viernes, 2 mayo 2025
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‘Recognes’, ¡viva Forges!

Humildad, genialidad, dignidad, complicidad, empatía con los colectivos frágiles, explotados, discriminados y con las situaciones injustas e inmorales. Retratista de la sociedad española de los últimos 60 años. Así fue y será Forges, el genial autor que dibujaba “en serio”
Frases sentencia como “recognes” o “xastamente”; artilugios tipo la “tablet azada” de  “azadon.com”; el imperio del refajo, el mandil a cuadros o la pañoleta de serie y doble nudo forman parte ya de un universo que, a base de humildad, genialidad, dignidad, complicidad y mucha empatía con los colectivos frágiles, explotados, discriminados y las situaciones injustas e inmorales, ha logrado retratar de manera inefable la sociedad española de los últimos 60 años. Así era Forges. Así fue y será, por su perpetua vigencia, la magia visual de este genial autor que dibujaba “en serio”

Ya desde pequeño, Forges tuvo claro que quería ser un “dibujante original” y “dibujar en serio” tal y como le dijo a su padre, una vez que le anunció que deseaba convertirse en humorista gráfico. La comprensión y respeto de su familia por su decisión y por un oficio que, en aquellos tiempos debía ser, cuando menos, mal visto, seguro que tuvo que influir, muy positivamente, en su trayectoria. A la vista está. No en vano, Antonio Fraguas “Forges” lo consiguió. Y así lo hizo. Serio e íntegro. No solo ha sido un dibujante que lograba la sonrisa a diario de todo el país al que quería y regañaba por igual, a modo de padre responsable y auténtico, sino que se convirtió también en psicólogo, confesor, cómplice, denunciante combativo, ácido, cariñoso y afable a la vez de las inmoralidades, injusticias, corruptelas políticas de todo tipo y, a la vez, tutor, maestro cariñoso, afable y, especialmente, esperanzador ante las crisis de cualquier tipo. 

El hecho de que la frase, “se ha ido cuando más lo necesitábamos”, se haya convertido en proclama generalizada tras su fallecimiento el 22 de febrero, lo confirma. Por eso lo echarán de menos, sonriendo con su recuerdo, a la vez que tristes, sobre todo, las personas mayores, las personas pensionistas y jubiladas, las mujeres mayores del mundo rural, los funcionarios y trabajadores explotados, el mundo de la cultura, el arte, la educación y la enseñanza; profesionales periodistas; el mundo bohemio... Y es que Forges supo reirse, irónica, dulce y ácidamente al mismo tiempo, de las personas y de la sociedad. Pero de ellas, sino con ellas. 

Nadie como él supo ponerse, con indescriptible mezcla de respeto, cariño, lamento, crítica y esperanza a las injusticias sociales, a las asignaturas pendientes de la historia, a los homenajes que no se debían olvidar y, todo en la magia y la aparente sencillez de un trazo, en una ironía, en una hilaridad básica aparentemente sabia en su simplicidad y en la virtud de conferir esperanza con la dificilísima tarea de reise de todo. También de arrancar a todo el mundo una sonrisa, porque, no hay que olvidarlo, sus personajes subían al mayor de los cielos desde el frío, el hambre, el pluriempleo, la desigualdad, la explotación laboral, la resignación de las trabas a la búsqueda de la cultura, el amor, el bienestar y la más pura felicidad, que, como sus dibujos, con cuatro narices grandes, ojos saltones, mucha calva, pañoleta y azadas, forjaban universos con final feliz para quien supiera leer entre líneas. 

Así, le ha regalado al país que tanto quiso personajes como Mariano, el burgués frustado, sobre el que existe una curiosa anécdota: dejó de utilizarlo cuando Mariano Rajoy llegó a presidente, para que no se identifcara con él; las mujeres mayores del pueblo que se suman a la informática y a la actualidad, a su manera y con su idiosincracia; el funcionariado; el jefe explotador; la ama de casa explotada; los polícos corruptos; la persona pretensora de ventanilla; el eterno y descolgado “cierra bares”; el matrimonio que charla en la cama; los naufragos recalcitrantes; becarios y becarias matratados y eternizados en su puesto…

Pero Forges también aportaba a sus trazos la connivencia por la lucha, templada, serena, justa, equilibrada y humana, por los placeres sencillos o màs naturales de la vida y, sobre todo, por los derechos básicos, universales e inquebrantables. No en vano las personas mayores, especialmente las mujeres, sobre todo las del rural español, eran su vehículo de protesta ingenua, idealista y risueña. Forges sabía dar portazos a situaciones para las que daba alternativas abriendo otras. “Yo proclamo”, como decía uno de sus personajes. Dada la elegancia, la discreción y la moral que transmitía Forges en sus viñetas y que, sin duda, extendió a su persona, poco se habló públicamente de su lucha particular que lo tenía ocupado en los últimos años por una injusticia respecto a su pensión. Paradojas de la vida moderna, diría alguno de sus “calvorotas” o las inquebrantables “marujas” (con todo el respeto del mundo) del rural.

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