Teresa Cabezón / Responsable de Fundación Verisure y del Proyecto Desoledad
Teresa Cabezón: “Nos posicionamos al lado de las personas mayores desde la escucha activa”
Pregunta.- Verisure es una fundación muy joven, pues nació en 2024, pero que sin embargo se ha marcado un reto ambicioso, como es construir un marco de protección para las personas más vulnerables y su entorno. ¿Podría hablarnos en detalle de esta misión que guía la labor de la fundación?
Respuesta.- Fundación Verisure nació con un propósito claro: proteger a las personas más vulnerables y su entorno. Nuestra misión se apoya en tres pilares fundamentales: prevención, acompañamiento y sensibilización. Trabajamos con colectivos que enfrentan grandes retos –infancia y jóvenes en entornos desfavorecidos, mujeres víctimas de violencia de género y personas mayores vulnerables, especialmente aquellas que sufren soledad no deseada–. Queremos ser más que observadores: aspiramos a ser un actor activo en la solución de problemas sociales, impulsando proyectos que mejoren la calidad de vida y refuercen el bienestar emocional, social y digital. Nuestro objetivo es generar impacto real, con iniciativas que combinen innovación, escucha y colaboración para construir comunidades más seguras y humanas.
P.- Ayudar a las personas mayores vulnerables es una parte de vuestro compromiso. ¿Cuáles son las acciones que definen esta ayuda que brindan a los sénior?
R.- Nos posicionamos al lado de las personas mayores desde la escucha activa y la acción concreta. Creemos que las soluciones más efectivas se diseñan con ellas, no para ellas. Por eso impulsamos iniciativas que devuelvan compañía, propósito y autonomía: programas de acompañamiento emocional, actividades de socialización y proyectos que fomentan la participación comunitaria. Además, trabajamos para reducir la brecha digital, porque la tecnología puede ser una herramienta poderosa si se usa con pedagogía y accesibilidad. Queremos que los mayores se sientan seguros y conectados, no aislados. Y en esta línea nace Desoledad, nuestro proyecto enfocado en la soledad no deseada en personas mayores. Una palabra nueva que significa mucho más: es un espacio vivo y colaborativo que nos ayudará a todos –sociedad, instituciones y empresas– a responder a este problema con soluciones innovadoras y sostenibles.
R.- Desoledad es nuestro proyecto para comprender y reducir la soledad no deseada en personas mayores. Es una propuesta transformadora: un espacio vivo y colaborativo que nos permitirá pasar del conocimiento a la acción. El primer fruto de este proyecto ha sido el Informe Desoledad 2025, presentado en octubre, que nos ha dado una visión profunda sobre la magnitud y las causas de esta problemática. Con este aprendizaje, damos el siguiente paso: la creación de un Comité de Expertos, formado por referentes en los ámbitos social, psicológico, sanitario y comunitario, y que además está trabajando para aportar diversidad en perspectivas y experiencias. Este comité está integrado por Benigno Lacort (CEO y fundador de Senior Economy Forum), Albert Quiles (director de Relaciones Institucionales en Amigos de los Mayores), Paula Oviedo (CEO de Cruzando Caminos), Manuela Lucio, exprofesora, Rodrigo Hernández (director de Protección Senior) y yo misma, como responsable de Fundación Verisure. Su rol será aportar conocimiento especializado, validar hallazgos y proponer acciones con impacto real. Queremos que Desoledad sea un motor de cambio, sumando conocimiento, innovación y colaboración para que nadie se sienta solo.
P.- ¿Cuáles fueron las circunstancias que, desde la fundación, les motivaron para centrar un proyecto en la lucha contra la soledad?
R.- Detectamos que la soledad no deseada es uno de los problemas más graves que afecta a la salud física y emocional de las personas mayores. Las cifras son alarmantes y, tras escuchar a expertos y entidades sociales, entendimos que era urgente actuar. Además, es un problema tan presente en nuestro día a día que se ha vuelto invisible: muchas veces no lo vemos, no lo nombramos y, por tanto, no lo abordamos. A esto se suma que quienes lo sufren, en muchas ocasiones, no lo verbalizan. Existe un tabú, un cierto estigma, porque parece que reconocer la soledad no deseada es admitir un fracaso personal. Queremos contribuir a romper ese silencio y cambiar esta realidad con datos, innovación y colaboración, visibilizando la soledad no deseada y ofreciendo soluciones que devuelvan compañía, propósito y bienestar.
P.- ¿Qué pasos creen desde la fundación que hay que dar para cambiar esta mirada que existe sobre la soledad de los mayores?
R.- Para cambiar la mirada sobre la soledad en las personas mayores, creemos que hay que dar pasos claros y sostenidos. Primero, visibilizar el problema y romper estigmas: la soledad no deseada no es una elección, es una situación que puede prevenirse. Hoy sigue siendo invisible y, además, rodeada de tabú: muchas personas no lo verbalizan porque existe la percepción de que estar solo es un fracaso personal. Segundo, crear redes comunitarias que integren a los mayores en la vida social y digital, fomentando espacios donde se sientan útiles y conectados. Tercero, impulsar políticas públicas y alianzas que prioricen la prevención y el acompañamiento, porque este reto no se resuelve en solitario: requiere colaboración entre instituciones, empresas y ciudadanía. En definitiva, se trata de pasar de la indiferencia a la acción, construyendo una sociedad que valore la compañía como un derecho y no como un privilegio.
P.- ¿Es la prevención, en su opinión, la clave para poder hacer frente a este fenómeno?
R.- Sin duda, la prevención es clave. Implica actuar antes de que la soledad se cronifique, identificando señales tempranas, ofreciendo espacios de socialización y garantizando el acceso a herramientas digitales que faciliten la conexión con familiares y servicios. Pero también debemos ser realistas: la soledad no deseada es una realidad en la vida de muchas personas mayores y está entre nosotros. Por eso, además de prevenir, tenemos que ofrecer un camino de salida a quienes ya la sufren. Porque la soledad no deseada no es irreversible: se puede cambiar, tiene solución. Con proyectos como Desoledad, buscamos precisamente eso: prevenir, acompañar y generar oportunidades para que nadie se quede atrapado en el aislamiento.
P.- Por otro lado, la fundación asume el compromiso de facilitar la inclusión laboral del colectivo sénior que lleve largos periodos de tiempo desempleado. ¿Cómo impulsan la formación de los mayores?
R.- Dentro de nuestro proyecto ‘Educar para proteger’, contamos con diferentes programas orientados a mejorar la empleabilidad del colectivo sénior. Uno de ellos es Reinicia, que desarrollamos junto a Fundación Quiero Trabajo. Este programa está diseñado para acompañar a personas mayores de 50 años que llevan largos periodos desempleadas, ofreciéndoles herramientas para recuperar confianza, actualizar competencias y afrontar con éxito procesos de selección. Incluye itinerarios formativos, talleres prácticos y mentorías individuales sobre inteligencia emocional, definición de objetivos, marca personal y preparación para entrevistas, todo ello con el apoyo de profesionales de Securitas Direct y Verisure a través de nuestro programa de voluntariado corporativo. Además, organizamos de forma frecuente sesiones específicas para reducir la brecha digital, enseñando a usar herramientas tecnológicas, plataformas de búsqueda de empleo, elaboración de CV, preparación de una entrevista… Nuestro objetivo es que el talento sénior se sienta preparado, conectado y valorado, porque su experiencia no es pasado, es presente y futuro.
P.- En esta apuesta por el talento sénior, ¿de qué manera se debería gestionar para que se pueda eliminar, también, el edadismo que sigue existiendo en este ámbito?
R.- Eliminar el edadismo requiere un cambio profundo en la forma en que entendemos el talento. El primer paso es cambiar la narrativa: el talento sénior aporta experiencia, compromiso y conocimiento que son esenciales para cualquier organización. Las empresas y corporaciones ya están dando pasos importantes en esta dirección, adoptando políticas inclusivas, fomentando la diversidad generacional y ofreciendo oportunidades de formación continua. Pero aún queda camino por recorrer: debemos seguir revisando procesos de selección, evitando sesgos y promoviendo entornos donde la colaboración entre generaciones sea vista como una ventaja competitiva. Además, es clave visibilizar referentes sénior y normalizar su presencia en proyectos estratégicos. Combatir el edadismo no es solo justicia social, es apostar por una sociedad más innovadora y equilibrada.
