujeres de diferentes lugares, de diversos contextos, estratos sociales… están contando historias –también en cuestión de género (hombres, mujeres, personas trans, no binarias)– hay también mucho más interés en su pluralidad.

No obstante, lo contradictorio es que en las grandes industrias como Hollywood hay una menor diversidad de historias. Estamos hasta arriba de remakes y sin embargo se siguen haciendo porque es lo que genera dinero. Así que toda esa diversidad de historias de las que hablamos se ven relegadas a ciertos espacios y festivales, que no logran permear en las grandes audiencias.

P.- Su película muestra los roles sexuales reservados para la mujer: siempre plegadas a los deseos del hombre, mientras reprimen los suyos propios. Precisamente, por esa represión que han sufrido en el pasado, las mujeres de su película se sienten más libres que nunca en su vejez. ¿Se trata de una película optimista a pesar de todo?

R.- Creo que sí. Una de las cosas que me sorprendió más positivamente de la película fue encontrarme con esa capacidad de sobrellevar y sobrevivir y, además, de vivir. Para mí fue muy fuerte hacer la película y comprobarlo. Soy la primera espectadora de la película, porque fui la que empezó hablando con estas mujeres y la que se encontró con estas historias. Tenía una idea inicial de lo que iba a ser la película, que era hablar sobre la sexualidad en la vida adulta en la actualidad, pero no pude obviar ese pasado, porque ellas mismas tenían esa necesidad de contar eso que habían vivido.

Entonces, Memorias de un cuerpo que arde se convirtió más bien en un film de memorias, en una película para dar voz a estas mujeres que nunca habían hablado de estos temas y que tenían esa necesidad urgente de hablar.

A pesar de todo ese pasado conservador, cargado de frustración, de ira, de violencia, también hay mucha luz en la película, muchísima luz. Las historias se cuentan con humor, recordándolas más como un cuento que se narra, que desde un lugar de victimización. Dicen: era lo que vivíamos, pero ahora no hay mejor momento en mi vida que este. Se han reinventado en la adultez.

Creo que es hermosísima esa ligereza con la que cuentan las historias, con las que ahondan en su propia vida, en sus memorias, en sus vivencias… y lo hacen simplemente para recordarlas, para no olvidar y para verlas como un paso más en esa construcción de su identidad, de su sexualidad, y cómo la pueden abordar y vivir ahora en la edad adulta.

Solemos pensar que a partir de cierta edad ya hicimos lo que teníamos que hacer y para mí, como mujer joven, es esperanzador ver a estas mujeres empoderadas queriendo hacer planes, proyectos y construir y reconstruir una vida nueva.

P.- ¿Qué les dirías a nuestros lectores para que vayan a ver Memorias de un cuerpo que arde?

R.- Les diría que vayan a ver la película porque les puede resonar muchísimo en su interior, ya sea porque conocieron historias similares o porque las vivieron. Pero, sobre todo, les diría que la vayan a verla con sus nietas, con sus hijas, porque creo que Memorias de un cuerpo que arde es una película que nos permite tener un diálogo que quizás no hemos tenido nunca y abrir una puerta a conversaciones que son fundamentales tener, porque creo que hablar de esos temas es absolutamente necesario para el crecimiento de todas.

Por otro lado, siempre hablo de “todas”, pero también es hermoso cuando los hombres van a ver la película y reconocen esas vivencias. Es cierto que el metraje trata las historias de estas mujeres, pero también toda esa frustración, ese conservadurismo, esa negación del placer, del deseo, que también vivieron ellos. Seguro que Memorias de un cuerpo que arde logra generar un diálogo, así que vayan a verla, si pueden, con amigas y amigos, con sus hijas, hijos, nietas o nietos.

P.- Aunque sé que estáis en plena promoción de Memorias de un cuerpo que arde, ¿me puede contar algo del siguiente proyecto en el que ya está trabajando?

R.- Sí, ya estamos desarrollando una película que escribo y produzco. Se llama Monstruos, y es un film que dirige Malvique Cortés, y en el que desarrolla una historia inspirada, digamos, en partes o escenas de su vida. Se trata de su primera película y estamos muy emocionados. También va a ser una coproducción española, ya recibimos el fondo de Ibermedia Eco Desarrollo y el fondo local para hacerla, así que estamos manos a la obra.

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Horacio R. Maseda
Horacio R. Masedahttps://entremayores.es/
Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información empresarial de entremayores y la edición de Euskadi.

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