lunes, 17 marzo 2025
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Alimentar el cuerpo y la salud

La vejez lleva aparejada una serie de cambios biológicos, psicológicos y emocionales que afectan a la alimentación. No prestar atención a estos factores puede derivar en situaciones de malnutrición, un problema que en España afecta a casi la mitad de los mayores
Seguir una correcta alimentación es importante en todas las etapas de la vida pero, al alcanzar la vejez, es fundamental mantener un buen estado nutricional, algo que no siempre se produce. Es frecuente que las personas mayores registren problemas de nutrición (ya sean éstos por desnutrición o por obesidad). Esto es así porque el propio envejecimiento lleva aparejados cambios biológicos, psicológicos y emocionales que pueden afectar a lo que se come, porque se producen modificaciones en los hábitos alimentarios y, también, porque el aprovechamiento orgánico de los nutrientes ingeridos es diferente al que se tiene a edades más tempranas.
En general, cuando una persona se hace mayor, masticar se puede volver una tarea más complicada porque los problemas dentales y de encías comienzan a ser más acusados. Además, la vista, el gusto y el olfato disminuyen, lo que interfiere en la detección de sabores y puede comportar modificaciones en los hábitos alimentarios. También se produce un cambio en la motilidad del tubo digestivo (esto genera más estreñimiento, sensación temprana de saciedad y digestiones más lentas), la alteración de algunas hormonas que regulan el apetito y una disminución del gasto energético, es decir, una menor necesidad de ingesta calórica.
Por su parte, ciertos factores psicológicos y sociales del envejecimiento pueden jugar un papel negativo sobre el estado nutricional del mayor. Los expertos incluyen aquí factores como la pérdida de poder adquisitivo asociada a la jubilación, la soledad, la viudedad, la falta de adaptación a los cambios propios del envejecimiento y una capacidad funcional mucho menor que dificulta desplazamientos e incluso actividades que antes costaban menos esfuerzo, como preparar la comida. En el libro "Importancia de la nutrición en la persona de edad avanzada", la doctora Mercè Capo Pallàs explica que "es fácil que en estas condiciones los alimentos se compren en función de su precio, de la sencillez de su preparación y del tiempo de conservación, y no en función de sus cualidades nutricionales. Todo ello explica que en esta etapa se elaboren dietas monótonas y desequilibradas en lugar de dietas variadas y completas".

Amistades peligrosas
Por si fuera poco, a todos estos factores se les une la habitual presencia de pluripatologías y polimedicación, factores que también suelen tener consecuencias directas sobre la alimentación.
En este sentido, destacan las enfermedades crónicas, que "son una faena", resume el doctor Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria. "Una enfermedad crónica generalmente induce el deterioro de otro grupo funcional y, por tanto, genera necesidades especiales desde el punto de vista nutricional: o consumen más determinados tipos de alimentos o metabolizan peor determinados tipos de nutrientes", explica. 
Además, los fármacos con los que se tratan estas patologías pueden acarrear efectos secundarios que afectan a la ingesta espontánea de alimentos, así como descompensaciones o carencias en ciertos nutrientes.

Malnutrición
En definitiva, es habitual que los mayores modifiquen sus comportamientos alimentarios a partir de circunstancias propias de la edad pero, precisamente a causa de éstas, se generan nuevas necesidades que requieren de atención para evitar la malnutrición.
En España, casi la mitad de los mayores se encuentren en esta situación. Así, el último estudio Plenufar (Plan de Educación Nutricional por el Farmacéutico: Educación Nutricional a las Personas Mayores), realizado por el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos en 2006 y último estudio que analiza el estado nutricional de los mayores de 65 años, reveló que el 3,8% de los ciudadanos de esta franja de edad presentaba desnutrición y que el 22% se hallaba en riesgo de padecerla. Del otro lado de la balanza, la cifra de mayores con obesidad ascendía al 29,8%.
Geriatras y especialistas en nutrición apelan a la prevención como arma para evitar que se produzca  esta situación y a un mayor seguimiento de los mayores individualizando su dieta. En esta línea, el doctor Aranceta propone, por un lado, instaurar mecanismos preventivos "es decir, prepararnos para el envejecimiento, la jubilación, etcétera, como muy tarde a partir de los 50 años" y, por otra, "una consulta dietética anual para cada persona mayor, porque un profesional podría detectar qué necesidades específicas tiene y recomendar un tratamiento que, al cabo de un año, debe ser revisado, pues las circunstacias pueden haber cambiado".
Según el presidente de la Senc, lo ideal es ajustar el modo de vida de estas personas -a pesar de que no siempre es fácil que un anciano que lleva décadas siguiendo las mismas costumbres las cambie de pronto-, pautándoles una estructura alimentaria, enseñándoles cómo cumplimentar sus carencias nutricionales, y prescribiéndoles ejercicio físico en función de las circunstancias de cada uno.

>> La pirámide nutricional de los mayores

>> Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (Senc): 'Los mayores no deben estar muy delgados ni tampoco tener sobrepeso'

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Redacción EM
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Información elaborada por el equipo de redacción.

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