EDITORIAL
La importancia de incluir en vez de excluir
Hace décadas que este fenómeno no existía [...] pero, las personas con discapacidad, como todas las personas, también envejecen
Es innegable, y por ello no vamos a redundar al respecto, que la población española está envejeciendo. Es una buena noticia, sin duda, porque supone que la calidad de vida es cada vez mejor pero, más allá del envejecimiento activo y saludable, desde esta cabecera estamos comprometidos con un tercer concepto: el envejecimiento positivo.
Según los datos recogidos por el Imserso en las comunidades autónomas –correspondientes a 2015–, en España viven 268.633 personas con alguna discapacidad intelectual reconocida e, interpretando esas cifras, se observa que 22.000 son mayores de 65 años, es decir, un 8,17% del total. No es, obviamente, un porcentaje abrumador pero sí lo suficientemente importante como para ser tenido en consideración.
Hace décadas que este fenómeno no existía o cuanto menos era poco frecuente, precisamente por esa peor calidad de vida. Pero ahora sí, las personas con discapacidad, como todas las personas, también envejecen. En líneas generales seguimos asistiendo a una tendencia en la que los mayores y la discapacidad parecen dos “colectivos” distintos. ¡Y qué gran error! Quizá sea hora de acostumbrarnos a que envejecer con éxito –en todas sus vertientes– debe ser un derecho de todos los ciudadanos, sin expeción.
Lamentablemente la discapacidad sigue conllevando, en algunos esferas de la vida, una cierta asociación con estereotipos negativos, pero es de justicia reconocer que estos van desapareciendo en pro de la consolidación de un término en clave positiva: la inclusión.
Hablar de inclusión es ayudar a romper con todas aquellas concepciones negativas y tener en cuenta que la discapacidad existe, también en la edad avanzada.
Ello implica una inclusión en su sentido más amplio, es decir, en los ámbitos social, económico, político, cultural y, por supuesto, laboral. En este punto, desde entremayores queremos insistir en que la única forma de inclusión en el plano laboral es gestionar personas y adaptar los equipos, es decir, considerar todas las capacidades y promover la participación de todas las personas.
El Grupo de Trabajo de Envejecimiento Activo del Cermi propuso, en 2012, en un documento sobre “Innovación social en discapacidad”, la necesidad de “extender entre las personas con discapacidad mayores una cultura activa de derechos humanos como enfoque prioritario sobre la discapacidad, de modo que asuman con plenitud una firme conciencia de dignidad personal que les lleve a empoderarse y tomar todas las decisiones y elecciones sobre proyecto vital, previniendo y combatiendo por sí mismos las violaciones de derechos que puedan amenazar su inclusión en la comunidad”. Desde entremayores no solo estamos de acuerdo con esta propuesta, sino que nos parece el punto de partida excelente para empezar a hablar de incluir en vez de excluir.
Según los datos recogidos por el Imserso en las comunidades autónomas –correspondientes a 2015–, en España viven 268.633 personas con alguna discapacidad intelectual reconocida e, interpretando esas cifras, se observa que 22.000 son mayores de 65 años, es decir, un 8,17% del total. No es, obviamente, un porcentaje abrumador pero sí lo suficientemente importante como para ser tenido en consideración.
Hace décadas que este fenómeno no existía o cuanto menos era poco frecuente, precisamente por esa peor calidad de vida. Pero ahora sí, las personas con discapacidad, como todas las personas, también envejecen. En líneas generales seguimos asistiendo a una tendencia en la que los mayores y la discapacidad parecen dos “colectivos” distintos. ¡Y qué gran error! Quizá sea hora de acostumbrarnos a que envejecer con éxito –en todas sus vertientes– debe ser un derecho de todos los ciudadanos, sin expeción.
Lamentablemente la discapacidad sigue conllevando, en algunos esferas de la vida, una cierta asociación con estereotipos negativos, pero es de justicia reconocer que estos van desapareciendo en pro de la consolidación de un término en clave positiva: la inclusión.
Hablar de inclusión es ayudar a romper con todas aquellas concepciones negativas y tener en cuenta que la discapacidad existe, también en la edad avanzada.
Ello implica una inclusión en su sentido más amplio, es decir, en los ámbitos social, económico, político, cultural y, por supuesto, laboral. En este punto, desde entremayores queremos insistir en que la única forma de inclusión en el plano laboral es gestionar personas y adaptar los equipos, es decir, considerar todas las capacidades y promover la participación de todas las personas.
El Grupo de Trabajo de Envejecimiento Activo del Cermi propuso, en 2012, en un documento sobre “Innovación social en discapacidad”, la necesidad de “extender entre las personas con discapacidad mayores una cultura activa de derechos humanos como enfoque prioritario sobre la discapacidad, de modo que asuman con plenitud una firme conciencia de dignidad personal que les lleve a empoderarse y tomar todas las decisiones y elecciones sobre proyecto vital, previniendo y combatiendo por sí mismos las violaciones de derechos que puedan amenazar su inclusión en la comunidad”. Desde entremayores no solo estamos de acuerdo con esta propuesta, sino que nos parece el punto de partida excelente para empezar a hablar de incluir en vez de excluir.