lunes, 13 enero 2025
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EDITORIAL

Si de injusticias hablamos…

Las cajas de ahorros españolas destinaron en el último ejercicio a Obra Social 1.125 millones de euros. Así lo hizo público la Confederación Española de Cajas de Ahorros (Ceca) este verano.
Las cajas de ahorros españolas destinaron en el último ejercicio a Obra Social 1.125 millones de euros. Así lo hizo público la Confederación Española de Cajas de Ahorros (Ceca) este verano. Desde luego, una cantidad nada despreciable, 489 millones de ellos se destinaron a acciones de índole social y sanitaria, las cuales beneficiaron a 23 millones y medio de usuarios acumulados. Pero la Ceca también explicó que, en realidad, la inversión global en la sociedad disminuyó un 23,1% con respecto a 2010. Y esto responde a una caída de beneficios consecuencia de la crisis. Hasta aquí todo sería normal... Pero claro, estando las cosas como están, aquí salta la duda. ¿En los contratos blindados de sus máximos consejeros de estas entidades figuraba alguna cláusula sobre la influencia de una merma de beneficios en sus propios sueldos? A la vista está que no. Muchos de ellos, que a lo largo del año han saltado a las portadas de los medios, tenían suscritas ganancias exorbitantes por su gestión, independientemente de los resultados obtenidos durante su práctica. Nadie puede cuestionar que cualquier fondo que se invierte en la sociedad es bien recibido. Nadie puede obligar a que una empresa, de naturaleza privada, no decida dedicar grandes cantidades de sus inversiones al sueldo de sus directivos -aunque podría, como se ha hecho, poner un límite, a poder ser un poco más reducido que el techo fijado por el Gobierno de Rajoy-. Pero lo que nadie puede negar es que a un mal trabajo, sobre todo si incide en los demás, debería tener alguna consecuencia más allá que un titular. Porque el sistema bancario, con sus decisiones, sus insidiosos desconocimientos o sus desmanes han sacudido los cimientos de nuestro Estado. Porque sus errores ahora los pagaremos todos sin posibilidad de “evasión”. Y los grandes banqueros, muchos de ellos causantes o cómplices de tener que acudir a un rescate financiero -con el beneplácito de la corruptela de distintos mandatos políticos-, se están yendo de rositas. Y ahí es donde la duda se engrandece. Porque la justicia terrenal, tal vez incapaz de baremar tanto despropósito o tanta inmoralidad por parte de estos directivos bancarios ha decidido dejar pasar o incluso indultar en espera de que la justicia divina rinda cuentas con ellos.
Si de injusticias hablamos la del futuro de los jóvenes no se queda atrás. Son la generación mejor formada de nuestra historia y se enfrentan al peor futuro que se podría prever. Con un paro que ha superado el 25% por primera vez en nuestro país, los datos no son nada halagüeños sobre su porvenir. Nuestra juventud, si nada lo remedia, no tendrá muchas oportunidades de poder demostrar su talento y su formación, más bien se verán abocados a compartir esa solidaridad intergeneracional que tanto se ha prodigado este año pero a la inversa porque sus predecesores parecen ser los únicos con un colchón un poco más holgado para poder contribuir a su supervivencia. Y es que contra todo pronóstico, las personas mayores se han convertido en los sostenedores de la sociedad. Su pensión, cada vez más mermada, eso sí, está sirviendo para que las familias puedan mantenerse, aunque a duras penas, eso también. Esto es, sin duda, una de las grandes injusticias a las que hemos llegado. Nuestros mayores han nacido en la cultura del ahorro y aunque han visto y experimentado un crecimiento exponencial de nuestro país, siempre se han mantenido alerta por la inconsistencia de esta nueva forma de vivir. Quién no ha   oído alguna vez que este ritmo de vida no se podía sostener, en línea con los abuelos sorianos que “predijeron la crisis”... Y ahora, viven ese mal presagio en sus carnes o en la de sus hijos, que es peor. Y en lugar de decidir qué destino escoger de los viajes del Imserso se plantean a cuál de sus allegados ayudar a pasar el mes...
Qué injusto es que en el año europeo dedicado al envejecimiento activo, más que las iniciativas puestas en marcha hacia ellos -que todas han sido bienvenidas- haya cobrado una especial relevancia su papel protagonista en el sostenimiento económico de nuestra sociedad. Y en línea con esta idea, qué pena que en este año y viendo la previsión del envejecimiento poblacional que nos sobrevendrá en breve -algunos estudios hablan de que dentro de diez años, una decena de personas en activo tendrán que cotizar para sostener a seis pasivos-, no se hayan puesto firmemente en pie compromisos políticos que puedan afrontar este gran reto...
Si de años europeos hablamos, esperemos que el que llega, el dedicado a la ciudadanía y la democracia participativa pueda cumplir con sus expectativas que como señala la Unión Europea es que “los europeos, y en especial los jóvenes, conozcan sus derechos y la mejor forma de disfrutar de ellos”. Lo deseable, más que saber cuáles son, sería que puedan ejercerlos...
Así que llegados a este punto no sé si desear que “nos quedemos como estamos” porque las previsiones de futuro apuntan a que recortes más universales y agudos centrarán la agenda de 2013. En todo caso, ¡feliz año para todos!

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