martes, 14 enero 2025
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Identifican tres perfiles psicológicos que podrían determinar la evolución de la salud mental en el envejecimiento

Un estudio de la Universidad de Barcelona y del Institut Guttmann abre nuevas vías para diseñar estrategias de prevención personalizadas contra el deterioro cognitivo y el neurológico

Un estudio internacional que ha identificado tres perfiles psicológicos relacionados con distintos patrones de deterioro cognitivo y cerebral en el envejecimiento –liderado por David Bartrés-Faz, investigador de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud y del Instituto de Neurociencias (UBneuro) de la UB– ha sido publicado en la revista Nature Mental Health. La investigación, que ha analizado a más de mil personas adultas de mediana edad y personas mayores, muestra que las características psicológicas específicas de cada perfil podrían influir en el riesgo de desarrollar demencia, así como en aspectos como la velocidad de deterioro cerebral y la calidad del sueño. Esta iniciativa del Institut Guttmann busca conocer y entender cómo podemos mantener la salud del cerebro a lo largo del tiempo. Los hallazgos abren nuevas perspectivas para el diseño de estrategias de prevención más personalizadas.

Según el equipo investigador, los resultados subrayan “la necesidad de realizar evaluaciones psicológicas integrales de los pacientes para identificar los diferentes perfiles psicológicos y, así, permitir implementar estrategias de cambio de comportamiento más específicas y adaptadas a cada individuo”.

EL ESTUDIO

Investigaciones recientes han detectado características psicológicas que pueden asociarse a un aumento del riesgo o de la protección contra el deterioro cognitivo, la neurodegeneración y la demencia clínica. Por ejemplo, el hecho de tener pensamientos negativos repetitivos, la tendencia a experimentar angustia y el estrés percibido se asocian con mayor riesgo, mientras que tener un sentido de propósito vital o la autorreflexión serían factores de protección frente a este declive.

En este estudio, elaborado a partir del análisis de los datos de más de 1.000 personas voluntarias de la Barcelona Brain Health Initiative (BBHI) –en la que Barres-Faz es el investigador principal– y del estudio internacional Medit-Ageing, el equipo investigador examinó si estos factores —de protección y de riesgo— se combinan en perfiles psicológicos similares en dos cohortes independientes, con personas adultas de mediana edad y personas mayores sin deterioro cognitivo. Bartrés-Faz destaca que “hasta ahora, los factores psicológicos de riesgo y protección se han examinado casi exclusivamente de forma independiente: este enfoque es limitador, ya que las características psicológicas no existen de forma aislada”.

David Bartrés-Faz, investigador principal del estudio.

A continuación, se analizó cómo la pertenencia a cada uno de estos perfiles se relaciona con indicadores de salud mental, cognición, estilo de vida e integridad cerebral —medida mediante el grosor cortical—, así como con la evolución cognitiva y de la atrofia cerebral a lo largo del tiempo. “El objetivo ha sido dilucidar cómo se relacionan diversas combinaciones de características psicológicas con la salud mental, cognitiva y cerebral”, explica el experto de la Universidad de Barcelona y del Institut Guttmann, miembro también del miembro del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS).

RESULTADOS

Los resultados muestran que tener un perfil psicológico “bien equilibrado”, con factores de protección moderadamente altos y factores de riesgo moderadamente bajos, se relaciona con una mejor salud cognitiva y mental en todos los indicadores medidos. “Estas asociaciones se observaron en todas las franjas de edad estudiadas, lo que refuerza la relevancia de considerar el equilibrio de una amplia gama de aspectos psicológicos como determinantes de la salud mental, cognitiva y cerebral en la edad adulta y en la edad avanzada”, señala Bartrés-Faz.

Por otro lado, un perfil psicológico con bajos niveles de características protectoras —como el sentido de propósito vital, la extraversión o la apertura a nuevas experiencias— se relacionó con una peor cognición (especialmente, en las personas mayores), una atrofia cerebral más acentuada (ya observable en adultos de mediana edad) y una menor adherencia a estilos de vida saludable.

Por último, el tercer perfil identificado, caracterizado por altos niveles de rasgos psicológicos negativos o de riesgo, como una propensión elevada a la angustia y pensamientos negativos, “puede aumentar el riesgo de deterioro cognitivo y demencia a través de una vía psicoafectiva, que incluye la expresión de síntomas como la depresión, la ansiedad, quejas cognitivas, soledad y trastornos del sueño”, afirma el investigador.

FUTURAS INTERVENCIONES

Los resultados, una vez que se hayan validado mediante estudios con mayores muestras, podrían tener implicaciones importantes para la creación de futuras intervenciones preventivas diseñadas para modificar factores psicológicos y estilos de vida. “Por ejemplo, las personas con rasgos compatibles con el perfil psicológico con bajos niveles de factores protectores podrían beneficiarse más de terapias psicológicas que incluyan la identificación o reidentificación de comportamientos valiosos y propósitos vitales, como la terapia de aceptación y compromiso”, apunta Bartrés-Faz. “En cambio, las personas que cumplan los criterios del tercer perfil identificado podrían tener mejor respuesta a las terapias dirigidas a reducir los síntomas relacionados con la angustia, que también han demostrado recientemente que conllevan un beneficio potencial”, continúa el investigador.

En este sentido, el artículo subraya la importancia de llevar a cabo “evaluaciones psicológicas integrales, que incluyan el análisis de factores tanto de riesgo como de protección, para poder estimar de manera más precisa el perfil de riesgo de cada persona”.

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