Un nuevo escándalo finaciero sacude el bolsillo de los españoles
Lo primero que debemos dejar claro es en qué consisten las participaciones preferentes perpetuas, un producto híbrido, a caballo entre acciones y renta fija, no cubiertas por el Fondo de Garantía de Depósitos por lo que, en caso de quiebra del banco o caja -una situación que ha dejado de ser improbable para convertirse en algo que puede pasar en cualquier momento- el cliente perdería toda su inversión. Todo esto, explicado en la conocida y temida letra pequeña que nadie acierta a entender y que por si acaso, nadie se atreve a explicar.
Así que cuando todos pensábamos que en España habíamos aprendido a no invertir nuestro dinero en productos de rentabilidad sospechosa -recordemos las pérdidas, disgustos y manifestaciones ciudadanas que ocasionaron las conocidas estafas de Fórum Filatélico, los bonos de Nueva Rumasa que se pagaban al 10% o el caso Madoff- la realidad nos ha vuelto a convertir en víctimas de las argucias del sector financiero y ha demostrado que no acabamos de ser conscientes de que nadie vende duros a cuatro pesetas. Llegados a este punto, y en el intento de analizar qué ha podido pasar, sólo nos quedan dos opciones: deducir que los españoles sólo nos movemos por avaricia y que el desconocimiento del mundo financiero nos convierte en seres ingenuos, frágiles y fáciles de encandilar por “amigos” que se mueven sólo por directrices, dejando a un lado los valores éticos que deben tener todos los profesionales, independientemente del sector en el que trabajen. ¿En qué pensarían cuando vendían estos productos a personas mayores de 65 años a sabiendas de que jugarían con los ahorros de toda su vida, y con la tranquilidad de su jubilación tras pasar toda la vida trabajando? Muchos de los afectados se justifican en su amistad con el director del banco o caja que le vendió el producto y la mayoría han destacado su bajo nivel de conocimiento sobre el producto que estaban adquiriendo. Los mandados comerciales se los presentaban como una inversión rentable, recuperable y de grandes beneficios... y los timados, claro está, no dudaban en dejarse llevar sólo por ganar unas perrillas más. En fin, cuestión de tener principios, o de no tenerlos. Aunque lo cierto es que los “mandamás” deben de estar satisfechos ante la labor realizada por sus secuaces pues, a día de hoy, han conseguido colocar en el mercado 11.300 millones de euros que los inversores podrán recuperar en el año 9000 o, con suerte, en diciembre de 3000.
Ahora, tras estallar el escándalo, son muchos los afectados que, cansados de reclamar a quien le vendió las participaciones preferentes perpetuas a sabiendas de que era un producto tóxico, han emprendido una batalla contra la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), contra el Banco de España y, sobre todo, contra los políticos, a los que acusan de no intervenir ante este tipo de fraudes. Sin embargo, debemos recordar que la propia CNMV publicó sucesivos avisos sobre los riesgos de este producto, al igual que lo hizo en numerosas ocasiones con las famosas participaciones en Nueva Rumasa.
El futuro para los compradores de este producto es bastante desalentador y tiene sólo dos caminos posibles: seguir cobrando puntualmente los intereses que su dinero genere, pero sin disponer del capital; o vender las participaciones en un mercado secundario, aunque con la que está cayendo esta idea se torna bastante difícil.
Dicen que la unión hace la fuerza, por ello, a todos los que han sido víctimas de este tipo de engaños, se les recomienda dar a conocer su caso, reunirse y asesorarse con asociaciones como Adicae y hablar con otras personas que están pasando por la misma situación.
Para todos aquellos que han tenido la suerte de no caer en este tipo de fraudes, se les aconseja tener mucho cuidado, asesorarse con un experto antes de firmar ningún papel y olvidarse de que los directores, gerentes e interventores son sus amigos y velan por sus intereses. Éstos sólo piensan en salvaguardar los suyos propios, defendiendo sus puestos de trabajo y obedeciendo las directrices que les dictan desde arriba. En los últimos tiempos hemos sido víctimas de múltiples engaños, esperemos que, por fin, éste sea el último.