viernes, 17 enero 2025
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Público y privado, ‘éste es el comienzo de una gran amistad’

Todos los perfiles profesionales del ámbito sociosanitaro se han afamado, en los últimos años, en perseguir un camino concreto, aquel que conduzca a la colaboración público-privada. Como se dice coloquialmente, parece que el sector se “apeó de la burra” y entendió el hecho evidente de que, sumando esfuerzos, es más fácil alcanzar nuestros objetivos. Si la finalidad es la misma: garantizar a los ciudadanos una atención de calidad, ¿por qué no hacerlo unidos y coordinados? Pues sí, esa reflexión ha calado hondo y, hoy por hoy, la colaboración público-privada no es un anhelo, sino una realidad.
La primera evidencia de que  esta coordinación existe, y que está de moda, la encontramos en un hecho aparentemente insignificante, y es que ya hay una nomenclatura en inglés para designar esta colaboración. Y cuando eso pasa, queramos admitirlo o no, el asunto adquiere una mayor magnitud. Los expertos en la materia se refieren, y en mayúsculas, a la Public Private Partnership (PPP), sin duda un concepto que semeja ser más relevante, e impone más, que el término en castellano. Incluso van más allá y ya se están estableciendo modelos dentro de la propia PPP con estrategias para alcanzar la interacción entre las partes, para la búsqueda de sinergias, para el intercambio de conocimientos... Todo un complejo mundo de tecnicismos se abre tras el doble binomio público-privado y social-sanitario.
En cualquier caso, sea cual sea el nombre para designarla, esta colaboración persigue, en primer lugar, complementar las fortalezas del contrario. Es decir, desde “lo sanitario” buscan en “lo social” aquello que les haga reducir costes y que les permita completar sus recursos (aquello, en resumen, que les permita alcanzar la sostenibilidad del sistema); y, a la inversa, “lo social” persigue un incremento de sus recursos y la eficiencia de los mismos (esto es, tratan por todos los medios de sobrevivir). Hasta ahí, todo parece perfecto. Uno quiere lo que le falta al otro y, como en las mejores relaciones de pareja en las que los polos opuestos se atraen, ambas partes comenzaron un idílico romance hasta afianzarse en el denominado sector sociosanitario.
Delimitado el escenario (la suma del ámbito social y del ámbito sanitario), ¿qué pasa con el sector privado y el sector público?
La crisis, esta terrible crisis económica que ha arruinado a muchas empresas privadas y ha endeudado hasta las cejas a numerosas administraciones públicas, ha sido el detonante para que ambos frentes decidiesen unir sus energías (las pocas que van quedando) y ponerse a trabajar por el bienestar de los ciudadanos.
Es de justicia decir que las administraciones públicas se han hecho de rogar ante las continuas y desesperadas llamadas de atención de los empresarios, y han ido escurriendo el bulto como han podido. Sin embargo, parece que se van percatando del poder que tiene el sector privado, ya que sólo ellos pueden proporcionarles retorno económico y, además, crear esos puestos de empleo que tanta falta hacen en España.
Admitido el hecho de que ambas partes se necesitan mutuamente, la PPP se ha puesto de moda y se ha convertido en el eje central de congresos, mesas de debate,  desayunos de trabajo, jornadas científicas y de más reuniones de los agentes implicados. La mayoría ven en esta colaboración la clave para que el sistema de la dependencia se mantenga en pie y, por lo tanto, para que los ciudadanos no acaben desamparados y las plazas residenciales y de centros de día, vacías. Establecida la  teoría, sólo queda que se lleve a la práctica y que estas buenas intenciones no se queden en el papel.
No hay nada que perder pero, entre todos, tenemos mucho por ganar.

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