EDITORIAL
La palabra de moda
La Covid-19 ha modificado para siempre nuestras vidas y no nos ha quedado más remedio que adecuarnos a la nueva realidad [...]
La Covid-19 ha modificado para siempre nuestras vidas y no nos ha quedado más remedio que adecuarnos a la nueva realidad.
Seguro que ya han escuchado la palabra de moda, resiliencia, que ahora aparece hasta en el plan de recuperación que propone el Gobierno para los próximos tres años, y que no es otra cosa que la capacidad de adaptación ante una situación adversa.
Adaptación o resiliencia, llámenlo como quieran. Solo hay que atender, por ejemplo, al informe que acaban de publicar cinco universidades públicas españolas en el que se analiza el impacto de la pandemia en más de 60 municipios. Señala que los centros de servicios sociales han tenido que reorganizar por completo su forma de trabajar, atendiendo a los usuarios por vía telefónica, email e incluso Whatsapp. “La atención presencial –indica–, fundamental para desarrollar estrategias integrales de ayuda, solo se ha podido mantener en casos de extrema emergencia”.
Cada día se hace más evidente que esta situación de excepcionalidad ha venido para quedarse, o que nos acompañará durante al menos seis meses más, que es el tiempo que se ha extendido el nuevo estado de alarma aprobado en el Parlamento. Ese es el mismo plazo que marcan los científicos para empezar a superar esta segunda ola, a la que haremos frente, esta vez, con medidas de restricción por territorios (dependiendo de la situación epidemiológica de cada comunidad), haciendo malabares entre los criterios sanitarios y económicos, y con un toque de queda con el que frenar el trasiego nocturno y reducir los contagios.
En este contexto, todos los ámbitos –desde el político hasta el laboral, el económico o el cultural–, han tenido que aclimatarse a la nueva normalidad y, sobre todo, ha tenido que hacerlo uno tan sensible como es el sector sociosanitario.
No hace falta que mencionemos todas las medidas de seguridad e higiene que han implementado los centros sanitarios y residenciales desde la irrupción de la crisis para darnos cuenta de que la adaptación (o resiliencia) ha sido total.
Se nota incluso en el circuito de congresos y jornadas que organizan las distintas entidades y asociaciones a lo largo del año. Noviembre, sin ir más lejos, suele ser un mes estrella en este tipo de eventos y, aunque su volumen ha disminuido considerablemente (en noviembre de 2019 nuestra agenda registró casi 40 encuentros, muy por encima de los 12 de este año en el mismo mes), el sector ha conseguido reorganizarse para seguir celebrando sus reuniones a través de las redes. Cada vez son más habituales los llamados webinar, seminarios online en los que los expertos pueden seguir tratando los temas más importantes relacionados con la atención sociosanitaria. Ni siquiera el coronavirus ha detenido esta transmisión de ideas y de experiencias entre entidades.
La telemedicina se está imponiendo en la oferta privada, cada vez con más herramientas para controlar la salud de sus pacientes a distancia, como las videoconsultas, evitando, en la medida de lo posible, la atención directa.
Además, estamos viendo cómo las instituciones públicas y las empresas privadas están acelerando la implantación de nuevas tecnologías en los servicios que prestan a los senior. Se palpa, por ejemplo, en la teleasistencia avanzada –tienen un reportaje extenso en este mismo número–, cuya evolución tecnológica y digitalización abre un mundo de posibilidades de atención, también en el abordaje de problemáticas como la soledad, para lograr una mayor permanencia en el hogar o para mejorar la autonomía personal.
El país se está adaptando, no le queda otra. Lo demuestra el despegue del teletrabajo, que ahora incluso cuenta con una ley que lo respalda. Lo observamos en la subida de las compras por Internet, en el auge de la formación online e incluso en la virtualización de nuestras relaciones sociales.
Adaptación o resiliencia, llámenlo como quieran, pero esa será la clave.