Pregunta.- Hace unos meses ha sido reelegida presidenta de Unespa, iniciando así su quinto mandato al frente de la patronal. Transcurridos estos meses de verano e iniciando, por así decirlo, un nuevo curso, ¿con qué retos afronta esta etapa?
Respuesta.- El sector asegurador vive un buen momento. Las compañías del sector son rentables, las cosas se están haciendo bien. Pero esto no debe ser motivo para confiarse, pues encima de la mesa hay dinámicas profundas que afectan a nuestra actividad.
El seguro debe hacerse entender. Desde Unespa estamos realizando grandes esfuerzos para dar a conocer a la ciudadanía para qué sirve el seguro, cuál es su función social y cómo funciona. También debemos tomar medidas para mejorar la comprensión de los servicios que ofrecemos a nuestros clientes. Así pues, existe un reto en la divulgación del valor social del seguro.
Al igual que otros tantos sectores económicos, la digitalización afecta al seguro y su forma de interrelacionarse con sus clientes, trabajadores, accionistas, proveedores... En este campo es importante destacar que el seguro español está volcado de lleno en la innovación, observando siempre y en todo momento las limitaciones que en materia de protección de datos establece la normativa vigente. La transformación digital, afectando a los procesos, se está revelando como una prioridad para todas las entidades si bien, cada una lo está desarrollando con un modelo propio y distinta intensidad. La digitalización, por tanto, es otro reto que tenemos encima de la mesa.
Las sociedades modernas son estructuras complejas y vulnerables que necesitan protegerse frente a eventos catastróficos como pueden ser los desastres naturales, los actos terroristas o los ataques cibernéticos a gran escala. Sin embargo, las medidas adoptadas en materia de prevención, protección y reparación en estas materias son todavía insuficientes. ¿Hay problemas de infraaseguramiento en España? Nuestro país tiene niveles de aseguramiento similares a los de países de su entorno en la contratación de seguros de no vida. Sin embargo, tiene mucho camino por recorrer en materia de seguros de vida. El infraaseguramiento es otra cuestión que debemos abordar.
La práctica totalidad de los países desarrollados y muchos de ingresos medios afrontan un serio desafío de envejecimiento demográfico derivado del incremento de la esperanza de vida y del descenso acusado de las tasas de natalidad ocurrido a partir de la segunda mitad del siglo XX. Este fenómeno está impactando o impactará en el futuro sobre las cuentas públicas a través de un mayor gasto en sanidad, servicios de dependencia y, por supuesto, pensiones. En todas estas materias el seguro puede actuar como aliado de los poderes públicos. Es importante tener en mente que España es el segundo país del mundo con mayor esperanza de vida. A esto se suma un peso preeminente de la pensión pública en la previsión social en este país. Por eso, podemos decir sin ninguna duda que aquí yace una de las grandes tareas pendientes de la sociedad española: la edificación de un pilar de previsión social complementaria que permita encajar el impacto del envejecimiento demográfico. El envejecimiento constituye, claramente, otro reto que tenemos por delante.
P.- Decía en una entrevista que el sistema de pensiones en España “está vinculado fundamentalmente a la pensión pública, que representa el 96% de las rentas que perciben los jubilados”. Sin embargo, los planes privados ganan terreno. ¿Por qué es importante que los mayores se decidan a estudiar la contratación de estos productos?
R.- Las pensiones públicas de reparto (primer pilar) se complementan muy bien con las pensiones generadas fruto del ahorro privado, ya sea en el entorno laboral (segundo pilar) o a título particular (tercer pilar) porque están expuestas a riesgos distintos. Por ejemplo, la pensión pública está claramente sometida a la evolución demográfica de un país. Entre tanto, el ahorro acumulado en productos privados suele oscilar con la evolución del precio de los activos en los que invierte. Ya sean títulos de renta fija, valores cotizados, divisas, etcétera. Las fuentes de riesgo son distintas, por lo tanto existe complementariedad entre las tres. Contar con una pensión pública, un plan de empleo y ahorros privados equivale, pues, a repartir los huevos en distintas cestas. Es un gesto de prudencia de cara a la jubilación.
Es importante tener presente que la acción de ahorrar no supone reducir el nivel de vida. Muy al contrario, el acto de ahorrar representa diferir parte del consumo. Retrasarlo en el tiempo, simplemente. Gracias al ahorro se puede mantener en la jubilación el nivel de vida del que se disfruta mientras se está en activo. Ahorrar es apostar por mantener la calidad de vida y, para ahorrar, existen muchas alternativas. El seguro dispone de productos que se ajustan a las circunstancias de cualquier persona en términos de apetito por el riesgo, liquidez, tratamiento fiscal, etcétera.
P.- Lleva una larga carrera dedicada al ámbito asegurador y ha visto cómo las rentas vitalicias aumentaban su popularidad. ¿Qué cualidades hacen que este producto sea tan idóneo para los mayores de 65 años? ¿En qué medida benefician y protegen, estas rentas, al contratante?
R.- La renta vitalicia es una buena forma de complementar la pensión si uno tiene 65 años o más. La razón es que es un pago periódico durante el resto de la vida del ahorrador. Es decir, viva lo que uno viva percibirá la renta que ha contratado. Se trata de un producto muy flexible porque cada uno decide cómo recibir las rentas periódicamente. Hay personas que deciden recibir unos años una cantidad de dinero y después cambiar esa asignación mensual. También cabe la posibilidad de que la cantidad sea constante. Todo esto lo decide el ahorrador.
Otro tema a tener en cuenta es el tratamiento tributario que reciben las rentas vitalicias. Las personas que tienen más de 65 años tienen la opción de reinvertir el dinero obtenido con la venta de un bien patrimonial en una renta para toda la vida con importantes ventajas fiscales.
P.- Además de la renta vitalicia, ¿qué otros productos de ahorro son más apropiados para los españoles que superan los 55 años?
R.- En el sector asegurador hay fórmulas de ahorro que se ajustan a diferentes perfiles de personas, tengan más de 55 años, o cualquier otra edad. Lo más importante que debe tener en cuenta un ahorrador antes de decantarse por tal o cual producto es asegurarse de que lo entiende. Debe saber dónde mete el dinero y, muy especialmente, debe tener en cuenta estos tres factores: el binomio rentabilidad-riesgo, el tratamiento fiscal y la liquidez del producto.
Los productos que ofrecen una mayor rentabilidad suelen conllevar la asunción de un mayor riesgo. Entre tanto, los productos con menos riesgo suelen presentar rentabilidades más moderadas. Las dos opciones son válidas. Simplemente, el ahorrador debe evaluar su situación personal y decidir qué conviene en cada momento de su vida.
En segundo término está el tratamiento fiscal. Hay productos que ofrecen ventajas fiscales al aportar el dinero, otros al retirar el ahorro acumulado y los hay que, simplemente, no están sujetos a un tratamiento tributario diferenciado. Es importante recordar que, para acogerse a determinadas ventajas fiscales, puede ser necesario mantener el producto un período de tiempo predefinido, cobrarlo de determinada manera, etcétera.
En tercer y último lugar está la cuestión de la liquidez. Hay productos que permiten rescatar el dinero invertido en cualquier momento, otros que ponen limitaciones temporales y los hay que, permitiendo un rescate anticipado, solo dan garantías si el rescate del productos se produce a vencimiento.
Así pues, todo ahorrador debe tener en mente estos tres elementos: binomio rentabilidad-riesgo, tratamiento fiscal y liquidez, antes de decidir si ahorra a través de un producto u otro, o si lo hace a título particular o como miembro de un colectivo. La ventaja del seguro es que dispone de opciones donde elegir: planes de previsión asegurados (PPA), planes individuales de ahorro sistemático (PIAS), seguros individuales de ahorro a largo plazo (SIALP), planes de pensiones, rentas temporales y vitalicias, planes de previsión social empresarial (PPSE), etcétera.
P.- Ha abogado por la urgente necesidad de alcanzar un pacto de Estado en materia de pensiones. ¿Cuáles son las claves sobre las que debería pivotar este acuerdo? ¿Privatizar las pensiones es, para usted, una opción?
R.- Sea cual sea el sistema de pensiones que tengamos dentro de 20, 30 o 40 años, no le quepa la menor duda de que estará, básicamente, apoyado en eso que llamamos las pensiones públicas. Por lo tanto: si lo que tengamos va a estar basado principalmente en el sistema de reparto, lo que hay que hacer es consolidarlo y garantizar su sostenibilidad. Sin sostenibilidad no hay nada, tampoco generosidad. Pagar pensiones generosas en un sistema que no es sostenible es pan para hoy y hambre para mañana.
Hay que plantearse la sostenibilidad del sistema público vinculando la generosidad de las pensiones a la esperanza de vida. Hay que dejar de ver una pensión de 1.000 euros como una pensión de 1.000 euros, sino como 1.000 euros por 14 pagas que se cobrarán durante, digamos, 22 años, igual a 308.000 euros. Así es como hay que ver la pensión, como el pago total, porque solo de esa manera nos daremos cuenta de si su carga es mayor o menor.
Hay que dotar al sistema de elementos de reequilibrio automáticos, que activen reajustes en dicho sistema cada vez que éste se sitúe en una situación insegura, que normalmente será aquélla en la que los pasivos, los compromisos, superen a los activos, es decir, a los ingresos. Es mejor corregir poco a poco que hacer grandes correcciones cuando ya no hay más remedio.
Por otra parte, ya sé que no es popular, pero hay que tocar la edad de jubilación. Hay que aceptar el principio general de que, si la esperanza de vida varía, también debe hacerlo la edad de jubilación. Soy, de hecho, partidaria de establecer un umbral obligatorio de reforma. Por ejemplo que, estadísticamente, las personas jubiladas no puedan estar jubiladas por encima de un determinado porcentaje de su vida total; en el momento en que los datos nos digan que ese porcentaje se está superando, la edad de jubilación debe responder.
Una vez hecho todo esto, llega el momento de decir: la gran reforma pendiente es entender que el sistema de reparto no puede seguir subiendo esta cuesta en soledad. Esto quiere decir que hay que crear masas de ahorro que complementen a las pensiones públicas. Así pasaremos de un Estado de Bienestar donde los poderes públicos asumen prácticamente toda la carga de la atención a los ciudadanos, a un sistema de bienestar, donde a los poderes públicos se suma la aportación de los operadores privados. En cuestión de jubilaciones, hay que crear la España de las tres pensiones: pública, colectivamente empresarial e individual.